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Gomorra

Pocos países como Italia representan la dualidad entre la riqueza y la pobreza, entre la integración en Europa y el aislamiento. Si ciudades como Roma y Venecia nadan en la abundancia y ofrecen la imagen más amable, la cual proyectan al exterior debido a su gran afluencia de turistas, otras como Nápoles se hunden bajo montañas de basura, droga, dinero negro y cadáveres. Gomorra, que adapta la conocida novela del amenazado de muerte Roberto Saviano, es la rigurosa descripción de uno de estos barrios deprimidos de Nápoles, dominados por los clanes mafiosos de la camorra.


Gomorra se aleja de otras reconstrucciones cinematográficas del perverso submundo de la mafia. Sin la grandilocuencia épica de El Padrino, ni el histrionismo icónico de El precio del poder, la película dirigida por Matteo Garrone rezuma realismo y veracidad y además deja en evidencia las inadvertidas conexiones entre el narcotráfico, la extorsión y demás actividades criminales, y los negocios en apariencia lícitos, desde el mundo de la moda al tratamiento y eliminación de residuos industriales (no conviene olvidar que la camorra adquirió acciones para el proyecto de reedificación de las Torres Gemelas en Nueva York). Gomorra no habla de la lealtad familiar, un tema recurrente en el cine mafioso. El verdugo de hoy es el cadáver de mañana, y a veces en manos de los suyos. Gomorra habla de la mafia como elemento cultural arraigado en el ADN de un país que no levanta cabeza. Habla también de las esperanzas y sueños ahogados por la hostilidad de un ambiente del que es casi imposible no empaparse hasta la médula. En Nápoles los niños y jóvenes ya no sueñan con convertirse en futbolistas, cantantes o actores de cine. En esos barrios semiderruídos el éxito y el estrellato pasa por ser el nuevo Tony Montana.

Gomorra puede pecar de poseer una estructura narrativa algo confusa. Compuesta por cinco historias independientes, pero con la mafia en sus numerosas versiones como hilo conductor, la película esta rodada con cámara nerviosa, pero sin estridencias, c
on abundantes escenas de violencia extrema, cruda, pero sin caer en la gratuidad, el sensacionalismo y la frivolidad. Gomorra es más que una película, es un documento de valor impagable, hecho por personas que saben de lo que hablan. Es la crónica callada del tercer mundo en el interior de la séptima (o ya octava) potencia mundial y de una guerra que no sale en los medios de comunicación porque nunca ha sido declarada.

Lo mejor: su analítica descripción, su honestidad y su naturaleza como película denuncia sin caer en el maniqueísmo o lo obvio.
Lo peor: su estructura dispersa, a la que cuesta acostumbrarse
.




Y ahora, introduciendo una novedad que mantendré en la sección, haré una pequeña reseña (no es una crítica al uso) de una película, no de estreno, que querría recomendar. Cada semana será un película diferente. Intentaré que sean películas no demasiado conocidas. Empiezo con una muy especial, que en realidad son dos:

Antes del amanecer (1995)/Antes del atardecer (2004)

Dos jóvenes viajan en el mismo tren. Él se dirige a Viena, donde debe tomar un avión que le lleve de regreso a Estados Unidos tras unas aburridas e improductivas vacaciones por Europa. Ella, de nacionalidad francesa, regresa a París para retomar sus estudios universitarios tras visitar a su abuela en Budapest. Un matrimonio discute airadamente. Ella, mole
sta por los gritos de la pareja, cambia de asiesto y recala por casualidad, o quizá no, a escasos dos metros del americano. Comienzan a hablar. Él propone ir al vagón-restaurante. Ella accede encantada. Ella es una romántica empedernida, una idealista incorregible, carne de activismo. La típica europea cosmopolita de mentalidad liberal e insaciable. Él no es el típico norteamericano mojigato y chovinista, aunque como él mismo reconoce sonrojado, sólo conoce un idioma. Los dos hablan distendidamente acerca de lo banal y lo crucial, pero de pronto, y casi sin darse cuanta, él ha llegado a su destino, Viena. Aún no han terminado su conversación. Él le ofrece algo de tiempo más, apurar las últimas horas antes de embarcar hacia Estados Unidos. Le dice que piense en su futuro, que se imagine dentro de diez o veinte años, atrapado en un matrimonio insatisfactorio. Le dice que en ese momento repasará toda su vida y se preguntará que habría ocurrido si se hubiera quedado con aquel chico que conoció en un tren. Le dice que sería un alivio descubrir que no se habría perdido nada, descubrir que es un fracasado igual que todos los demás y que en realidad es feliz. Ella baja del tren sin dudarlo. Los dos pasean por Viena. Puede parecer una de esas últimas aventuras antes de que el verano ceda su sitio a la rutina, antes de que el desvelo engulla al sueño, o tal vez no, tal vez sea algo más.


Así comienza Antes del amanecer, película escrita y dirigida por Richard Linklater y protagonizada por Ethan Hawke y Julie Delpy. Antes del amanecer viola todas las convenciones cinematográficas. No es ni un drama, ni una comedia. La trama (si se puede denominar así, porque en realidad carece de ella. Sólo es una larga conversación. Jamás se volverán a escrbir dialogos como los de esta película) carece de conflicto y de cualquier sentido del suspense. Ninguno de los dos personajes tiene complejos, ni traumas. No hay pasiones arrebatadas, ni grandes pulsiones, y a pesar de todo y de no poseer la fama de películas como Memorias de África o Los puentes de Madison, o de clásicos como Casablanca o Breve encuentro, es la historia más romántica jamás proyectada en una pantalla de cine, y lo es porque habla directamente de cada uno de nosotros, de nuestro más intimo deseo en un tren, en la cola del supermercado o en la parada del autobús. Y por si fuera poco tiene la extraña virtud en el cine romántico de implicar por igual al público masculino que al femenino. Y además tiene una continuación, titulada Antes del atardecer, que es tan excepcional como la anterior. Después de ver la película/s que os recomiendo hoy será imposible viajar en tren de la misma forma que antes.

6 comentarios:
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Marta dijo...
sábado, noviembre 15, 2008 3:43:00 p. m.  

Con todo lo que viajeo yo en tren y que nunca me sucede nada parecido, oye. Pero me han entrado unas ganas de verla...Me imagino que por el año de estreno, ya estará en los video clubs, no??
La de Gomorra no es mi tipo, la verdad.
David, Enhorabuena por tu sección.

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Nicolás dijo...
sábado, noviembre 15, 2008 4:27:00 p. m.  

La de "Antes del atardecer" la he visto y la verdad es que me pareció muy bueno, podríamos decir que es bastante "profunda" xD; pero como siempre dicen que las primeras partes son mejores que la segundas ya me estoy bajando "Antes del amanecer" para verla,... una preguntilla, para ti cual de las dos es mejor??

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Verdugo dijo...
sábado, noviembre 15, 2008 4:36:00 p. m.  

Me encantan las dos. No podría quedarme con una. Aunque es importante y diría que imprescindible ver la primera antes de ver la segunda.

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Patino dijo...
domingo, noviembre 16, 2008 8:29:00 p. m.  

Me apunto la recomendación, que suena verdaderamente bien. En cuanto a Gomorra, trataré de verla antes de leer el libro de Roberto Saviano, que no faltará de mis estanterías en un futuro bastante próximo. Espero.

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María Núñez de Pablo dijo...
lunes, noviembre 17, 2008 11:28:00 a. m.  

Hombre! el invitado a la cena de esta semana!
Con esta sección dan ganas de ir al cine, la verdad. Y más que de ir al cine, de quedarse una tarde de domingo en casa viendo pelis mientras engulles palomitas o chocolate...aggg...lo siento, todavía tengo síntomas gripales...

Me apetecen mucho las dos últimas que has recomendado. Me gusta el cine de ese estilo.
La de Gomorra...la acabaré viendo, pero no creo que pronto. Esperaré a que pase el tiempo, a que se me olvide por lo menos que Carmen Herrero preguntó en uno de sus tests el nombre del autor de la novela y no lo supe identificar!! Cawen...

Un saludete Verdugo!

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Antonio dijo...
martes, noviembre 18, 2008 12:24:00 a. m.  

Tendré que ver 'Antes del amanecer', porque me encantan esas historias que no deben llegar de forma obligada a un final determinado, sino que simplemente cuentan la vida tal cual es, con sus cosas cotidianas, mundanas, y con aquello 'diferente' que va sucediendo. Buena recomendación, la agradezco por mi parte. Y nada recurrente, al menos para mí, que el punto de partida sea un encuentro fortuito en un tren: también he tenido varias experiencias de conocer gente en trenes (los de largo recorrido se prestan mucho a esas cosas), pero a mí sí se me ha quedado siempre el regustillo amargo de pensar que lo más probable es que nunca más vuelvas a ver a esa persona... :-(

Saludos.

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