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En menos de lo que te esperas…¡Volvemos!

Reflexiones a Pilot Rojo

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Tras un par de meses de vacaciones bloggeras y solo bloggeras, aquí retomo mi sección con todo el cariño y las ganas del mundo para que me pongais verde u os suméis a mis razonamientos.
Un cordial saludo.

AUTOCONVENCERSE DEL ENGAÑO

La llegada del verano abre nuevas expectativas: vuelve el calor, la opción de playa, piscina, crear un conflicto diplomático para dar un poco de juego, cambiar el sofá televisivo por la terraza, la caña y las aceitunas u observar espectáculos varios en las distintas localidades que suelen vivir en período estival sus fiestas patronales.

Como espectáculos, podemos llegar a vislumbrar aquellos dedicados a la música, al deporte, a la cultura o al contrario de la misma, a la aberración sistemática, a la muerte, a la crueldad, a lo que es y será la conocida como Fiesta Criminal.

Vivimos épocas de retroceso en varios campos tradicionales de la antigua sociedad española; la Iglesia pierde clientela por su desbocada acción de señalamiento, por esos dedazos sucios de hipocresía que apuntan al que se sale de su corta guía de tolerancia.

Y otro sector es aquel de la tauromaquia, ese espectáculo deleznable que machaca a animales indefensos con el único fin del regocijo y la satisfacción. Ya no estoy seguro si humana.

Este mundo, complicado y ruin, corrupto y excepcionalmente previsible, vive sus horas bajas en las Plazas de Toros de todo el Estado. Ejemplo de ello son esas plazas de los pueblos que en época franquista no dejaban hueco libre, ese tiempo en el que el caudillo jugaba a la romana y ofrecía pan y circo a las masas para esconder la crueldad de la dictadura. Ahora no va más allá de la quinta parte del tendido.

Pero por qué no decirlo, los cosos de capital son un abrumador engaño. No se puede argumentar que aquellas Plazas están llenas para justificar lo injustificable. Esa Plaza que celebra en Valladolid la Virgen de San Lorenzo probablemente tenga entre su público un alto porcentaje de los que hace poco estuvieron en Gijón o hace poco más en Madrid. Es decir, el público se mueve de feria en feria, y no nos podemos dejar engañar por aquel que muestra números difusos, exactamente igual que las visitas de una web, en la que pueden verse reflejadas diez mil pero ser cuatro personas las que hayan entrado en la página.

Y es que la argumentación de los taurinos en defensa de la Fiesta Criminal es siempre la misma y cae por su propio peso. De hecho, en mil ocasiones se puede llegar a la conclusión de que ni ellos mismos están orgullosos de aquello que apoyan.

En Tordesillas, localidad situada a pocos kilómetros de la capital, se celebra un espectáculo que bien podría denominarse como un insulto a la inteligencia. El Toro de la Vega debe ser matado a lanzados mientras corre por el campo. Suele ser un astado obeso, que apenas puede correr con lo cual su sufrimiento se multiplica en la persecución.

Hay un fotógrafo de prensa que no es bien visto en Tordesillas. Y eso es porque éste muestra unas imágenes extremadamente crueles de esa cita taurina. Eso evidencia la inestabilidad del sentimiento de orgullo entre los habitantes de la localidad vallisoletana, que también echaron a gritos de “puta” a una reportera de Televisión Española que intentaba llevar a los televidentes un reportaje sobre el Toro de la Vega mostrando dos visiones: la de los tordesillanos aficionados y la de los antitaurinos.

Quedaría medio bien si dijera en el artículo que con esto no intento moralizar a nadie, pero no es así. Llegar a la satisfacción por medio del sufrimiento de cualquier cosa es una actitud de la época romana, en la que la cultura todavía estaba entre algodones. Hoy en día, cuando se intenta evitar la violencia hasta en los dibujos animados, dejamos en horario infantil la retransmisión de la crueldad más pura que tristemente identifica a España en el resto del mundo.

No puede ser cultura que un hombre disfrazado torture a un animal con la complicidad de un público morboso, a un toro que vive las mismas condiciones que los que aguantan en un after hasta las 3 de la tarde, incluyendo las drogas. Pongamos a éstos a correr y a clavarles punzones en la tez y luego veamos cual es el resultado.

Si con la suspensión de esta aberración el toro bravo no puede sobrevivir, que desaparezca. Para qué vivir si su fin va a ser la muerte conseguida a través de la tortura. Ya lo decía Emiliano Zapata y suscribía Ernesto Che Guevara: “prefiero morir de pie que vivir siempre arrodillado”. El toro no merece vivir entre sangre y pinchos en la columna porque a unos señores se les ponga entre las pelotas.

El vuelo de la gaviota

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Sobre la ‘garzonada’

Como alguien se me queje de que pongo los títulos de las parrafadas complicados de deducir… En esta ocasión me ha tocado buscar cinco minutos libres de donde buenamente he podido, dado que no podía dejar pasar de largo la situación que ha ocupado un buen número de páginas en la prensa española de estos últimos días, como es el requerimiento judicial, elaborado por parte del magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, para que se proceda a identificar a los desaparecidos que aún hoy están por las cunetas y otros lugares de la geografía española.

Ante todo, he de manifestar que me encuentro ante una confrontación entre las ideas que me suscita esto. Por una parte, es loable que se quiera tratar de identificar a aquellos que cayeron por el odio de otros, sin duda, y más en una guerra civil con tan poco sentido como la nuestra. Aunque ya sabemos cómo se las gasta esta España nuestra, tan dulce y preciosa en algunas ocasiones como cainita y dura en otras -¿será esa la grandeza que a algunos nos hace quererla tanto?-.

Pero nos encontramos ante otra parte – cara de la moneda. Y esa no es otra que la eterna división de este país en dos, acentuada desde aquellos tres años de estupidez que nos costaron la vida de muchos miles de compatriotas. Y es que lo determinado por el juez Garzón sólo afecta a una parte de los que están enterrados Dios sabe dónde, sin identificar. Y esa parte son los represaliados tras la victoria del bando franquista –al igual que en su día me negué a llamar republicano al otro bando, llamándole frentepopulista, por favor, no me pidáis que llame a este bando nacional, que ambos lo eran-. Y con ello, el lío montado. Que si los míos son menos que los tuyos, que si no se qué, que si envidia por aquí, por allá…

No podemos negar que hubo un gran número de vencidos que fueron injustamente -¿acaso hay algún asesinato justo?- asesinados tras la guerra, en los duros años de principios de la década de los cuarenta del pasado siglo. Si lo hiciéramos, estaríamos faltando a su memoria, y, si me apuráis, nos estaríamos faltando a nosotros mismos. Y muchos de ellos están por algún lado, probablemente lejos de sus hogares y de sus familias, pero sin saberse. Es aquí donde reside lo loable de las intenciones de Garzón y de quienes han impulsado ese requerimiento, que se intente saber dónde están. Pero, ¡ay, amigos! como nos dejemos llevar por sentimientos no demasiado claros. O por ideas políticas que, desde mi modesta opinión, cuando se trata de saber dónde se encuentran los huesos de los tuyos, deberían dejarse un poco más que lejos.

Llegados a este punto es donde entran en escena las Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica. Unas agrupaciones que, mediante la recopilación de testimonios, búsqueda en archivos y empeño están tratando de identificar los lugares donde hay fosas comunes, abrirlas y sacar a los que están allí para darles una sepultura digna. Pero, como bien dice la sabiduría popular, no es oro todo lo que reluce, y las ARMH –sus siglas, por abreviar- hacen gala, en mi opinión a veces de forma demasiado ostentosa, de su ideología republicana-frentepopulista, habiéndose llegado a negar en algunos puntos de España en algunas ocasiones a excavar determinadas fosas por no encontrarse allí ningún combatiente del bando de la bandera tricolor, o no querer saber nada de, por ejemplo, Paracuellos.

Y es aquí donde fallamos, tropezamos, seguimos fallando y volvemos a tropezar. Una y otra vez. Todos. Porque parece que sólo importan nuestros muertos. Porque creíamos que con la Transición, modélica donde las haya, se cerraban todas las heridas y podíamos hacer borrón y cuenta nueva, o porque con la Causa General de la posguerra ya había bastante. No. Nos equivocábamos todos. Y es loable, como ya he dicho, tratar de recuperar la memoria. Histórica, o sin adjetivos, como mejor deseen. Pero de todos. De ambos bandos. Que los muertos no tienen ideología.

Aspecto que parece que a nuestros políticos no les queda claro, empeñados como están en seguir pelándose como único objetivo. Los de la rosa y el puño, que se dedicaron a lo de ‘cien años de honradez’ en su día –da muestras de cómo miraban atrás, por otra parte- están como cuando le das un caramelo a un crío, mientras que los de la sigla repetida andan criticándolo ¿porque les parece mal? ¿o por llevar la contraria tan sólo? Ellos sabrán lo que hacen, no les voy a dar consejos gratuitamente desde aquí.

Como conclusión, sólo reiterar un par de cosas que ya he manifestado por aquí. Una es que los muertos no entienden de ideologías, y otra es que las heridas del pasado sólo se pueden cerrar totalmente si todos tiramos en la misma dirección. Es decir, que si para que España sea una y sólo una de una vez –fíjense que aunque use tres veces en una frase la palabra ‘una’ no sobra ninguna de ellas, verbigracia- hay que desenterrar a los que quedan diseminados por ahí, hagámoslo. Y si alguno se tiene que tragar sapos, que se los trague. Que digo yo que estaría bien, al menos por una vez.

Tr3s Son Multitud. La serie por capítulos