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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

Volvemos al blog, a seguir contribuyendo desde la distancia, confiando en que el ímpetu con el que se ha reiniciado se mantenga durante el mayor tiempo posible. Regreso con una sección dedicada a la geografía de España, pero diferente a los Apuntes de Geografía de la anterior etapa. Esta vez no me dedicaré a hacer enumeraciones de lugares de nombre singular dispersos por la piel de toro, sino que iré dejando caer una especie de cuaderno de viajes por sitios peculiares en los que he ido estando a lo largo de los años.

Será, si se quiere ver así, una colección de batallitas, pero narradas de una forma que intentará ser entretenida (porque de eso se trata, vamos). Un compendio de impresiones personales sobre mis visitas por distintos rincones de España. Qué vi y, sobre todo, qué sensanciones me transmitió aquello que vi. En la mayoría de ocasiones os invitaré a conocer pueblos pequeños, pero no siempre, dado que las grandes ciudades también nos pueden ofrecer su punto de vista más singular, más sugerente, más único. Incluso si se trata de una ciudad a la que hayamos ido varias (o muchas) veces, porque ninguna ocasión es igual que las demás; en todas y cada una de ellas hay siempre algo irrepetible que recordar.

Hecha esta presentación, vayamos al primer destino de la sección. Lo tenía pensado desde que se me habló de retomar el blog, por ser una forma especial de comenzar, aunque parece que alguien más tuvo la misma idea y, a su manera, ya la ha puesto en práctica. De todas formas, como digo, creo que no me solapo con ningún otro contenido si hoy invito al personal a darse una vuelta por...




FRESNO EL VIEJO
9 de agosto de 2008



El día había sido muy intenso, se podía decir que agotador, pero al mismo tiempo muy emocionante. Había visto después de seis años a Iván, amigo de la facultad, compañero de tantas tardes en aquella Barcelona en la que los dos éramos unos desubicados. Y, además, lo había visto en su tierra, cosa que era un mayor aliciente aún. Pocos lugares tienen la magina de la estación de ferrocarril de Medina del Campo para un reencuentro o una despedida. Iban a ser poco más de 24 horas, pero había que aprovecharlas bien.

Mi habitual hiperactividad me lleva intentar que en mis viajes, por cortos que sean, pueda ver al mayor número posible de amigos y conocidos que he ido haciendo aquí y allá. Así que, estando en Medina del Campo, cómo no hacer un esfuerzo para poner tres dimensiones a personas de cuya existencia has sabido por una volá que te dio una noche viendo un informativo, y cuyo rostro y voz no has visto y oído más que a través de una pantalla... Si es posible, ¿por qué no?

Como quiera que el mundo es un pañuelo de mocos e Iván conocía a Diego Merayo y a Miguel Ángel Rodríguez, la cosa fue mucho más fácil de lo que se hubeira podido pensar. Y como por autovía Medina del Campo está a un paso de Valladolid, era lo más sencillo del mundo estar a las 17.30 ante la Universidad (pero sin contar los leones, yaaaa...). Estoy ya a un paso de los 30 años, pero me sigue pareciendo que tengo la mitad, o que incluso soy un crío que se acaba de hacer amigo del niño que ha llegado nuevo a la escuela, cada vez que me siento a hablar con alguien por primera vez y tengo la sensación de conocerle de toda la vida, por los puntos en común que afloran en la conversación. El 9 de agosto de 2008 merecía ser anotado como un día de ésos, sin duda.

El anima mater de Diario de Periodismo pasaba definitivamente a engrosar el listado de amigos dispersos por España, pero el objetivo sólo estaba cumplido en parte. Ya por la mañana, y nada más recogerme en la estación, Iván y yo habíamos tenido la siguiente conversación:
--Oye, no me habías dicho que conoces a Míguel...
--¿A Míguel? No, venga ya, no será que...
--¡Claro! ¡Miguel Ángel Rodríguez, de Fresno! Me dijo que a ver si íbamos esta noche...

Así fue cómo supe que Iván y Miguel Ángel Karny también se conocían, y cómo se gestó la visita que haríamos por la noche a Fresno el Viejo. Estábamos reventados (al rato con Merayo siguió un pateo intensivo para conocer Valladolid, y una visita a Tordesillas en el camino de vuelta a Medina, sumado a los tres días de jarana por Salamanca y norte de Cáceres que yo ya llevaba acumulados), pero ir a Fresno era la única forma de ver a Karny, así que no había otra opción. Además, para una persona como yo, tan dada a ver sitios diferentes, ir un sábado por la noche a un pueblo de 1.000 habitantes era una propuesta más que sugerente.

El camino desde Medina del Campo ya prometía lo suyo: carreteras desiertas, casi totalmente rectas, como de camino hacia la nada; hacia la casi nada que eran los pueblos de cuatro luces mal contadas y nombres atractivos por los que íbamos pasando. Sólo el último antes de llegar, Carpio, ya indicaba signos de vida más evidentes, por ser, como Fresno, de los pocos de la zona cuyo padrón de habitantes reúne cuatro dígitos. La terraza de un bar llena y los corrillos de vecinas tomando el fresco nocturno en las puertas de las casas eran un buen indicio.

Y, al fin, Fresno el Viejo, apareciendo a medida que bajábamos la rampa del paso elevado sobre la vía del tren. Un casco urbano bastante más grande que los anteriores, presidido por una iglesia de dimensiones un tanto faraónicas para el tamaño del pueblo, muy iluminada, por la que imagino que mi anfitrión pasará más bien poco. Iván, que por su trabajo como corresponsal de El Día de Valladolid en la comarca la conoce muy bien, sabía a dónde ir: el Ayuntamiento, que era el punto de encuentro.

Aunque lo que nos encontramos fue una plaza abarrotada de gente, sentada ordenadamente en hileras de sillas, dispuesta a disfrutar del concierto de música tradicional castellana que iba a comenzar. ¡Qué momento! ¡Eso sí que fue pulsar la cotidianeidad! Se me podrá tomar por bobo, pero alucinaba por haber llegado justo en ese instante. La estampa, de haber sido al sur del Sistema Central, hubiera merecido ir acompañada de la sintonía de la sección Al fresco, de Muchachada Nui. Pero nuestro Marciaaaaaal (Ruíz Escribano) no estaba allí pa servirnos aún, así que Iván se fue a cotillear a ver si el alcalde estaba sentado en la primera fila. No, si ya decía yo que aquello tenía visos de surrealismo... Más aún cuando se planta ante la primera fila de sillas y grita: "¡Alcaldeeeee! ¿Qué, ahí en primera fila, haciendo el cacique, eh?", y el reclamado primer edil se levanta todo sonriente, estrecha la mano de Iván mientras ríe a carcajada limpia y responde: "Hombre, en actos como éstos es donde podemos figurar un poco", antes de ponerse a hablar que si las obras que tiene que hacer la Diputación en el pueblo o qué sé yo... Si alguien aún se pregunta por qué puse a mi blog el nombre de "Deformación profesional" es porque no sabe que los periodistas no nos desprendemos del trabajo ni aún en los ratos de farra desmedida...

En esto que llega Karny. ¡Al fin! Esos andares los he visto en Tr3s son multitud, lo mismo que esa cara de brutico que, así sonriente, parece muy simpática, pero que te la imaginas de mala leche y da un miedoooo... "¡Qué pasa, Antonio! ¡Nuestro fan, aquí en Fresno!" Manos estrechadas y palmaditas en la espalda, como debe ser, antes de que él también se ponga a hablar con el alcalde, y yo allí, cual turista accidental... Pensaba que al menos me lo presenterían, que igual le haría gracia al hombre saber que un alicantino estaba conociendo su pueblo... Que igual era el primero de Ibi que pisaba Fresno el Viejo, vete tú a saber... Pero no me lo presentaron (ya os vale), así que me conformé con mirar a un lado y otro de la plaza, mientras empezaban a sonar laúdes y bandurrias y los vocalistas del grupo de folk castellano canturreaban los primeros versos de sus canciones. Momento para que el señor alcalde volviera a su sitio y los demás nos fuéramos a un sitio donde conversar de forma amena y distendida.

Había que cruzar medio pueblo hasta llegar al bar al que vamos, el único abierto un sábado a esas horas (al menos hay más de un bar, que no está nada mal). Estaba en un extremo del casco urbano; al otro lado de la calle ya había campo y no se distinguían más que las luces de algún pueblo vecino a lo lejos. No había tiempo para pararse a pensar si eran de Torrecilla de la Orden, de Castrejón de Trabancos o de Quitalascabras de Enmedio; entramos al bar. Bueno, más que bar, el interior parecía un tugurio jaranero en toda regla, con jovenzuelos que apenas tendrían 18 veranitos succionando calimocho de manera esponjosa, apurando los cubalitros con una velocidad que ya la quisiera el AVE atravesando Sierra Morena... Y al lado, hombre de edad más que venerable degustando gintónics y copas de brandy, y todo esto a media luz y con música maquineto a cierto volumen, mientras en el piso de arriba hay un par de cenas de esas multitudinarias y el personal del local no para de salir de la cocina con platos cargados de comida... ¡¡¡Viva la fiesta intergeneracional de la Castilla rural, una noche de sábado de agosto cualquiera!!!

Un ambiente tan particular como ése, tan único, se prestaba a sumarse (allá donde fueres, haz lo que vieres) con un whiskito con cola y a hablar, largo y tendido, de todo cuanto fuera surgiendo. Entre otras cosas, que lo de Karny venía por ser el hijo del karny-cero del pueblo (y yo que al principio, muy al principio, pensé que se trataba de una chica llamada En-karny). Y risas, sobre todo, muchas risas. Un estupendo rato sólo cortado (o complementado, según se mire) por una llamada en la que mi mater amantissima se preocupaba por mi ubicación... Desde la calle, y sintiéndome un tanto observado por los clientes de la terraza que debían preguntarse "Éste no es de aquí", le decía: "Estoy en un pueblo que se llama Fresno el Viejo. ¿Lo habías oído antes? Pues yo sí y, además, ahora lo estoy viendo".

Fresno el Viejo era otra chincheta puesta más en mi mapa de lugares visitados. Además, un lugar de esos profundos, auténticos, que tanto me gusta conocer. Y lo que flipé en las semanas siguientes, cuando la gente me preguntaba dónde había estado este verano y, entre otros sitios, decía "Fresno el Viejo". Pero era un lugar aún más especial, por las connotaciones que tenía esta visita, al igual que las había tenido la escapada de la tarde a Valladolid. No es lo mismo entablar relación con alguien a través de la inmensidad de la red que ponerle cara, voz y gestos. Nada mejor que la realidad.

Espero que haya próxima, y de día, que todo se distingue mejor.

De forma excepcional voy a terminar este post con dos fotografías, que ilustran ese 9 de agosto y que, de forma un tanto fugaz, se pueden ver en el vídeo de presentación de la nueva temporada que ha hecho Merayo:






También decir que esta entrada ha sido anormalmente larga por ser la primera y sus especiales características. Prometo divagar menos en las próximas. Saludos y nos leemos cada viernes.

7 de noviembre de 2008.

7 comentarios:
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Patino dijo...
domingo, noviembre 09, 2008 7:24:00 p. m.  

¿Así que Fresno tiene más de un bar? Acércate por La Alberca, Antonio, que tocamos a uno por cada 34 habitantes. Debemos ser el pueblo con la mayor tasa de alcohol de España, jeje.

Buen trabajo, y el enfoque que le has dado a la sección me parece, cuando menos, elegante. Suerte y al toro.

Saludos.

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Antonio dijo...
lunes, noviembre 10, 2008 1:44:00 a. m.  

Patino, se da la circunstancia de que el día antes de ir a Fresno el Viejo había estado en La Alberca; vacaciones cortas, pero apuradas, jejeje... Ya vi la profusión de bares, restaurantes y demás establecimientos del ramo, y bastantes euros dejé en ellos entre unas cosas y otras. Muy bonito el pueblo, aunque un tanto sobreexplotado. Claro que, de no ser así, es probable que su porvenir fuera mucho menos halagüeño de lo que es.

Muchas gracias por el elogio a la sección, me alegro de que te guste y espero no defraudarte en próximas entregas. Saludos.

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Marta dijo...
lunes, noviembre 10, 2008 8:57:00 p. m.  

Antonio, bienvenido de nuevo. Yo voy a hcer como tú, voy a recorrer España visitando amigos, jeje. Por cierto, yo también puedo decir que ESTUVE ALLI, en Fresno. La verdad es que fue hace tiempo cuando fui a ver unos cortes y me gusto mucho la experiencia!
Un besot

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Merayo dijo...
lunes, noviembre 10, 2008 9:42:00 p. m.  

Yo no he estado en FRESNO, pero si con Antonio este verano en su tour por castilla!!!!

Genial estas chinchetas en el mapa.

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KARNY dijo...
martes, noviembre 11, 2008 12:43:00 a. m.  

No había conseguido leer el post hasta hoy...ya me vale!!!
Me ha parecido una descripción totalmente real, perfecta de la situación del pueblo, de sus alrededores y de ese Bar Rabel, "el pub", al que tanto amamos (sobre todo yo) hayá por tierras del topillo asesino y la liebre ausente.
Fue una de las visitas más agradables que he tenido en mi vida, si señor. Toda una alegría que me llevé esa noche, un gran rato de conversación entre mi primo tonono (que responde al de las copas de brandy) y alguna parienta (ya sabes que en los pueblos somos todos familia) que tragaba calimocho en ingentes cantidades. Así es mi pueblo.
Espero que haya otra ocasión en la que vengas con más tiempo, ya que esta zona la conoces menos (he de decirte que la costa del País Valenciá la he visitado en varias ocasiones) y podamos echar unos vistacillos a esas capitales como son Castrejón de Trabancos o Torrecilla de la Orden.
Por supuesto, ver más mi pueblo, que no es solo eso.
Y qué momento!!! Ese grupo jotero que hacía las delicias de los jubilados de mi pueblo a los que el señor alcalde se tiene que trabajar cada día!! jaja

Lo único, que en Fresno había hasta hace 2 años o incluso menos, 12 bares en activo, que han ido cerrando poco a poco por culpa del puto capitalismo, ya sabes, la deslocalización de la fiesta y todo eso..jeje en fin. Ahora hay 5 bares abiertos y creo que en breves un sexto podrá ampliarnos la oferta copística.

Bienvenido y enhorabuena por sacar a la luz a mi gran pueblo, ese al que aunque lo visite menos últimamente, lo quiero con toda mi alma.

Un saludo Antonio!! Me has emocionado!!

Salud!!

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Antonio dijo...
martes, noviembre 11, 2008 10:43:00 p. m.  

Es verdad, Karny, bar Rabel se llamaba aquel local tan singular, no lo recordaba. Me alegra mucho que para ti ese rato también fuera de lo más agradable, y que te haya gustado la forma de describirlo. Y ya que dices de los topillos... Una semana después de ir a Fresno el Viejo el pueblo salió en televisión justamente por el tema de los roedores, y ya me tienes a mí haciendo aspavientos para explicar a mi familia que en ese pueblo había estado yo, jajaja...

Ante la oferta para conocer mejor Fresno el Viejo, prometo públicamente en este momento hacer todo lo posible para volver por allí, y de día, antes de cumplir los 30, lo cual quiere decir que será más a corto que a largo plazo. A ver si puedo hacer una visita algo más relajada que ésta. Y por cierto, la costa del País Valencià está bien (estaría mejor con menos cemento), pero el interior es sublime, así que cuando usted quiera pasarse, avise.

Marta, muchas gracias también por tu comentario. Se nota que Fresno el Viejo no deja indiferente a nadie, jejeje...

Saludos.

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Antonio dijo...
martes, noviembre 11, 2008 10:44:00 p. m.  

Y a Merayo también, muchas gracias por su aportación, que se me había pasado en el comentario anterior y no es cuestión de ser descortés... ;-)

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