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El vuelo de la gaviota

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La Historia se repite

En bucles, además. Los periódicos e informativos nos están informando en las últimas jornadas de los movimientos del ejército ruso en Georgia, república independiente vecina de Rusia. Pero parece que hay alguien que se empeña en que el Estado georgiano deje de ser una república independiente. Como os digo, catorce años atrás algo parecido se produjo, y todo indica que lleva camino de repetirse.

Antes de proceder a explicaros este extraño capricho de la Historia –o de los hombres, más bien- he de deciros que la casualidad en forma de libro encontrado en la biblioteca es lo que me está permitiendo analizar los hechos desde esta perspectiva. Y el mencionado volumen no es otro que el que, sin duda alguna, no es el libro de cabecera de Vladimir Putin. Se trata de ‘Rusia dinamitada’, escrito por alguien que os sonará: Aleksandr Litvinenko. Asesinado por llevar la contraria, como recordaréis.

En el libro Litvinenko –por entonces aún miembro del FSB, heredero del KGB- relata cómo en aquella ocasión, el intento de invasión de la república caucásica de Chechenia fue un completo error por parte de Boris Yeltsin, así como las maniobras llevadas a cabo por los servicios secretos en un intento de justificar la guerra ante la opinión pública rusa. Desde Chechenia nunca partieron “comandos terroristas” que tratasen de atentar en Moscú y otras ciudades rusas, sino que los actos presuntamente llevados a cabo por los chechenos resultaron ser obra de miembros del FSB.

Quizá me equivoco, pero todo parece indicar que queda poco para que Vladimir I de Todas las Rusias, una especie de zar a la soviética, organice otra película en la que los ‘terroristas’, en esta ocasión georgianos –es curioso, Stalin era georgiano- atenten en territorio ruso. Se añade además la existencia, como en Chechenia en 1994, de un grupo que se opone al Estado legítimamente constituido –me da que mucho más legítimo y democrático que el Estado invasor-. En su día fue la oposición a Dudáyev, presidente checheno. Hoy son los separatistas de Abjasia.

A su vez, por si a alguien aún no le ha quedado claro que la Historia se empeña en repetirse, he de deciros que, a juicio de Litvinenko los errores que Rusia cometió en Chechenia ya habían sido cometidos años atrás en Afganistán, cuando la URSS aún existía. Por ende, parece que Georgia va a ser el tercer error.

Una vez presentados los hechos cabe preguntarse quién está ahora al frente de Rusia, ya que es algo que no acaba de quedar claro. Se debe suponer que es el presidente Medvédev, pero todo indica que no. Que el que sigue manejando todos los hilos es el ahora primer ministro, al que antes me refería con el apelativo de Vladimir I de Todas las Rusias, el nuevo zar. Putin, por si no se cae en el nada sutil juego de palabras.

Otra pregunta que cabe hacerse es el porqué de la invasión de Georgia. Las razones que se ofrecen son múltiples:

1) Putin no tolera la existencia de un Estado plenamente democrático al lado de sí, encabezado por alguien que se empeña en que la Justicia y otros fatídicos inventos occidentales reinen en su país, como es el caso de Mijail Shaakashvili.

2) Un importante oleoducto que, tras pasar por territorio ruso, se adentra en Georgia y la cruza por completo, para acabar en Turquía, y alimentando a Occidente. ¿No os recuerda a cierto episodio relacionado con Ucrania y el corte del gas?

3) Simplemente, al nuevo zar se le ha encaprichado ampliar hacia el sur las fronteras de ‘su’ Rusia. Y, de paso, toca un poco la moral –por no mencionar otra parte del cuerpo- a la OTAN, a EEUU y a Occidente en general.

Finalmente, hasta ver cómo acaba esto, sólo me queda una cosa por escribir en esta parrafada dominical, que no es otra que recomendaros el libro ‘Rusia dinamitada’, de Aleksandr Litvinenko, escrito en colaboración con el historiador ruso Yuri Felshtinski. Sobre todo si queréis conocer la verdad acerca de cómo se las gastan Vladimir I y sus amigos.

El vuelo de la gaviota

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Ay, Dios…

Y con razón titulo así, porque ya ni a las figurillas de los altares dejan tranquilas. A nadie de los lectores habituales de este rinconcillo dominical –esta semana toca en lunes, qué queréis que le haga- le sorprenderá que lo políticamente correcto y un servidor se llevan mal. Pero es que el dar un paso, volver una esquina, o echar una mirada hacia cualquier parte, y ver en lo que nos hemos convertido… Ciertamente, las dosis de aguante que se necesitan van aumentando, cual número de parados en España, sin cesar.

Revisar la Historia no es que sea algo deleznable –que lo es, siempre que sea con ánimo de falsearla de mala manera-, sino que a nadie se le debería pasar por la cabeza. Siquiera con buenas intenciones, como parece que se ha perpetrado la última de las fechorías historiográficas en este lugar que alguien, un iluminado sin duda, dio en llamar primero Hispania, que ahora ya ni el nombre queda seguro. Pero revisada, y de mala manera, al fin y al cabo, ha quedado. Y en los próximos párrafos nos ocuparemos en ello.

Paso a meterme en harina, al hecho consumado en sí. Un cura riojano –concretamente, de un pueblo llamado Nieva de Cameros- ha decidido que una talla que se encuentra en su parroquia representando la figura de Santiago Matamoros –no, no van a conseguir que esta sección sea políticamente correcta, y Santiago conservará aquí su ‘apellido’, básicamente porque me da la gana y porque así se le ha conocido ‘per saecula saeculorum’- era demasiado violenta, y al cura en cuestión le ha dado por el pacifismo, y dice que la espada, mejor a los pies del caballo, “para aplastar la violencia”. Qué bonito, de verdad. Se me llegan a saltar las lágrimas de la emoción.

Dice el sacerdote que es que el santo nunca mató a nadie, en realidad. ¿Y qué? Su figura hizo que miles y miles de personas se arrojaran a la lucha, sin miedo a perder nada más que el pellejo –lo que tenían, a fin de cuentas- para recuperar algo que consideraban suyo, y que no era más que el territorio que, entre otros, pisamos el cura riojano, ustedes o yo mismo. Igual que los gritos ‘Desperta, ferro’ y ‘Aragón, Aragón’ de los almogávares, esos alegres muchachos amantes de la paz y alegría –puestos a revisar…- que ya fueron objeto de mi parrafada de hace unos meses, infundían temor al enemigo, el ‘Santiago y cierra España’ hacía lo propio con los chicos de Almanzor, Miramamolín –a ambos les han revisado el nombre, pero ni me he molestado en buscar o aprender la nueva versión-. Y, simplemente, el hecho de que ese fuese el grito de guerra de las tropas españolas hasta 1492 legitima la figura de Santiago Matamoros.

Porque es cierto. Él nunca mató a un moro con sus propias manos –básicamente debido a lo que algunos serían hoy capaces de achacar a ‘problemas de agenda’ ya que el periodo en que vivió Santiago es unos 500 años anterior a la aparición de Mahoma y compañía- pero muchos hicieron, a base de matar moros y otras acciones diversas, que España sea hoy lo que es. Eso queda dentro del terreno de la Historia. Y tan horrendo me parece que la revisión se pretenda por este lado como cuando el dictador y sus secuaces que hubo por estas tierras hasta hace unos treinta años pretendieron ponerle su camisa azul mahón al santo.

No creo que sea por pacifismo, pero, por ejemplo, las fiestas de ‘Moros y cristianos’ que se celebraban en muchas localidades levantinas –Antonio podrá, seguramente, dar fe de ello- como Alcoy, Elche y otras, se han convertido en poco menos que desfiles de disfraces, en los que no cuenta nada de la Historia, no vaya a ser que nos consideren fascistas o cosas peores.

El vecino del sur todos sabemos cómo se las gasta –Mohamed, Ceuta y Melilla son españolas, hazte a la idea-. Todos sabemos, igualmente –yo lo he dicho ya en unas cuantas ocasiones a lo largo de este texto- que el españolito de a pie –en esa categoría no entran las MPE, mentes preclaras encorbatadas, autoras de cosas como la ‘Alianza de Civilizaciones’ y aberraciones similares por el estilo- tiene el gusto, costumbre, o llámenlo como quieran de referirse a los mencionados del sur como ‘moros’, algo que desde múltiples sectores se tacha como racista, xenófobo y con todos esos adjetivos que tan bien sientan en boca de las MPE que decía antes. Si lo de eliminar la espada a Santiago se debe a tenerles contentos, me parece que es un tremendo error.

Pero es que en la noticia de ayer en la que observé este curioso detalle decidido, según el cura, por los feligreses en la Eucaristía del pasado 25 de julio, precisamente el día de la festividad del santo, otrora Fiesta Nacional, se incluyen argumentos tan peregrinos –curioso juego de palabras, ¿no?- para pretender justificar a favor la decisión como que quitarle la espada a Santiago Matamoros puede servir para acabar con toda la violencia, incluida la de ETA. Será que los heroicos gudaris le tienen respeto a Santiago, a España, o a cualquier cosa que no sea su fanatismo.

Así están las cosas, amigos. Quiero pensar que cosas como esta son producto de aburridas tardes de tedio veraniegas. Porque como no sea así, y queramos que siente precedente, jodidos vamos.

Tr3s Son Multitud. La serie por capítulos