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El hombre que evitó el fin del mundo.


El 25 de septiembre de 1983 pudo ser el día del fin del mundo. La Guerra Fría seguía estando presente como telón de fondo de la geopolítica internacional y la tensión entre EEUU y la URSS era creciente por aquellos días. En ese contexto , Stanislav Petrov, teniente coronel de la Fuerza de mísiles estratégico del Ejercito ruso, se encontraba al mando del bunker Serpukhov-15 en Moscu, desde donde se coordinaba la defensa aerospacial soviética .

Su misión era verificar y alertar de cualquier ataque a sus superiores, con lo que se iniciaría el proceso para contraatacar con armamento nuclear a los EEUU.

Durante el verano de 1983, tres semanas antes del incidente que pudo cambiar el mundo, las relaciones entre las dos superpotencias no pasaban por un clima de entendimiento, sino que más bien estaban en crisis. La OTAN había realizado maniobras navales en una zona potencialmente conflictiva (las inmediaciones del Mar de Barents) cosa que la URSS veía con un enorme recelo. A este hecho se unió un incidente ocurrido el 1 de septiembre, cuando un avión koreano, por razones nunca aclaradas, se desvió de su ruta y se adentró en espacio aéreo soviético sobre la península de Kamchatka. El avión fue derribado, muriendo sus 269 pasajeros, entre ellos un representante congresista norteamericano, Larry McDonald.

Como consecuencia del incidente y del clima de tensión agudizado por las políticas agresivas de la administración Reagan, los líderes soviéticos veían como una posibilidad real que EEUU decidiera un ataque nuclear por sorpresa.

En la noche del 25 al 26 de septiembre de 1983, el oficial al mando de la defensa aerospacial era un teniente coronel de 44 años, llamado Stanislav Petrov. El protocolo militar a seguir indicaba claramente que sí se registraba una amenaza en forma de misil nuclear que amenazase el territorio soviético, el oficial al mando debía inmediatamente ordenar un contraataque contra suelo americano e informar a las autoridades. Esa noche el ordenador captó lo que identificó como un misil lanzado desde EEUU con dirección a Moscú. Petrov estaba sustituyendo a un compañero esa noche, pero tuvo que hacer frente al incidente.

A pesar de que en un primer momento la alarma sembró el pánico en el bunker, la primera reacción de Petrov fue de escepticismo. Si Estados Unidos decidía lanzar un ataque, era poco probable que lo hiciera con un sólo misil y dando la oportunidad al enemigo de responder. Podía ser un error informático, -el radar ya había fallado antes- así que ordenó suspender la alarma que hubiera lanzado el contraataque y esperar.

Unos minutos después, las pantallas indicaban que un segundo misil había sido lanzado. A esta alarma le siguieron rápidamente tres más, hasta llegar hasta cinco, lo que podía considerarse ya como una gran ofensiva, puesto que habría cinco misiles viajando hacia territorio soviético. Los radares no podían detectar blancos más allá de la línea del horizonte; para cuando estuvieran en condiciones de confirmar o negar el ataque, podría ser muy tarde como para responderlo.

Petrov solo disponía de la información que le proporcionaba las computadoras del bunker, que recibían la información de los satélites “oko”; intuía que las cinco alertas eran otros tantos fallos del sistema, pero ¿si no lo eran? Estaba consintiendo ni más ni menos que la devastación de su propia nación. Por otra parte, si iniciaba el procedimiento de represalia, estaría desatando un contraataque . No obstante ambas opciones supondrían la muere de millones de personas.

Finalmente Petrov decidió confiar en su intuición y avisó a su superior, el general Yuri Votintsev (a su vez encargado de despertar al Ministro de Defensa, Dimitri Ustinov) que el sistema había emitido una falsa alarma.

La investigación reveló que el error se debió a los destellos del sol en nubes altas, erróneamente interpretados por el sistema de alerta como motores de misiles en funcionamiento. Petrov sin saberlo había salvado al mundo.

Este incidente avergonzó a altos cargos soviéticos y en materia de disciplina militar, consideraron que el teniente coronel Petrov se equivocó en su decisión (ya que su deber era comunicar el dato a sus superiores, y dejar que ellos decidieran si era erróneo o no). Sin embargo, dadas las circunstancias no lo castigaron, pero lo reasignaron a un puesto inferior. Este incidente se mantuvo en secreto hasta 1998.

Años después cuando se dió a conocer la historia, Stanislav Petrov recibió el reconocimiento del mundo. La "Association of World Citizens" (Asociación de Ciudadanos del Mundo) le otorgó su premio "World Citizen Award" el 21 de mayo de 2004, que consta de un trofeo y 1.000 dólares.
En enero de 2006, Petrov realizó un viaje a EE.UU., donde fue homenajeado por las Naciones Unidas. A pesar de estos reconocimientos vivió durante un tiempo como un auténtico desconocido y pasó penurias económicas.

Aunque algunos documentos rusos aseguran que nunca un solo hombre podía haber lanzado los mísiles, la mayoría de expertos en la Guerra Fría considera que el incidente de septiembre de 1983, fue el instante en el que el mundo estuvo más cerca de la guerra nuclear. Petrov, evito el holocausto nuclear que probablemente hubiera acabado con la vida en este planeta. Aunque nunca se consideró un héroe sino un hombre que cumplió con su deber muchos lo consideran el héroe más grande de la historia, o por lo menos el mayor héroe de la historia moderna.

1 comentarios:
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Patino dijo...
jueves, noviembre 13, 2008 12:30:00 a. m.  

Qué injusta es la vida, así como también la Historia lo es. Nunca había oído hablar de este pedazo de HÉROE con mayúsculas. Quién sabe, es probable que si no hubiese sido por él, www.diariodeperiodismo.es no existiese...

Una magnífica demostración de cómo un sólo hombre puede más que la más moderna tecnología, así como una voluntad inquebrantable frente a las amenazas, poniendo por delante el valor de la persona.

Una magnífica historia, Ángel.

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