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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

La semana pasada, tal y como dije, falté a la cita, pero ésta sí regreso para no fallar al público fiel. Hace siete días no publiqué entrada por encontrarme de viaje, el cual, sin ser exactamente de turismo, sí me ha servido para decidirme por un lugar sobre el cual clavar la chincheta de hoy. Vayámonos, pues, a


BELMONTE
25 de mayo de 2009

Ayuntamiento de Belmonte (Cuenca), el pasado 25 de mayo a mediodía. A la derecha, busto de Fray Luis de León, ilustre hijo de la villa.


Tenía claro que, al regreso de este viaje de Madrid, quería probar una ruta alternativa. Explorar carreteras secundarias que me apartaran un poco de la monotonía de la autovía y, de paso, ver de cerca unos cuantos lugares nuevos, de esos que parece que sólo existen en los mapas de escala reducida. Además, la ruta proyectada me llevaba por Belmonte, villa conquense donde nació Fray Luis de León en 1527, con lo cual, no me lo pensé dos veces a la hora de dejarme la A-3 y seguir por vías de la red autonómica de Castilla-La Mancha.

Aunque el destino de mi viaje de vuelta era Ibi, había quedado para comer en La Roda (Albacete). Aún así, iba muy mal de tiempo, puesto que había salido tarde y, además, en los alrededores de Madrid había hecho otra exploración viaria que no me había salido tan bien como ésta. Las rectas y el escasísimo tráfico de las carreteras secundarias de Cuenca me hicieron recuperar algo de tiempo, pero no el suficiente. Aún así, tenía claro que, ya que pasaba por Belmonte, la parada era obligatoria, ni que fuera más que para hacerle la visita del médico.

Una vez en el pueblo, me dejé la travesía de la carretera y me adentré por las calles. En una plaza vi sitio de sobra para aparcar, así que allí dejé el coche. Era la una y diez de la tarde y, en teoría, a las dos me esperaban en La Roda, a unos 70 kilómetros de allí. Si quería ver Belmonte, no me quedaba otra que patearme las principales calles a toda prisa, desenfundando la cámara en cualquier rincón que me pareciera susceptible de ser captado. Lo primero que apareció ante mí, ya en esa misma plaza, fue uno de los arcos de entrada al núcleo histórico (si es que hay algo que no pueda calificarse de "histórico" en este pueblo de apenas 2.200 habitantes). No recordaba el nombre en ese momento; luego ya he visto que se trata del Arco del Almudín, que, visto desde el intramuros de la villa, presentaba este aspecto:



Aunque si hay algo que destaque de Belmonte, aparte de Fray Luis de León, es su castillo del Marqués de Villena, levantado durante el siglo XV. Una de las amigas con las que había quedado para comer en La Roda, bien conocedora de la zona, me había indicado que la fortaleza estaba cerrada por obras, por lo que no podría ver más que el exterior. Por ello, no me molesté en recorrer los aproximadamente dos kilómetros que separan el pueblo del castillo (y menos con lo justo que iba de tiempo), sino que subí a la parte más alta del casco urbano, desde donde se divisaba con una nitidez difícilmente mejorable, y contemplar toda su magnificencia:



Con las obras, la grúa también se contemplaba en toda su magnificencia, pero a ver qué iba a hacer. A saber cuándo vuelvo a tener oportunidad de estar en Belmonte. Así que, además, tenía que aprovechar para hacer fotos en las que apareciera yo, de forma que quedara constancia de mi visita. Reconozcamos que no deja de ser un tanto patético que seas tú mismo quien se haga las fotos en un viaje, pero amigos, es que no me quedaba otra opción. Así que alargué el brazo, me puse a un lado del objetivo, intentando que apareciera el castillo, y, entre muchos intentos, uno de los resultados fue éste:



No podía entretenerme haciendo demasiados experimentos, así que seguí mi veloz ruta por el casco urbano. Tenía a escasos metros la imponente Colegiata de San Bartolomé, situada en lo alto de una loma a los pies de la cual se extiende la mayor parte del casco urbano. Ya que estamos hoy haciendo un derroche de fotografías, ahí va una del templo, para que podáis comprobar que es bien bonito, e intuir, como yo, que por dentro probablemente lo será aún más.



Le eché varias fotos y seguí andando a toda prisa por las callejuelas de la parte alta de Belmonte. Muy cerca de allí había un palacio semiderruido, cercado por una verja de obra, donde un cartel indicaba que el edificio había sido del Infante Don Juan Manuel y que estaba siendo restaurado para convertirlo en una venta dentro de la "Ruta de Don Quijote". Lo poco que quedaba era precioso; se observaban varios arcos apuntados, de estilo claramente gótico, que daban fe de lo que había sido en otros tiempos.

Empecé a bajar hacia donde tenía el coche, buscando de paso el antiguo Convento de Jesuitas, los restos de cuyo claustro conforman hoy una recoleta plaza pública que en las fotos que había visto parecía muy interesante. Pero no la encontraba, y mi reloj se acercaba peligrosamente a las 13.30. Maldije haber explorado carreteras del extrarradio de Madrid, tratando de ahorrar kilómetros y evitar atascos y sumergiéndome entre un reguero de camiones en tránsito hacia decenas de polígonos industriales. De no haber sido por esa memez, hubiera podido ver Belmonte con algo de calma. Pero no era así.

Llegué a la plaza del Ayuntamiento, donde seguía sentado el mismo hombre que, unos minutos antes, me había mirado con una mezcla de indiferencia y sorpresa al verme hacer una foto. Está claro que por Belmonte pasan muchos turistas, pero no creo que sean muchos los que van solos y, además, con una velocidad que parece que les hayan introducido un cohete por vía rectal. Pero las prisas no me podían impedir cumplir con un ritual: comprar un periódico. Al lado del Ayuntamiento había una administración de loterías-estanco, donde intuí que tal vez vendieran prensa. No me equivocaba. Pero, una vez ya con mi ejemplar de El Día de Cuenca en las manos, recordé que tenía un reintegro de la Primitiva sin cobrar. Así que eché mi apuesta para el jueves y el sábado, bromeando con la lotera y su hija (bien atractiva era la moza manchega, por cierto) que "si me toca, vuelvo seguro".

Volví a pasar bajo el Arco del Almudín, haciéndole las fotos que no había realizado en el camino de subida, mascullando en un tono audible cuánta rabia me daba ir con tanta prisa. Creo que un senecto vecino que pasaba bajo el arco en el mismo instante se percató de ello, porque me miró brevemente con esa misma mezcla de indiferencia y sorpresa que había mostrado el paisano sentado en el banco de la plaza. Hay que intentar ver Belmonte con calma, señores.

Al subir de nuevo al coche eran las 13.30 clavaditas. Me había recorrido Belmonte en apenas 20 minutos. Ojalá y llegue el día en que pueda hacer como Fray Luis de León a su regreso a la universidad y soltar aquello de "Decíamos ayer", pero aplicado a que "decíamos ayer que visitaba Belmonte". Es decir, ver este espléndido pueblo con la tranquilidad que merece. Si me toca la Primitiva mañana, vaya si lo haré. Porque ayer ya sé que no me tocó. Acerté nada más un número. Uno solo, que de bien poco sirve.

Este 25 de mayo llegué a La Roda bastante más tarde de lo previsto, pero pude contar a mis amigas que había visto Belmonte. Les expliqué también una simpática anécdota que me ocurrió después, pero eso ya se escapa a la temática de la sección, a no ser que la rebautice como "Pon un pastor autoestopista en tu vida"...

La semana que viene, si puede ser más, señores.

Saludos y hasta la próxima.

29 de mayo de 2009

La Máquina del Tiempo

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El enigma de Alejandría sigue cautivando

Tras el estreno en el festival de Cannes de la película de Alejandro Amenazar, Ágora, el misterio y el enigma de esta ciudad legendaria ha vuelto a salir a la luz. Esta superproducción histórica de firma española, que ha costado 55 millones de euros, relata la historia de la ciudad en el siglo IV d.C. cuando esta urbe egipcia se encontraba bajo dominación romana.

Alejandría se convirtió en uno de los lugares más conocidos e importantes de la antigüedad. Su fama y grandeza es sin duda recordada por ser el centro de la cultura occidental de la época, gracias a su gran biblioteca, devastada por un incendio cuya autoría no se ha podido descubrir por ahora. Este edificio albergaba la sabiduría occidental con más de 700.000 volúmenes.


Faro de Alejandria


Nacimiento de la ciudad

Las crónicas y leyendas antiguas hablan del origen mítico de Alejandría. La ciudad fue fundada por el gran conquistador del mundo antiguo Alejandro Magno, Egipto fue sólo uno más de sus vastos dominios que se extendieron hasta La India. La historia del nacimiento de la ciudad es narrada en sus escritos por el filósofo y escritor de origen griego Plutarco, biógrafo de Alejandro Magno. Según éste Alejandro Magno tuvo un sueño en el que un anciano de cabellos blancos le recitaba insistentemente cierto pasaje de la Odisea de Homero que decía “Hay a continuación una isla en el mar turbulento, delante de Egipto, que llaman Faros”. Cuando despertó quiso poner rumbo de inmediato a la isla y se dio cuanta de su situación privilegiada. Pronto mandó traer harina, a falta de yeso, para marcar él mismo lo que en el futuro iba a ser la gran construcción de Alejandría.

Cuando se encontraba terminando de marcar el terreno aparecieron en el horizonte bandadas enteras de pájaros hambrientos de todo tamaño y clase que comenzaron a picotear la harina esparcida en el enclave. Alejandro entonces se mostró muy preocupado pues interpretó este infortunio como un terrible mal augurio. Pronto acudió a los adivinos quiénes entre dudas y para tranquilizar a su rey dijeron que pese a lo que podía parecer se trataba de un gran augurio y que el proceder de los pájaros significaba riqueza y prosperidad para el futuro asentamiento, que sería lugar de encuentro de todas las razas.

Alejandría en el mundo Antiguo.

En el siglo IV a. C el antiguo Imperio Egipcio se encontraba bajo dominio de la civilización persa. Alejando Magno mantuvo una férrea lucha con su enemigo persa, el Rey Darío III. Hasta su derrota el Imperio Persa era el imperio más poderoso de la antigüedad y su lujo y riqueza era enorme, Darío vivía en un palacio lleno de opulencia repleto de oro y joyas. Cuando Alejandro Magno acabó con el Imperio Persa entró en Egipto aclamado como un libertador, los egipcios eran conocedores de la cultura griega ya que habían fundado varias colonias al sur del mediterráneo y habían llegado a Egipto.

Al poco de ser aclamado en las tierras del Nilo, Alejandro, fundó la ciudad que llevaría su nombre en el delta de este río. El lugar elegido tenía unas extraordinarias comunicaciones y se encontraba frente a la isla de Faros que con el tiempo quedaría unida con Alejandría por un dique.

La nueva urbe pronto se convirtió en un gran centro económico, sus dos puertos a ambos lados del dique que unía Alejandría con la isla de Faros, eran receptores de una gran cantidad de mercancías, bronce procedente de España, estaño de Bretaña, algodón de las Indias, sedas de China etc. Destacaba también entre las construcciones de la ciudad su famoso faro que contenía en lo más alto un fuego permanente que guiaba a los barcos hacia el puerto hasta su destrucción en 1340.

La ciudad de Alejandría se convirtió en una ciudad moderna con todo tipo de servicios entre los que se incluían conducciones de agua por cañerías. Estaba dividida en cinco barrios, a cada uno le correspondía por nombre una de las cinco letras del alfabeto griego. Repartidos por toda la ciudad se podía encontrar mercados, plazas, baños, gimnasios, teatros, estadios y demás edificios públicos. El más importante de los edificios era la asamblea, centro político de la ciudad.

Además de las construcciones funcionales para la clase media existían otras grandiosas por suriqueza artística. Los Ptolomeos edificaron un palacio de mármol con un gran jardín repleto de vegetación, fuentes y estatuas de los grandes hombres de la historia griega. Este complejo también contaba con un edificio de mármol que servia como museo, ya que contaba con todo el saber de la época, se convirtió en el primer centro científico de la historia. Los griegos lo conocían como el santuario de las musas.

El edificio constaba de varios apartados dedicados al saber, que con el tiempo fueron ampliándose y tomando gran importancia. Uno de esos apartados se dedicó a biblioteca y fue quizás el que más creció y el que más fama adquirió en el mundo de la Antiguo. Había también un jardín botánico con plantas de todos los países conocidos, una colección zoológica, un observatorio astronómico y una sala de anatomía donde se hacía la vivisección en cuerpos de criminales y donde, durante algún tiempo, se llegaron a disecar cadáveres.

Entre la arquitectura religiosa destacaba el templo de Serapis, donde se veneraba a un nuevo dios greco-egipcio.

La población era en su mayoría griega, procedente de todas las partes de Grecia. Éstos convivían con una colonia judía y con los egipcios que fueron relegados a un barrio de pescadores, el más pobre y abandonado de todos.

Alejandría brilló por ser centro de la cultura griega, de tal forma que llegó a helenizar el resto el país. Todos los habitantes hablaban griego aunque seguían manteniendo su antigua lengua. El arte y la arquitectura es lo único que se mantuvo propiamente egipcio.

Alejandría durante la época romana

Julio Cesar tomó la ciudad en el 46 a .C y tras asegurar el trono de Cleopatra y casarla con su hermano menor volvió a Roma. Las posteriores disputas entre Marco Antonio y Augusto acabaron con la independencia de Egipto, Marco Antonio convenció a Cleopatra para que entrase en la guerra y tras perderla Augusto tomó Alejandría y la convirtió en propiedad particular suya.

Durante la ocupación romana la ciudad se erigió como un gran centro económico con cientos de miles de habitantes y Egipto se convirtió en el granero de Roma a la que exportaba la tercera parte del consumo de cereal del Imperio.

Durante la dominación romana la ciudad sufrió numerosos saqueos que fueron acabando poco a poco con los monumentos y la cultura. Entre los más sangrientos destaca el de Diocleciano en el 297, tras un asedio de ocho meses se dice que Diocleciano ordenó que la carnicería continuara hasta que la sangre llegara hasta las rodillas de su caballo. Los Alejandrinos se libraron de la muerte porque el emperador romano se cayó al resbalar en un charco de sangre.
Además de la mano del hombre otras causas fueron las responsables de que la ciudad fuese perdiendo su esplendor.

Desaparición de la ciudad

Las causas que apuntan al por qué de la desaparición de gran parte de esta magnífica ciudad con sus grandiosas construcciones bajo las aguas del mediterráneo son varias, por un lado se encuentra la hipótesis de que la causa fue el excesivo peso de sus enromes monumentos en unas tierras débiles que cedieron fácilmente . Por otro lado investigador británicos han concluido por una serie de estudios que el hundimiento de las tierras se pudo producir por causas climáticas, probablemente producido por un sutnami.

Lo cierto es que este misterio y muchos otros siguen aún abiertos, Alejandría seguirá suscitando fascinación en los conocedores de su apasionante pasado y películas como la de Alejandro Amenabar servirán para que los que no lo conozcan se acerquen al mito y la leyenda que se esconden bajo su historia. No obstante para ver la película habrá que esperar hasta otoño.



reflexiones a pilot rojo

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Vaya panorama, don Alfonso

Como dijo el matemático Carlo Frabetti, “no somos pedófilos aunque en las bases de nuestro partido no se condene la pedofilia”. Sin embargo, cabe establecer la correlación de socialismo, independencia y hombre-alcohol para que Iniciativa Internacionalista forme parte del entorno de ETA. Otra personalidad de la cultura, en este caso Isaac Rosa, decía no estar seguro de ser batasuno por opinar en contra de la Ley de Partidos, ya que se acerca al nivel de sospechoso si continúa la política “del entorno del entorno” que aplica la justicia a partir de esa Ley. Por cierto, ese hombre-alcohol no es otro que Alfonso Sastre, gran dramaturgo y escritor acallado y censurado continuamente por su línea izquierdista que, como el alcohol, cuando se toma contacto con ella, escuece.

Sastre, de 83 años, no está ya para jueguecitos. Después de una vida de lucha contra la dictadura franquista, de censura tras censura de su obra teatral, después de esconderse para evitar sustos, de arriesgar con sus escritos una vida, de ser uno de los últimos representantes de la generación de los 50 y de los mejores de la época escribiendo en castellano, llegan ahora cuatro soplagaitas sin conciencia a decirle a don Alfonso que no, que no puede presentarse a las elecciones. Que es un terrorista. Yo, si fuese don Alfonso, a la par de cagarme en sus licenciaturas, me estaría partiendo de risa entre whisky y whisky de la irresponsabilidad de los nuevos censores. Niños pijos que disfrutan –disfrutamos- de lo que personas como el dramaturgo vasco-madrileño hicieron, de las luchas, los mensajes que se colaban entre las rejas fascistas, cuando en plenos años 50 don Alfonso se jugaba el pellejo entre señorones de barriga y puro. Estos abogaduchos de la nueva justicia no saben valorar el pasado, lo heroico, porque, seguramente, o no tienen ni idea o directamente el interés les impide valorarlo.

Pero nada, Alfonso, que es usted un terrorista. Lo dijo Vázquez-Montalbán, lo suscribió Javier Ortiz y más tarde lo rescató Ignacio Escolar: “te acuestas siendo un triste socialdemócrata y te despiertas siendo un izquierdista peligroso”. Y es cuando te das cuenta de que, como has estado dormido, la culpa no es tuya, es de la transformación que ha sufrido el resto.

El PP, que por cierto aún no ha condenado el franquismo y causó unos pocos muertos más que ETA, sigue anclado en gran parte en ese régimen; el PSOE tiene franquitis crónica, como se la diagnosticó Carlos Tena tras las censuras sufridas por González en los 80 y se niega a condenar los GAL o las deportaciones forzosas de inmigrantes. Tampoco la guerra de Afganistán. Ambos partidos defienden el capitalismo en su versión más salvaje, que ha causado miles de muertos provocados por las enormes desigualdades que se levantan con su aplicación. Izquierda Unida, al igual que hizo el PCE en 1977 con los partidos a su izquierda todavía ilegales, ni acerca el oído ni abre la boca, por si acaso.

Y ahora llega el Supremo y establece conexión ideológica de Iniciativa Internacionalista con Batasuna. Si se tiene en cuenta de que la lucha contra la desigualdad, el machismo, el fascismo, la precariedad, el capitalismo, las monarquías… etc., lo mismo hasta yo pertenezco a Batasuna, como Isaac Rosa. Pero nada, que II no condena la violencia, como Batasuna. Que pone que su objetivo es conseguir un final dialogado de la violencia, que abogan por la paz, pero oye, que no dice no a ETA y eso no vale. Que, como dice Rubalcaba, “o se está con las bombas o con los votos”. O con el Rey o a la hoguera. O con los buenos o con los malos. Pero no sirve preguntarse por qué los malos son tan malos y en los buenos hay fachada única con grietas taponadas. A mí, que no me gusta la violencia ni en una pelea de boxeo, tampoco me va lo de la censura ni el ocultar la realidad. Tampoco los complejos que provocan las prohibiciones ideológicas y los mimos hacia los símbolos que todos debemos adorar.

Estas situaciones, aunque pueda parecer lo contrario, tienen su lado positivo: que todavía hay personas que no se conforman, que quieren cambiar la injusta realidad mundial, que no obedecen los dictados oficiales de “Dios, Patria y Rey” y que cuando existen dos visiones enfrentadas, siempre puede surgir una alternativa que puede ser mejor. Por eso hay que acallarla.

¿Se da cuenta, don Alfonso, la que nos espera a los que estamos empezando en esto? Salvando las distancias, algo que ver tiene con aquellos años 50. Solo han cambiado las formas.

Para ti, en pocas líneas: eurodiputados

Menos unas cuantas honrosas excepciones, dais pena. No solo como trabajadores, sino como personas: desde ahí os reís de los ciudadanos que ponen la pela para que vosotros os lo gastéis en dietas que levantan sospechas. ¿A qué estáis? ¿A los vientos bálticos? Resulta que, de 785 diputados, en ocasiones os presentáis solo 50. Rosa Díez, Mayor Oreja y Antoni Grau no están entre ellos. Luego, al igual que lo hacen aquí, justificáis vuestras ausencias con argumentos estúpidos. Como dice el eurodiputado de Iniciativa Per Catalunya, el incansable Romeva, “muchos no tienen conciencia de lo que es el Parlamento Europeo”. Romeva presentó cientos de preguntas, informes, resoluciones, iniciativas… mientras otros a lo mejor alguna vez hablaron. Todo por el mismo precio. Voy a cambiar de parecer: despido libre para representantes políticos vagos. No tenéis ni idea de la vida en la tierra.

CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

La inactividad de esta bitácora se hace cada vez más palpable, y las excepciones de Karny y Ángel Muñoz se hacen todavía más honrosas. Por ellos, y por la gente que pueda quedar que lee esta página con frecuencia, me veo en la obligación de seguir aquí hasta que la persona responsable me indique lo contrario. Además, la semana que viene, casi con toda seguridad, no podré sentarme frente al ordenador en la noche del viernes, con lo cual, me parecía adecuado hacerlo hoy.

También he creído oportuno hacer una nueva incursión en la comunidad autónoma donde radica el domicilio social del blog, a modo de guiño hacia quien le pone empeño a sus iniciativas. Aparte de esto, cómo no, se trata de un lugar la visita al cual no me dejó nada indiferente, y tuvo algún momento de esos que dicen "para la posteridad". Es toda una recomendación, pues, el que conozcáis



RELLO
10 de mayo de 2008




Se podía decir que el día era de perros. Llovía de forma constante, a ratos con intensidad, y la temperatura era bastante baja para esas alturas del año. Pero había que aprovechar la ocasión de estar por aquellos andurriales, que tan lejos quedaban de mi lugar de residencia. Aquel 10 de mayo era la única oportunidad para conocer tierras del sur de Soria hasta quién sabía cuándo, por lo que no había que dejarla pasar sin aprovecharla. Y, en concreto, un par de meses antes había visto un reportaje sobre Rello en televisión, así que decidí que, ya que al poco tiempo haría un viaje por los alrededores, la visita a aquella localidad no podía faltar.

Las carreteras de la zona eran de todo menos alusivas al siglo XXI, y en un día de lluvia, algo peligrosas si no se iba con suma prudencia. Pero al final apareció Rello al fondo. La imagen que había visto en televisión no era nada distorsionada: un recinto fortificado venido muy muy muy a menos y, extramuros, unas cuantas casas más, medio desparramadas. Mucho silencio, mucha casa cerrada y abandonada; el retrato del desolador despoblamiento, reforzado con la intensa lluvia de la jornada. La única persona a la vista era un hombre que guardaba un tractor, materiales de construcción y aperos agrícolas en un garaje, supongo que porque no era día para tenerlos fuera.

Se quedó mirando con detenimiento el coche forastero que llegaba y aparcada a la entrada del pueblo, y a las dos personas que bajábamos de él. "Buenos días", dijo. "Buenos días", respuesta a la cordialidad. "Bueno, buenos días, por decir algo, porque... vaya día han escogido para venir", añadió, con una cierta sonrisa. "Sí, muy malo, pero es hoy cuando estamos por aquí, no podemos otro día", le dije, también medio riéndome. No había otra respuesta posible; no había un mañana para volver a Rello. Además, la lluvia, que en ese momento caía con bastantes ganas, daba a la ocasión un componente melancólico nada desagradable.

La villa de Rello, que como decía antes tiene su casco urbano amurallado, está encaramada en lo alto de una peña rocosa y, vista desde el este y el sur, tiene aspecto de fortaleza irredenta; nosotros llegamos desde el oeste, por donde tan sólo hay que subir una mínima cuesta para acceder al intramuros de la villa. Rello aparece citado en el Poema de Mio Cid, e imagino que en el pasado conocería épocas de un gran esplendor; su trazado urbano es un vestigio de ello. Pero el presente es mucho menos romántico: según el último padrón oficial de habitantes, sólo 27 personas habitan en tan monumental pueblo.

El declive de Rello se evidencia en su propio estado de conservación; las murallas, que uno se las imagina fuertes, consistentes, inexpugnables, están semiderruidas en algunos tramos. Lo mismo se puede decir de muchas de sus casas, sobre las que el tiempo ha dejado caer todos sus males. Pero pese a todo, aquellas callejuelas silenciosas todavía rezumaban, en esa mañana lluviosa de mayo, toda la nobleza de otras épocas. Las piedras mantenían intacto el testimonio de lo que Rello debió ser en el pasado.

Pensé en otros conjuntos monumentales existentes en distintas zonas de España, en cómo han sido mantenidos a tiempo, o bien restaurados o recuperados, aun en casos de poblaciones con pocos habitantes. Pero parece ser que ninguna administración pública superior se ha preocupado por Rello todo lo que debiera; de lo contrario, no hubiera consentido que presentara ese aspecto de semiabandono. Y está claro que el presupuesto de un ayuntamiento con 27 vecinos bastante tiene con llegar para cubrir los suministros básicos. El único espacio público visiblemente cuidado era, además de la puerta principal de acceso al intramuros, la Plaza Mayor, donde se mantiene además una espléndida picota, en la que quién sabe cuántas cabezas llegarían a colgarse en su momento...

No tardaría en verse Rello, si no fuera porque cada rincón invita a detenerse, a la contemplación; desde la vista panorámica que se obtiene desde las murallas hacia el sur y el este, hasta cada uno de los callejones o las piedras que ofrecen datos como el año de construcción de alguna casa. Y la lluvia de ese 10 de mayo no llegaba a ser una molestia, en absoluto; al contrario, invitaba a la calma y, al ser además el único sonido de la mañana en aquel recóndito lugar de Soria, se agradecía su compañía.

Pensábamos que no veríamos a nadie más que al señor que ordenaba su garaje, cuando de repente salió de una casa una mujer muy mayor, que probablemente habría cumplido los 80 hacía ya unos cuantos años. Encorvada y arrugadísima, se protegía de la lluvia con un paraguas totalmente destrozado, que parecía ser más viejo aún que ella. Se sorprendió al vernos, es seguro que no esperaba encontrarse a dos personas casi a la puerta de su casa. Al llegar a nuestra altura se paró a hablar con nosotros. "Buenos días como aquel que dice", dijo, casi riéndose. "Menudo día les ha tocado", siguió.

La típica conversación sobre el tiempo cobraba todo su sentido en Rello, a media mañana de un lluvioso 10 de mayo de 2008. Me fijé en los ojos de la anciana, de un azul intenso, bellísimos. Pensé que aquella mujer debió ser guapa de joven, y en el Rello que ella debió conocer entonces, con bastante más vida que ahora. Al mismo tiempo, le seguía la conversación. Pero, de golpe, la mujer se para y, fijando un poco más su maltrecha vista en mi, exclama: "¡Ay! ¡Pero si ustedes no son los que están alojados en la casa rural! ¡Me he confundido!" Efectivamente, no estábamos alojados en la casa rural que habíamos visto que existía, y cuya chimenea era una de las pocas del pueblo de la que salía humo en esa fría mañana. La mujer parecía sentirse avergonzada por habernos confundido con otras personas, y, al tiempo que se reía, no paraba de pedirnos perdón por habernos entretenido. "¿Pero qué le vamos a tener que perdonar, mujer? ¡Al contrario!" La agradable viejecita seguía riéndose, nos explicó: "Si es que, ¿saben ustedes qué pasa? Que nos encanta que venga gente a ver el pueblo, porque así tenemos alguien con quien hablar".

Nos echamos todos a reír con tan simpática explicación de la anciana. Al margen de que nos hubiera confundido, estaba claro que aquella mujer había visto el cielo abierto esa mañana al salir de casa y ver a dos forasteros visitando Rello, porque podría dirigir la palabra a dos personas distintas a la escasa veintena que componen el universo social de su pueblo. Me pareció una frase magnífica, muy reveladora, pero, al mismo tiempo, también desoladora. Rello, como tantos otros pueblos de España, se está muriendo, y ni siquiera la puesta en valor de su espléndido patrimonio monumental y su conversión en un lugar más o menos turístico ha logrado invertir el dramático proceso por ahora.

La lluvia seguía cayendo sobre los silenciosos callejones cuando nos subimos al coche para seguir haciendo ruta por la zona, en busca de otros pueblos de vida más o menos similar. Me fui de allí con la sensación de haber encontrado aún mucho más de todo lo que ya de por sí esperaba. Es probable que aquella vecina anciana no tuviera estudios, pero su frase había sido digna de la conclusión del más profundo análisis sociológico: a los habitantes de Rello les gusta que vayan a su pueblo para así tener otras personas con quienes hablar.

La semana que viene, como ya he dicho, lo más probable es que no haya entrada, pero posteriormente las seguirá habiendo mientras el barco siga a flote.

Saludos y hasta la próxima.

15 de mayo de 2009

reflexiones a pilot rojo

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Reflexiones a pilot rojo

Se sufre, se llora, se piensa, se resquebrajan las fotos frente a los ojos y se rompen cristales tras el fuerte portazo del adiós. Sentimientos, pasiones, emociones, las cosas pequeñas que siempre ayudan también me las apunto, las grandes, el éxito, pero también el fracaso y la risueña mirada del que te da la palmadita en la espalda y echa el capote a la vuelta de la esquina. La vida se compone de mucho más que eso: preguntádselo a dos conceptos cruciales, el de la vida y el de la muerte. Pero tampoco son suficientes, oiga.
Hace poco, leía un artículo de Pérez-Reverte, no recuerdo el título, en el que relataba las peripecias de un hombre octogenario más cerca del centro de la tierra que Philip Fogg. Mientras salía de la habitación en la que dormía con su esposa y sorteaba difíciles obstáculos probablemente mínimos para cualquiera de nosotros, iba recordando sus años en el Maquis, en los que luchaba desde las montañas contra el dictador y buscaba para sus hijos un futuro culto, libre y en igualdad. Con la camisa rota y los dedos fuera de las viejas botas de labriego, iría sorteando militares y osos con un fusil de corto alcance y cuatro balas que robaría al descuido del dormido y joven soldado. Al igual sorteaba las sillas, las puertas y las jodidamente empinadas escaleras para llegar a su destino 50 ó 60 años después: parecía que le iba la vida en ello. Finalmente, alcanzó el lugar que buscaba con ahínco y, mandando a la mierda a sus hijos, al médico y a la sobrina chapas, sacó el Ducados y se lo chiscó. Eso sí que era el cielo.
Esas líneas me hicieron reflexionar: noche y día aparecía por mi mente un pensamiento, ese del “todo llega”, de ahí estaremos toreando los minutos para vivir un día más. Y que no nos pille un coche o nos entre la malaria, o que algún desaprensivo decida cruzarse en nuestras vidas. ¡Qué trágico eres! No, solo es un aspecto de la vida real. Porque, tristemente, solo hay una manera de llegar a este mundo pero muchas formas de largarse, y eso es tan cierto como que ZP es un incapaz.
Por eso, aunque tarde ya que estoy fuera de día de publicación (tampoco creo que importe mucho), he decidido compartir estas líneas con los dos o tres que me leéis. Una pena no creer, la verdad, porque esa puta reflexión se convierte en una carga que con apenas 22 veranos suena a esquizofrenia severa. Sin embargo, y desde una posición radicalmente atea como no la he tenido nunca, he de reconocer que merece la pena luchar. Que ser un ‘viva la virgen’ es como estar envasado al vacío, y el estar pasado de rosca es respetable, pero al final no te enteras de nada. Eso del ‘vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver’ que cantaban los Sex Pistols, se lo pueden meter por el recto y que les duela. Una cosa es una cosa y otra imitar a los de las mil vírgenes esperando en el cielo.
Mañana será otro día y habrá que aprovecharlo, sí: pero desde la dignidad más pura y la entrega; no desde el egoísmo y la egolatría, sino pensando en la alegría que se llevarán tus hijos cuando descubran que ‘eso’ lo hicieron su madre o su padre; y, por supuesto, despegar el culo del sofá, que parece que Ana Rosa Quintana es ya de la familia, destapar las falsedades que has aprendido y aplicado y ser verdadero, amigo, digno. Ya no me sirven las miradas complacientes de los rufianes lameculos y meapilas, ni las sonrisas en las que lo que menos hay son sonrisas. No hombre, no, tu a mi no me engañas. Como dijo ese hombre empachado de sí mismo que dirige el Instituto de la Lengua de nuestra entrañable Comunidad, “no respeto tus ideas, las discuto y te respeto a ti”. Pues yo a los esquilagalgos que sonríen tontamente y pican las columnas vertebrales en la sombra, por más cordiales que sean, ni siquiera los respeto. Que de ser bueno a ser bobo hay una delgada línea, y se llama tener agallas.
Una manera de quedarse a gusto es compartir, y, a la vez, muchas veces compartimos por egoístas, como es el caso. La vida, a mi juicio, es ésta, nada más. Constrúyela dignamente. Te lo dice uno que no tiene ni puta idea de cómo hacerlo.

CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

Volvemos a clavar la chincheta sobre la piel de toro. Esta noche voy un poco más tarde de lo habitual (bastante más de lo que dice la hora oficial de posteo), por lo que trataré de ser breve. Pero al margen de que la entrada sea más o menos larga, lo que está claro es que os invito a daros un nuevo garbeo, esta vez por


CARTAGENA
3 de enero de 2009

Vista parcial del recuperado Teatro Romano de Cartagena, en la mañana del 3 de enero de 2009. De nuevo, puedo poner una foto mía en la sección.


Había estado una vez en Cartagena, en el invierno de 1995, en un viaje de estudios cuando iba a 2º de BUP (no sé si es necesario aclarar que era el equivalente al actual 4º de ESO). Lo organizaban las profesoras de Latín, con el objetivo de mostrarnos fundamentalmente las huellas romanas en la segunda ciudad de la bicéfala Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Y pudimos ver unas huellas, pero más bien algo borradas. Encontré una ciudad muy degradada, cual enfermo desahuciado, donde los vestigios del pasado eran poco menos que ruinas abandonadas y enterradas. Cartagena padecía en esos años las consecuencias de una dura reconversión industrial, que hacía mella sobre todo en su maltrecho casco histórico, venido muy a menos con el paso de los siglos.

Mis impresiones sobre Cartagena comenzaron a cambiar después de que un amigo se estableciera no muy lejos de allí y me informara de la enorme transformación que había experimentado la ciudad. Recuperación de monumentos históricos importantísimos, saneado integral del casco histórico, revitalización comercial de las principales calles, una vida cultural bastante intensa... Explicaciones que invitaban a desprenderse de añejos recuerdos y de los prejuicios generados por aquéllos. Así que, al ir a visitar a este amigo en los primeros días del año 2009, consideré que valía la pena predisponerse a cambiar el chip sobre Cartagena.

El 3 de enero de 2009 era un día nublado en la antigua Carthago Nova, pero aún así la ciudad me pareció luminosa. Es cierto que, por su ubicación en un puerto natural, no se abre mucho al mar, pero aún así me dio la impresión de que eso no impide que la claridad que refleja el agua llegue tierra adentro. Callejeamos con el coche antes de encontrar aparcamiento en una calle al pie del promontorio donde se alza el castillo de la Concepción. Desde allí se divisaba parte del puerto, que me sorprendió en buena medida recuperado para el uso ciudadano, con una amplia zona de paseo y restaurantes. No era ésa la imagen que tenía yo de aquel lugar en el invierno de 1995.

Catorce años atrás, el histórico edificio del Ayuntamiento podía ser candidato a convertirse en un caserón abandonado. Esa mañana de enero de 2009, en cambio, era un imponente palacio en todo su esplendor, que sorprendía a cualquiera que pasara por su puerta. Muy cerca de allí, el impulso turístico a la ciudad se dejaba sentir en una oficina donde se nos indicó con pelos y señales qué pasos seguir. Y enfrente, la entrada al Teatro Romano, durante siglos sepultado bajo el cerro que creció sobre sus ruinas y las casas que en él se construyeron.

En 1995, aquello no era más que una montaña con una iglesia parcialmente derruida a la que llamaban la Catedral Vieja y casas abandonadas e igualmente a punto de caer. En 2009, las ruinas de la iglesia, restauradas también aunque sin reconstruir el edificio al completo, eran la puerta de entrada al impresionante Teatro Romano. Parecía mentira que todo aquello hubiera estado oculto en el subsuelo durante tanto tiempo. Ahora, no sólo se recuperaba un monumento espectacular, sino también un magnífico recinto para el uso cultural.

El Augusteum, el Decumano o la Casa de la Fortuna son otras huellas del pasado romano de Cartagena que nos dio tiempo a ver, combinando las visitas con el paseo por la calle Mayor (compré lotería para El Niño y la lotera se pasó el décimo por su incipiente chepa, pero no me tocó nada), eje comercial desde el puerto hacia el norte, y donde se veían, al igual que en otras calles próximas, los aires modernistas de otra época de bonanza para la ciudad como los comienzos del siglo XX. Décadas de pujanza antes de la Guerra Civil, una contienda que, como en todos los puntos de España, también dejó su trágico sello en Cartagena, que se recuerda en el refugio antiaéreo recuperado como museo que también visitamos.


Bocana del puerto de Cartagena desde el castillo de la Concepción, 3 de enero de 2009.


Mi reencuentro con Cartagena culminó con la subida al castillo de la Concepción, desde el que había unas magníficas vistas del casco urbano de la ciudad y del puerto. Se veían muchas grúas por el casco antiguo, restaurando fachadas, edificios históricos enteros o monumentos del pasado, como el circo romano que siglos más tarde reciclarían como plaza de toros. Me reafirmé en la sensación de que tenía delante una ciudad que se había reinventado a sí misma en poco más de una década. Si me lo hubieran dicho en 1995, no me lo hubiera creído, pero en esa nublada tarde del 3 de enero de 2009, contemplando Cartagena, pensé que tenía que tragarme las palabras que aticé a la ciudad en un artículo del periódico del instituto donde empecé a desarrollar la vocación por la profesión que ahora ejerzo. Aquel artículo adolescente se titulaba "Ave, Carthago ¿Nova?"; 14 años después, comprendí que sí, que lucía como si fuera totalmente nova.

Hasta aquí la chincheta de hoy. La semana que viene, como siempre, más si puede ser.

Saludos y hasta la próxima.

8 de mayo de 2009

La Máquina del Tiempo

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Un historiador británico afirma que Jack el destripador fue un invento del periodismo

El historiador británico Andrew Cook ha publicado el libro Jack the Ripper: Case Closed, en el que en base a una seria de investigaciones dice que el famoso asesino en serie fue un invento de la prensa.



Jack el destripador es para muchos uno de los mayores asesinos en seria de la historia, su mito y su leyenda, que ha inspirado numerosos libros y películas e incluso ha creado un circuito turístico por Londres, crea todavía hoy una gran controversia entre los que creen que efectivamente existió y los que defienden como es el caso de Cook que fue un invento sensacionalista orquestado para vender más periódicos.

En este sentido la idea que se discute es si los cinco crímenes que se le atribuyen, es decir los brutales asesinatos de cinco prostitutas fueron perpetrados por una única persona o si bien se trata de varios crímenes realizados por personas diferentes. En referencia a esto, muchos creían en lo segundo, como es el caso del jefe de policía de la Whitechapel, zona de Londres donde tuvieron lugar los asesinatos, o el cirujano que asistió a la policía, Percy Clark que admitió la posibilidad de que tres víctimas hubiesen sido asesinadas por la misma persona, pero las demás no. También el veterano policía Thomas Arnold, adscrito a la misma comisaría del Este de Londres cuando comenzó la serie de asesinatos, declaró al jubilarse que nunca consideró que una de las cinco prostitutas, Mary Kelly, hubiera sido asesinada por el Destripador

El primero en decir que un solo hombre estaba detrás de los crímenes que atemorizaron a la ciudad de Londres en 1888 fue el diario Star. Este periódico se creó tras el primer asesinato y realizó un tratamiento sensacionalista del tema con el fin de conseguir una gran tirada. Y lo consiguió ya que su tirada alcanzó los 232.000 ejemplares

También se dice en el libro de Andrew Cook que el periódico Star fue el que difundió la carta en la que Jack el destripador admitía la autoría de los crímenes. Esto se produjo cuando la policía inglesa puso en libertad al principal sospechoso para dicho periódico, un zapatero local al que se había situado como responsable de los asesinatos. Esto le produjo un descrédito al nuevo rotativo, por lo que contraatacó según Cook con la elaboración de esta carta que suponía la existencia de un asesino cruel y despiadado por las calles de Londres, lo que creó una enorme alarma social. Este argumento lo sustenta el historiador en la investigación de una prestigiosa calígrafa, Elaine Quigley, que relaciona la letra de la carta con la de un periodista del Star.

En dicha carta aparecía lo siguiente: Querido Jefe, desde hace días oigo que la policía me ha capturado, pero en realidad todavía no me han encontrado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo a gritar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito.

En cuanto a la teoría de Cook muchos investigadores e historiadores opinan que no revela nada nuevo. Desde hace tiempo varios especialistas en el tema han hablado sobre la idea de que los crímenes fueran perpetrados por varias personas y de que el Destripador fuera un invento de la prensa, interesada en vender más periódicos. En lo que no se ponen de acuerdo es en quién fue el redactor que escribió la carta a la policía que creaba el mito.

Si bien el libro de Andrew Cook no es el definitivo cabe esperar que surjan nuevos datos y teorías sobre el misterio de Jack el Destripador, un misterio que se mueve entre los límites de la realidad y la ficción

Con respecto a toda esta polémica los interesados en el tema pueden leer una reseña sobre el famoso asesino en el siguiente enlace: "http://www.jackeldestripador.net"

CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,


La Fiesta del Trabajo, sí, pero como la semana pasada no pude cumplir con mis obligaciones blogueriles, invierto un poco de mi tiempo en ello hoy, aun a sabiendas de que es probable que pocos vean esta entrada dada la fecha. Vuelvo a tirar otra vez para la vertiente mediterránea, para clavar la chincheta sobre un sitio bastante singular, llamado



SANT JAUME DE FRONTANYÀ
1 de agosto de 2007


Sant Jaume de Frontanyà (Barcelona), 1 de agosto de 2007. Puede comprobarse que estuve allí.


Mis visitas a Cataluña se repiten con una frecuencia de al menos una vez al año, aunque casi siempre acabo yendo a los mismos lugares, por aquello de ver a familiares y amigos. Sin embargo, en el verano de 2007 tuve la oportunidad de conocer en profundidad otras zonas como la denominada Catalunya Central, que viene a corresponderse aproximadamente con la mitad norte de la provincia de Barcelona. Un buen amigo de Manresa me invitó unos días y, desde allí, nos acercamos hasta distintos lugares de interés de las inmediaciones.

Una apretada agenda del 1 de agosto nos llevó, entre otros sitios, a Sant Jaume de Frontanyà. Mi amigo, sabedor de mis delirios geográficos, tenía claro que ése era uno de los lugares imprescindibles aquella jornada. Su iglesia parroquial, que data del siglo XI, es una de las grandes joyas del románico catalán, que nadie que visite la zona debe perderse. Pero hay otro motivo que hace curioso a este minúsculo pueblo de la comarca del Berguedà, mucho más relacionado con mis aficiones. Éste el municipio más pequeño de Cataluña; su casco urbano está compuesto por apenas una veintena de casas y, según los últimos datos, sólo 29 personas moran en toda la jurisdicción de su ayuntamiento. Y aún hay algo más: después de que, hace unos años, su alcalde se quejara de la escasa atención que recibían las zonas rurales de Cataluña por parte de la administración, la Generalitat escogió a este pueblo como lugar para la presentación del nuevo Estatut. Llámese esto último frikada si se quiere, pero para mí, otro motivo más que de sobra para ver Sant Jaume de Frontanyà.

No sólo la Generalitat hizo caso al alcalde y los vecinos de Sant Jaume de Frontanyà, sino también la Diputación de Barcelona, que había arreglado la carretera de acceso pocas semanas antes de nuestra visita. Así que mi coche no sufrió grandes penurias para llegar hasta allí, atravesando parajes totalmente alejados de cualquier signo de vida humana (salvo por el asfalto de la carretera), donde la mayor preocupación, aparte de prestar atención a las curvas y la estrechez de la vía y no quedarse anonadado mirando el paisaje y caer por algún barranco, era tener cuidado con alguna que otra vaca que, ajena a todo, cruzaba la carretera de manera espontánea. Una de las caras poco habituales de Cataluña, la de sus espacios rurales donde la vida parece como si se hubiera detenido hace mucho tiempo. A apenas media hora en coche, la capital comarcal, Berga, presenta el bullicio urbanita de cualquier núcleo de cierto tamaño en el siglo XXI. Pero esa media hora da pie a un delicioso contraste.

A la entrada de Sant Jaume de Frontanyà, un cartelón te da la bienvenida y te pide, si os place, que dejes el coche en un aparcamiento. Con unos modales tan educados (aquello que dicen del seny català), a ver quién va a negarse. Así que dejé mi coche en la explanada asfaltada y nos dirigimos hacia el interior del pueblo, que, como decía antes, no es más que una pequeña agrupación de casas en torno a la espléndida iglesia románica. Me llamó la atención su tamaño, algo mayor para lo que acostumbra a ser el románico. En cambio, el interior era lo esperado: sensación de oscuridad y recogimiento, tan carismática del románico y que producía también cierta relajación.

El interior de la iglesia era austero, pero la escasez de alharacas permitía precisamente contemplar mejor una perla arquitectónica de tan increíble valor. Además, tuvimos suerte de que precisamente esos días hubiera en el templo una exposición sobre la Edad Media, lo cual nos permitió ilustrarnos un poco más acerca de lo que estábamos viendo y su contexto. Y a la salida, el fuerte contraste entre la penumbra del interior y la luz que irradiaba el sol en aquel mediodía de agosto. Apretaba también el calor, pero al ser plena montaña se hacía bastante más llevadero.

El pueblo se veía en un minuto, con lo cual, hecha la visita, y siendo la hora que era, nada mejor que llenar el buche. Mi amigo me tenía otra sorpresa guardada para la jornada: se da la circunstancia de que el alcalde, el mismo que consiguió que el nuevo Estatut catalán se presentara en primicia en Sant Jaume de Frontanyà, regenta una fonda-restaurante. Y allí que nos fuimos. Es un establecimiento pequeño, en el que el mismo propietario atiende las mesas, con lo cual, debo decir que fue el propio señor alcalde de Sant Jaume de Frontanyà el que me sirvió la comida. No todos los días le pasan cosas así a un fanático de la geografía como yo, qué queréis que os diga.

El ágape, bastante copioso, estuvo además regado con vino, de manera que, antes de volver a pillar el coche para seguir recorriendo el Berguedà, no quedó otra opción que recorrer varias veces el perímetro del pueblo hasta que me encontrara en las condiciones adecuadas para conducir. Y el chicharrero de las cuatro de la tarde en agosto, aun a 1.072 metros de altitud, no invita a pasear demasiado. Pero no quedó otro remedio. Eso sí, así pudimos decir que habíamos visto Sant Jaume de Frontanyà en profundidad. El pueblo más pequeño de Cataluña, con un gran tesoro en su mínimo casco urbano como es su fantástica iglesia románica, pero también con otras curiosidades que valen la pena.

Hasta aquí por hoy. La semana que viene, más si puede ser.

Saludos y hasta la próxima.

1 de mayo de 2009

Tr3s Son Multitud. La serie por capítulos