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Yo aquí vengo para hablar de mis libros

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ARTURO PÉREZ REVERTE

Nacido en Cartagena en 1951, Reverte perteneció tanto al mundo de la literatura como al del periodismo. Ejerció como reportero de guerra durante 21 años, primero para el Diario Pueblo, donde permeneció 12 años, y luego para Televisión Española. Como reportero ha asistido a la mayor parte de los conflictos internacionales (Chipre, Líbano, Eritrea, Sahara, El Salvador, Angola…)

En 1986 inició su carrera como novelista y en 1994 abandonó su profesión de reportero para dedicarse de lleno a la literatura. Desde 1991 es columnista en el suplemento dominical El Semanal. Ha publicado hasta el momento diecisiete novelas y varias colecciones de artículos. Sus novelas La tabla de Flandes, El maestro de esgrima y El club Dumas han sido adaptadas al cine con éxito, esta última con el título de La Novena Puerta por Roman Polanski.
Ingresó en la Real Academia Española el 12 de junio de 2003, para ocupar el sillón T, vacante desde el fallecimiento del filólogo Manuel Alvar en 2001. En 2006 se estrenó la película Alatriste de Agustín Díaz Yanes, basada en su serie de novelas de El capitán Alatriste.

La tabla de Flandes


Es uno de los últimos libros que he podido leer de este autor. A mi parecer la historia está muy bien contada, aunque es cierto que el libro te engancha hay momentos en los que se hace bastante pesado, tal vez sea el abuso de las descripciones el que provoque esta sensación. Pero esto no empaña esta gran obra que Perez Reverte en la que la trama se desenvuelve con una excelente brillantez característica en las narraciones de este autor.

SINOPSIS

A finales del siglo XV un viejo maestro flamenco introduce en uno de sus cuadros, en forma de partida de ajedrez, la clave de un secreto que pudo cambiar la historia de Europa. Cinco siglos después, una joven restauradora de arte, un anticuario homosexual y un excéntrico jugador de ajedrez unen sus fuerzas para tratar de resolver el enigma.
La investigación les conducirá a través de una apasionante pesquisa en la que los movimientos del juego irán abriendo las puertas de un misterio que acabará por envolver a todos sus protagonistas.
La tabla de Flandes es un apasionante juego de trampas e inversiones -pintura, música, literatura, historia, lógica matemática- que Arturo Pérez- Reverte encaja con diabólica destreza.

Y para terminar con la sección de hoy os dejo uno de los artículos que Reverte escribe en El Semanal. Éste en concreto es del 6 de mayo. Y hasta aquí puedo leer hoy, la próxima semana mas y mejor.


PATENTE DE CORSO
Viejos maestros de la vida

Antes –supongo que ahora es lo mismo, pero menos– debíamos mucho a los viejos zorros de colmillo retorcido y rabo pelado. Llegabas de pringadillo a un sitio u otro, en tus primeras experiencias profesionales, y siempre había alguien de ese oficio o de cualquier otro, un tipo generoso atrincherado aquí o allá, lleno de resabios y lucidez, que te ayudaba a dar los primeros pasos por el campo minado sin otro motivo que tu juventud, tu inexperiencia, tu entusiasmo. Sin nada que ganar en ello por su parte; sólo porque le caías bien o veía en ti, quizá, el reflejo de lo que él un día fue, o de lo que tal vez nunca pudo ser, y tú, más dotado o con mejor suerte, tal vez un día fueras. Como si tu supervivencia futura, tu posible éxito, fuesen también, en cierto modo, los suyos.

Siempre fui afortunado en ese aspecto. En mi juventud, cada vez que dejé la mochila en una silla y dije «buenos días» tuve el inmenso privilegio de encontrar cerca a un veterano que, guasón al principio, con ese tono que sólo confieren el tiempo, la experiencia y las cicatrices, me dijo «arrímate aquí, espabila los oídos y abre bien los ojos». En esos primeros tiempos caminando de un lado a otro, siempre se me dio bien encontrar capitanes Haddock que me llamaran grumetillo; tal vez porque mis ganas de aprender eran sinceras, el respeto no era fingido, y supe pronto que un recluta bisoño y en territorio enemigo, dispuesto a preguntar lo que no sabe, supera en probabilidades de sobrevivir al idiota que, para disimular la ignorancia que arrastra todo novicio por listo que sea o crea ser, se adorna con lo que no tiene, desconociendo lo mucho que puede aprenderse con una sonrisa, una pregunta adecuada seguida de un silencio humilde, una caña de cerveza o un vaso de vino pagados en el momento y lugar oportunos. Obligándote luego, para compensar todo eso, a la insoslayable contrapartida: lealtad y agradecimiento.

No he olvidado a ninguno, aunque la vida nos llevase luego de acá para allá, alejara a unos y liquidase a otros. En los puertos mediterráneos, en las hoy desaparecidas tertulias del café Gijón, en la redacción del viejo diario Pueblo, en los hoteles de Beirut, Argel, El Cairo, Nairobi o Managua, en los bares de oficiales de Villa Cisneros, Smara o El Aaiún, tuve siempre la suerte inmensa de que un veterano de algo, de la literatura, del periodismo, de la delincuencia, del mar, de la guerra, de la vida, me proporcionase –a veces sin pretenderlo– información privilegiada y mecanismos eficaces de aprendizaje y supervivencia: Vicente Talon, Chema Pérez Castro, Manolo Cruz, Fernando Labajos, Aglae Masini, el Piloto, mamá Farjallah y tantos otros son sólo algunos nombres de una lista extensa, imposible de resumir aquí. No he olvidado a ninguno; y cada vez que algo sale bien, que escribo un artículo o un libro más o menos afortunado, que llego a puerto sin problemas, que una experiencia o un recuerdo me sirven para interpretar, para asumir, para comprender el mundo en el que vivo y en el que un día moriré, sonrío en mis adentros, agradecido a aquellos con quienes contraje la deuda.

Entre los muchos maestros de quienes aprendí el oficio de reportero, el más antiguo vive todavía: se llama Pepe Monerri. Hoy es un abuelete jubilado, hecho polvo y en dique seco, y no quiero que cierre la última edición, cuando le toque, sin que sepa cómo lo recuerdo, treinta y nueve años después de aquella tarde en que, a la salida del colegio, acudí como siempre a la delegación del diario La Verdad en Cartagena para hacerle compañía y aprender los rudimentos del oficio. Pepe Monerri, un clásico de las redacciones locales en los diarios de provincias de entonces, escéptico, vivo, humano, desenvuelto, endiabladamente listo, me encargó que entrevistase –era la primera entrevista de mi vida– al alcalde de la ciudad, sobre un asunto de restos arqueológicos destruidos. Y cuando, abrumado por la responsabilidad, respondí que entrevistar a un político quizá era demasiado para un novato de dieciséis años, y que tenía miedo de meter la pata haciéndolo mal, el veterano me miró despacio y con mucha fijeza, se echó hacia atrás en el respaldo de la silla, al otro lado de la mesa llena de máquinas de escribir, maquetas, fotos y papeles, encendió uno de esos pitillos imprescindibles que antes fumaban los viejos periodistas, y dijo algo que no he olvidado nunca: «¿Miedo?... Mira, zagal. Cuando lleves un bloc y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde a ti».


3 comentarios:
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Patino dijo...
martes, mayo 15, 2007 9:51:00 p. m.  

Bueno, bueno, bueno, cómo viene Palencia hoy... Me has tocado la fibra sensible.

Don Arturo. Qué decir de él. Grandísimo reportero de guerra, al que acusan -acusa la Rodicio, otros no- de pagar por hacer reportajes con los guerrilleros disparando cerca de él... En fin, la envidia. Cuando se cansó de patear los campos de guerra del mundo, se metió a hacer novelas de tanta calidad como las que hacía cuando era reportero -inolvidables 'El Húsar' y 'El maestro de esgrima'- pero, por fortuna, con mayor frecuencia.

No me quiero extender en exceso, pero es que os recomendaría todo de él. Quizá 'La tabla...' no es su mejor libro, al menos para mi gusto, pero es de gran calidad. Me gusta más 'La carta esférica', y, por supuesto, imprescindible la serie de Alatriste.

Sencillamente genial. Me encanta.

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Sara Parque dijo...
viernes, mayo 18, 2007 3:03:00 p. m.  

Bueno, esta vez si puedo decir que he leído algo de Reverte, en concreto Alatriste, mucho mejor el libro sin duda que la peli... Aunque me llego por el segundo libro, algún día conseguiré acabar la saga!
Dentro de poco se estrena una serie basada en su libro La piel del Tambor, aunque ésto casi que se lo dejo a Merayo para su sección... que meticona que soy!!;)
Un saludo!!

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Matias dijo...
martes, mayo 22, 2007 3:57:00 p. m.  

Hola que tal? Soy matías kraber de argentina,me metí en el blog por curiosidad, por interés dadas las temáticas; y la verdad que tiene muy buen contenido y para todos los gustos. Me gustaría que visiten el mío, también convergen las dos áreas o temáticas. el sitio es: www.krabermatias.blogspot.com. Un abrazo, y nos estamos reencontrando por la web.

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