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FENILETILAMINA (10 euros para quien lo diga de seguido). No, no miréis el botiquín porque no lo vais a encontrar. Y diréis...La tía esta...Se ha vuelto majareta... ¡Pues no! Hoy vamos a descubrir que TOD@S somos adictos a esta droga, que vamos a llamar FEA, no me hagáis escribirlo más veces... La FEA es una anfetamina natural. Sí. Chicos, somos unos yonkis...

“Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho y que está enamorado”. Lo dijo Antífanes, un comediógrafo griego, en el siglo IV antes de nuestra era. Y qué razón tenía el buen hombre... Pongámonos en situación: a ti te gusta Fulanito (los chicos lo ponéis al revés). El tal Fulanito está sentado frente a ti en un bar. No puedes dejar de mirarle, pero intentas que no se note: al final, te suele salir el tiro por la culata, porque acabas mirando fijamente a todas partes menos a su cara. Pero, amiga, se te van los ojillos, y él te pilla. ¡Catástrofe total! Te pones como un tomate, desvías rápidamente la mirada, e intentas entablar conversación con otra persona, cualquiera menos él. Bien, has superado la primera crisis, pero aún queda otra peor... Acercas tu mano al cenicero, y, casualmente, Fulanito también. Ese leve y fortuito roce desata el caos: apartas la mano rápidamente (con un poco de mala suerte, lo tiras todo por el camino), sientes un repentino calor y la aceleración de tus pulsaciones hace que tiembles como una hoja, y, para rematar, a Fulanito se le ocurre la feliz idea de constatar: “¡Uy! ¡Qué colorada te has puesto!”. Lo que viene a continuación ya es de pesadilla: el nudo que se te ha formado en el estómago se retuerce y hace ruido, y ¡vaya ruido! Seguro que él también lo escucha, así que intentas taparlo con toses, cambios de postura,... Al final, Fulanito ve en ti una torpe hiperactiva y temblorosa, y que encima está acatarrada... ¡Un desastre! ¿Y quién tiene la culpa de todo esto? Pues la famosa FEA.

No hay duda, el amor es una enfermedad. La naturaleza, tras incitar al ser humano a la cópula con hormonas contrapuestas a las de la otra mitad de la especie, ha tejido sobre el ritual sexual toda una maraña en forma de sistema central nervioso. En este sistema, todo es impulso y oleaje químico. Aquí se asientan el miedo, el orgullo, los celos, y, por supuesto, el enamoramiento. A través de nervios microscópicos, los impulsos se transmiten a todos los capilares, folículos pilosos y glándulas sudoríparas del cuerpo. El músculo intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales, el organismo entero está sometido al bombardeo que parte de este arco vibrante de nudos y cuerdas. Aquí no mandan el intelecto ni la fuerza de voluntad. Es el reino del siento-luego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones primarias..., el territorio donde la razón es una intrusa.

El proceso se inicia al inundarse el cerebro de feniletilamina. Éste responde segregando dopamina, norepinefrina y oxiticina, neurotransmisores que dan lugar al deseo sexual. En definitiva: se está enamorado.
Durante el enamoramiento se desarrolla un lenguaje específico: el coqueteo. Los psicólogos conductistas lo han estudiado en muchas culturas y han concluido que los gestos indicativos de interés, disposición o desinterés erótico por una persona son iguales en todo el mundo. Los ojos lo dicen todo. Una señal común es sostener la mirada un poco más de lo normal. Otra: una sonrisa luminosa y de “niño bueno”, seguida de un bajar de ojos ruborizado. Más gestos: tocar levemente a la otra persona, mojarse los labios a menudo y decir a todo que sí con la cabeza. Precisamente ahí, en la cabeza es donde reside el sexo. Al parecer, existe un "núcleo de la sexualidad". Cuando uno se siente atraído sexualmente, ese núcleo envía una señal química que hace que se liberen hormonas sexuales. A los pocos segundos, el corazón se acelera, uno se siente desfallecer... y hay quien se marea y hasta se desmaya. ¡Aunque ése no tiene por qué ser necesariamente tu caso!

AMOR Y CHOCOLATE

Y cuando llega el desengaño, sufrimos. Hay una razón bioquímica que puede explicar el dolor de una ruptura amorosa. Cuando un ser humano se enamora, su cerebro libera feniletilamina. Al igual que las anfetaminas, esta sustancia aumenta la energía física y la lucidez mental. Al extinguirse las sensaciones del enamoramiento, el nivel de feniletilamina se derrumba, y el cuerpo experimenta una especie de "síndrome de abstinencia"... que coincide con el ansia de comer chocolate (rico en feniletilamina) que sienten muchas personas tras romper con su pareja.

Ya sabéis, el amor es una droga, y, a falta de amor... ¡Chocolate!

¿SABÍAS QUE...?

-Un estudio alemán ha analizado las consecuencias del beso matutino, ése que se dan los cónyuges al despedirse cuando se van a trabajar. Los hombres que besan a sus esposas por la mañana pierden menos días de trabajo por enfermedad, tienen menos accidentes de tráfico, ganan de un 20% a un 30% más y viven unos ¡cinco años más!

-El hombre es más proclive al flechazo que la mujer, según señalan los expertos. Investigadores que han medido el grado de enamoramiento de cientos de jóvenes, han comprobado que la cuarta parte de los varones se habían enamorado "perdidamente" antes de la cuarta cita, frente a sólo el 15% de las chicas. De hecho, la mitad de las chicas declararon que no se habían enamorado hasta después de más de ¡20 citas! con el hombre al que, más tarde, acabaron amando.