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“UN MUNDO NACE CUANDO DOS SE BESAN” (Octavio Paz)


Dos personas, dos miradas que se cruzan, dos sonrisas, dos escalofríos, dos corazones agitados, dos bocas que se acercan lentamente, y por fin, dos fantasías que se funden, que se hacen una. Como dicen por ahí, el único idioma universal es el beso, porque todos sabemos lo que significa, lo que es y lo que provoca, pero... ¿A que nadie lo sabe explicar?

Según los expertos, durante un beso bien dado, y si hay comunión mental y suficiente atracción física, el alud de procesos químicos que se genera es equiparable a una sobredosis de anfetaminas. Durante un beso de alto voltaje, aumentan los niveles de dopamina, que provoca la sensación de bienestar, y testosterona, hormona responsable del deseo sexual, y las glándulas adrenales segregan adrenalina y noradrenalina, que aumentan la presión arterial y la frecuencia cardiaca. Por si era poco, la glándula pituitaria libera oxitocina, mágica hormona que nos hace sentir como flotando. Así que al final, un beso bien dado puede provocarnos más placer que el propio acto sexual.

Por eso, a todos nos encanta besar. Aunque es este un acto relativamente reciente, pues no se han encontrado representaciones de besos en pinturas rupestres, ni egipcias. Puede que la Biblia sea el primer libro que alude al ósculo (gracias Mery!), 40 veces en el Antiguo Testamento. Los griegos, por su parte, fueron los primeros en hacer referencia al beso homosexual, al que llegaban a atribuir poderes. Desde entonces, no lo hemos dejado, ni mucho menos. Como diría Sabina, “lo malo de los besos es que crean adicción”, ¿sabéis por qué? Cuando besamos, el interior de los labios y el borde de la boca segregan una sustancia que engancha. Y es que estamos predispuestos a encontrar la boca de nuestro amante, incluso en la más absoluta oscuridad: según un estudio de la Universidad de Princeton, “el cerebro humano está equipado con neuronas que le ayudan a encontrar los labios de su pareja tanto con los ojos cerrados como en espacios sin luz".

¡Todo son beneficios! Durante un beso, se ponen en funcionamiento 30 músculos faciales, e intervienen 5 de los 12 nervios craneales que afectan a las funciones cerebrales, de forma que podemos conocer datos interesantes de nuestra pareja, como su temperatura, gusto y olor, entre otros. Es un buen ejercicio: un beso suave consume 10 calorías, y si lo combinamos con caricias, 15 calorías. Y si seguimos con ello, los jueguecitos con las manos queman 4 calorías, los mordisquitos, 14, unos buenos chupeteos, 40, y los besos más pasionales, 18 calorías. Otro día descubriremos los beneficios de la dieta del sexo, para la operación bikini... ¡Ah! Se me olvidaba, alguno ya conocerá este dato, pero para los demás, os diré que un estudio alemán reveló que los hombres que besan a sus esposas por la mañana pierden menos días de trabajo por enfermedad, tienen menos accidentes de tráfico, ganan de un 20% a un 30% más y ¡viven unos cinco años más!

Y ya que estamos con curiosidades, indaguemos en el cine: el beso más largo del cine se lo dieron Jane Wyman (es de Ronald Reagan, para más inri) y Regis Toomey en “ahora estás en el ejército”, que fue lo que dijo el ex-presidente después de ver la peli (esto me lo he inventado yo). Duró 3 minutos y 5 segundos. Pero hubo otro que se lo pasó mejor, John Barrymore, que en “Don Juan” (1927) batió un record cinematográfico, con 191 ósculos. Y como la realidad suele superar a la ficción, vamos con un récord Guiness: Dror Orpaz y Carmit Tzubara, de Tel Aviv, protagonizaron en 1999 el beso más largo registrado; aguantaron 30 horas y 45 minutos con las bocas pegadas, antes de ser trasladados al hospital con fuertes dolores en la cara. ¡Tampoco hay que pasarse, chicos!

Ya me estoy pasando de pesada, ¿verdad? Solo un poco más, que en el fondo sé que os gusta... Para terminar, aprendamos a besar: David D. Coleman, experto en besos (¿?) y autor de libros al respecto, señala que "muchos hombres son demasiado agresivos, ásperos, precipitados e incultos cuando besan. No conocen las cuatro pes: paciencia, pasión, parsimonia y presión adecuada, por lo que dejan pasar gran parte del placer. Además, ponen demasiado énfasis en el beso francés (con lengua) y se lanzan a él con demasiada rapidez. Los auténticos expertos son más sofisticados, y procuran no distraer la atención de su pareja o dar, burdamente, la impresión de que el beso es una formalidad para llegar a algo más". Otros pecados, según Coleman, son "tener un aliento atroz y, desde el principio, sincronizar el beso con otras maniobras de excitación demasiado bruscas". Y para más datos, consultad el Kamasutra, que reconoce 30 tipos de besos, o podéis observar el siguiente vídeo, que nos desvela los terribles gestos que hacemos al besar...


Hasta aquí el artículo de esta semana, y para que veáis lo que os quiero, os mando todos estos besos. (click!)