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(...y con un pelín de retraso, perdón por las molestias, pero los misterios de Internet son insondables)

Queridos mochileros míos, después de haceros pasar calorcito en Sevilla, me vais a permitir (si no me lo permitís, me da igual) que os mande hoy a dar un paseo por…

LA RIOJA

Sí, esa pequeña comunidad autónoma uniprovincial que está entre Navarra, Castilla y León, País Vasco, Aragón… vamos, en medio de todo el mundo. Pero que, como os voy a revelar a continuación, tiene muchísimo encanto y sitios a los que ir sin aburrirse.

Cometeríamos casi un sacrilegio si hablando de La Rioja no hablamos de sus vinos. Los más famosos tintos españoles dentro y fuera de nuestras fronteras proceden de las excelentes viñas que esta provincia alberga. Una botella de alguna bodega afamada de una buena añada puede llegar a costar una pequeña fortuna, y si no, probad a comprarla.

Lugares como San Millán de La Cogolla, con los monasterios de Suso y de Yuso, en los que se documentan las primeras palabras en español de la Historia, Berceo, y, por supuesto, Santo Domingo de la Calzada, con la Catedral y su curioso gallinero (preguntad por el milagro del gallo y de la gallina), os aseguro que merecen la pena unas cuantas patadas por sus piedras.

Ya encaminados hacia Logroño, la capital provincial y autonómica, atravesada por el Ebro, una de sus señas de identidad. Vale la pena perderse por su casco antiguo, visitando lugares como la Concatedral de la Redonda, y sus dos espectaculares torres, el paseo del Príncipe de Vergara, o del Espolón, para relajarse un rato, o si el cuerpo os pide un rato de marcha antes de comer, pues de pinchos por los bares de la calle Laurel. La plaza del Ayuntamiento y sus alrededores, los parques del Carmen, con su bárbara variedad de vegetación, y del Ebro también pueden ser un destino bueno para relajarse.

Para la noche, que os diga algo el de la VIP Party. Pero aún así yo os conmino a la zona de bares de la calle Mayor, o Marqués de San Nicolás.

Ya me contaréis.

Por cierto, que no me entere que volvéis sin una botella de buen Rioja tinto, crianza a ser posible, para vuestro guía turístico. O sea, yo.