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Traidor

Si hay un subgénero cinematográfico especialemente activo en los último años es el thriller de espionaje, y es que el 11-s ha reavivado una temática algo olvidada tras el cese de la Guerra Fría. Son muchas las producciones que han sabido aprovechar el filón de la paranoia de la práctica totalidad de los países occidentales frente a la amenza global del terrorismo islámico. Este es precisamente el caso de Traidor, cinta que ha pasado sin pena ni gloria en Estados Unidos, y lo mismo ocurrirá en el resto del mundo, pero que sin embargo está muy por encima de la calidad media de las películas de espionaje post 11-s. Traidor no innova nada ni desde el punto de vista argumental, ni desde una perspectiva narrativa, pero está contada con mucho más oficio, eficacia y sobre todo modestia que la mayoría de cintas políticas sobre la coyuntura mundial posterior a los atentados del 11 de septiembre. Contiene todos los elementos clásicos: el infiltrado cuya identidad es desconocida para el propio F.B.I, la doble identidad, el espía perseguido por sus propios aliados, la devoción religiosa extrema, el terrorismo como peligro imprevisto global, la sensación de inseguridad perpetua, la paranoia catastrofista...

Poco tiene que ver Traidor, aunque sus tramas compartan numerosos nexos de unión, con la cinta de Ridley Scott estrenada hace sólo unos meses, Red de mentiras (cuya crítica se puede leer en este mismo blog). Si bien el film dirigido por el debutante Jeffrey Nachmanoff introduce varios apuntes políticos aderezados con una visión bastante compasiva del terrorismo islamista en la que dibuja una línea divisoria entre el bien y el mal, la demencia yihadista y la "heroica" labor de los servicios de inteligencia occidentales, bastante difusa (sin cargar las críticas contra nadie, o si se prefiere, cargandolas contra todo el mundo), no se trata ni mucho menos de una película denuncia o de una sesuda digresión sobre el conflicto entre civilizaciones (esto último era lo que pretendía la cinta protagonizada por Leonardo DiCaprio, la cual fracaso estrepitosamente en ese sentido), sino de puro cine espectáculo, narrado sin estridencias y con clasicismo, sin giros argumentales imposibles, salvo su magistral final, y con un clasicismo poco visto en los últimos tiempos de desaforada inventiva. Quizá las breves y escasas escenas de acción flojean un poco, en parte porque beben demasiado del estilo cámara en mano puesto de moda acertadamente por la saga Bourne, pero que en Traidor resultan bastante confusas y anticlimáticas.

Traidor no aporta nada original, salvo el hecho de que el espía protagonista sea un musulman tan devoto como los terroristas a los que pretende detener, detalle que confiere de cierta complejidad a una película que nunca va de importante o trascendental, sino de perfecto divertimento para una aburrida tarde de domingo. Es su falta de pretensiones, su contención narrativa y dramática, el excelente trabajo del actor protagonista, un Don Cheadle capaz de dar, gracias a su intensísima mirada, una dimensión mayor a su personaje de la que tenía sobre el papel, lo que nos hace olvidar los numerosos, pero nunca definitivos, defectos y tópicos que acumula la cinta. Especialmente rocambolesca es la imagen que los norteamericanos tienen de España y que queda reflejada en el episodio posterior al atentado que tiene lugar en Marbella, tras el cual se muestran las supuestas instalaciones de nuestros servicios secretos. Una vez más y van..., se demuestra que no nos toman por un país europeo, sino por un lugar perdido en Sudamérica. Si se perdonan estos fallos, el espectador podrá disfrutar de una de las películas más entretenidas e inmediatamente olvidables de la cartelera. Los que quieran ver un mucho más profundo análisis del estado de las cosas a escala global, que ven la muy superior, pero infinitamente mas aburrida, Syriana, y los que deseen aunar epectáculo del bueno y una excelente crítica de un mundo que enloquece por momentos que ven la saga Bourne, especialmente la última entrega, el thriller de espionaje definitivo.

Lo mejor: su falta de pretensiones, su final y el trabajo de todos sus actores, con mención especial al siempre firmidable Don Cheadle.
Lo peor: no aporta nada al género, sus escenas de acción y sus numerosos tópicos.



Y esta semana no voy a recomendar ninguna película porque por razones ajenas a mi voluntad no tengo tiempo, así que simplemente me despido hasta la semana que viene desaconsejando la última, tediosa, falsa y hueca película de Almodovar, Los abrazos rotos.


1 comentarios:
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Marta dijo...
domingo, marzo 29, 2009 11:35:00 p. m.  

JOe, DAVID, yo he ido a ver este fin de semana la de los abrazos rotos y me gustó mucho, bueno tengo que decir que me he visto todas las de Almodóvar y, a mi juicio, cada vez lo hace mejor. Ya siento no coincidir con un experto, jeje. Pero para mi es único, nadie tiene esas ideas y nadie las lleva a la práctica como él. Claro que todo es subjetivo.
Un besote y a seguir viendo cine!

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