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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,


Pido disculpas por haber faltado a la cita chinchetera por dos viernes seguidos, pero circunstancias personales que no vienen a cuento me han impedido ofrecer mi sermón semanal. Pero aquí vuelvo, para, como siempre, describir de una forma muy personal una visita a un lugar de España. Hoy nos quedamos de nuevo en una gran ciudad, y además nos quedamos muy pero que muy cerca en el tiempo. Montad en el coche, que os llevo a



VALENCIA
19 de febrero de 2009


Calle Colón de Valencia, inusitadamente vacía. ¿Sería domingo a primera hora de la mañana? Foto: http://www.panoramio.com/photo/1290775 . Autor: Vcespon.



Son muchas las veces que he ido a Valencia. Vivo a apenas 130 kilómetros, es la capital de mi comunidad autónoma y tengo algunas amistades, con lo cual no es nada anormal que con una cierta frecuencia me deje caer por allí. Sin embargo, la visita del 19 de febrero fue diferente, y también inesperada hasta sólo unos días antes. La semana anterior se me había ocurrido telefonear a un concurso de televisión, por aquello de probar suerte e intentar ganar un dinerito de manera rápida y además lícita, que no viene nada mal en los tiempos que corren. Y el lunes siguiente, la llamada al móvil, diciéndome si podía estar ese jueves en Valencia... ¿Cómo no iba a hacer todo lo posible por ir?

Me daban en el trabajo la tarde del jueves libre para poder estar en Valencia a las 17.00, pero eso sí, el horario de mañana tenía que cumplirlo. Y entre ruedas de prensa, textos por hacer y llamadas de última hora de políticos (siempre jodiendo) para hacer declaraciones o puntualizaciones, más una comida a la velocidad del rayo en el primer bareto que se pone a tiro, me metía en el coche a las 15.45 horas. Y mi lugar de trabajo dista 110 kilómetros de Valencia... Suerte que todo es autovía, a excepción de los primeros 25 kilómetros, donde la vía de gran capacidad se halla aún en construcción.

Aún así, nada pudo evitar que tuviera que ir haciendo el fitipaldi por esos caminos de nuestro señor, como si
Speedy González se hubiera colado en el motor de mi coche. Iba tan corto de tiempo que tuve que prescindir de mi plan inicial, que era dejar el vehículo privado en la ciudad de Xàtiva y seguir desde allí en tren de cercanías, que pasa cada media hora y te deja de forma barata, rápida y segura en el centro de Valencia, a escasos 500 metros de donde era el casting para el concurso. Velocidad de crucero de no mucho más allá de los 120 por hora (no fueran a estar los Hombres de Verde por ahí), maldiciendo a esos cretinos que en una autovía de tres carriles van pisando huevos por el de en medio estando el de la derecha vacío, adelantando camiones como un poseso, acordándome de aquella horripilante cancioncilla de Y cuanto más acelero, más calentito me pongo... Y en apenas una hora, ya estaba cruzando en mi utilitario el nuevo cauce del Turia, puerta de entrada desde el sur al Cap i Casal, nombre con el que es popularmente conocida la ciudad de Valencia por estos lares.

El hotel donde se celebraba el
casting estaba en la calle Colón, que se corresponde con un tramo del antiguo recorrido de las murallas de Valencia, demolidas a mediados del siglo XIX (una decisión muy respetuosa con el patrimonio, sí señor). Esta vía es hoy en día una de las principales arterias comerciales de la ciudad, donde, entre otros, se encuentran los grandes almacenes del triángulo verde. Como decía, llegar allí desde la estación de ferrocarril (la majestuosa Estació del Nord, donde da gusto tomar un tren o bajar de él) es sumamente fácil, pero en coche...

Soy de esos conductores que no tienen ningún miedo a adentrarse en ciudades desconocidas; al contrario, me produce hasta una cierta excitación (metafísica, compréndase) el guiarme de manera casi instintiva hacia mi lugar de destino. Había entrado en la ciudad desde el sur, así que lo único que tenía que hacer era ir
to tieso pa dentro, tomando a la vez referencias de algunos lugares que iba viendo y que me sonaban de anteriores ocasiones que había ido en coche al centro de Valencia, para evitar perderme. Tuve suerte, y conseguí llegar hasta la Gran Vía Marqués del Turia, una de las principales avenidas del centro. Un típico bulevar de ensanche urbano de principios del siglo XX, con un paseo arbolado central (y más árboles en sus amplias aceras laterales), imponentes edificios y... glups... tres carriles por sentido para el tráfico, atiborrados de coches a esas horas.

Así que no me calenté la cabeza y, a la primera señal de "Parking", ahí que se quedó el coche, y a la carrera hasta la calle Colón. Pasaban algunos minutos de las cinco de la tarde, pero no había problema, no llegaba en absoluto tarde al
casting. Simplemente tendría que esperar algo más para entrar. Tenía el número 57, o sea, que había demanda de ir al concurso desde la Comunidad Valenciana. Esperé un poco, hojeando los periódicos que había en la sala (varios ejemplares de Abc y La Razón, pero ninguno de ningún otro medio... qué mal rollito), hasta que al fin entré, junto con otro chico algo más joven que yo.

Quiénes somos, de dónde venimos, y a dónde vamos... No, no es que fuera aquello un karaoke de Siniestro Total, sino que teníamos que presentarnos y explicar por qué queríamos concursar. Yo lo tenía (y lo sigo teniendo) claro: me gusta el formato del concurso porque invita a calentarse la cabeza hasta encontrar la palabra exacta (parafraseando a Amaral) y, además, yo me dedico cada día en mi trabajo a hacer exactamente lo que se viene a hacer en este programa: evitar que una palabra se repita en un párrafo, esto es, volver a decir una misma cosa sin utilizar el mismo término.

Salí contento de aquel hotel de la calle Colón de Valencia porque tuve la impresión de que el
casting había salido bien. Eso sí, a fecha de hoy aún no sé nada más, aunque lo haré saber tan pronto haya algún dato nuevo. Por lo menos ya queda esa experiencia, aparte de la tarde que aproveché para pasear por Valencia y quedar con un amigo cántabro que ahora vive por estos lares mediterráneos y al que no veía desde hacía dos años. Y también, curiosa circunstancia, tomar un café rápido con uno de mis profesores del colegio, con el que casualmente me encontré por la calle. El mundo es un pañuelo, y Valencia, en este caso, fue también un mocador.

Lo dicho, si hay novedades al respecto, se harán saber. Pero no en la sección, que seguirá su rutina de siempre, comentando visitas singulares a lugares nuevos o, como en este caso, a otros que ya nos conocemos bastante bien, pero que nunca dejan de sorprendernos.

La semana que viene, si puede ser (y si no, otro viernes), más y mejor. Saludos y hasta la próxima.

6 de marzo de 2009

2 comentarios:
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Marta dijo...
sábado, marzo 07, 2009 11:32:00 a. m.  

Ha estado muy entretenido el viaje de hoy!Seguro que tienes suerte con el casting!

Un besote

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Patino dijo...
domingo, marzo 08, 2009 4:48:00 p. m.  

Tengo pendiente una nueva visita a Valencia. La que hice fue de apenas un par de días, en el viaje de fin de curso de 1º de bachillerato -cuán lejos queda aquello, con las pintas de Guinness casi furtivas en una taberna de la zona centro y las cañas diurnas en las terrazas de la Plaza del Ayuntamiento y a la sombra del Miguelete-. Lo dicho, que tengo que volver por Valencia algún día. ¿Cuándo? A saber.

Mucha suerte con el cásting, Antonio. Seguro que sale adelante.

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