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Con la mochila a cuestas

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Tras unos pequeños problemas, tanto informáticos como de agenda, que impidieron que vuestro guía estuviese disponible la pasada semana, es ahora cuando retomamos las zapatillas para andar, las mochilas para viajar, y las ganas para ídem, y, tras una visita a la única ciudad en que el estadio tiene nombre de santo –que yo sepa-, atravesamos el país y nos vamos a…

MÁLAGA


Con un aviso para navegantes empezaremos. Por si os da por viajar en el tiempo, en lugar de hacerlo en la distancia, y aparecéis por la época de los fenicios, preguntad por Malaka, que ese era su nombre histórico. No sea que os vayan a indicar al revés…

Tras los fenicios, llegaron los romanos, que la consideraron ciudad confederada del imperio. Unos pocos siglos después, y una vez que por ella pasaron los visigodos, los bizantinos y compañía, los vecinos del otro lado del Estrecho, hasta que en 1487 fue conquistada por los Reyes Católicos. Tras ellos, una época un tanto inerme en la historia de la capital malacitana, hasta que a principios del XIX las familias Heredia y Larios le dan un nuevo impulso a la ciudad, con sus negocios de fundición y de comercio textil.



Para conocer la ciudad, qué mejor manera que una ruta en la que podamos observar buena parte de sus monumentos y puntos de interés. Comenzaremos en el edificio del rectorado de la Universidad, antigua Casa de Correos. Es un lugar muy moderno (data de 1923), pero que merece la pena visitar. Poco más adelante, la ‘Casita del Jardinero’, donde la oficina de información os permitirá organizar mejor si cabe –que os recuerdo que tenéis un guía de calidad- vuestra visita.

Desde allí, y en dirección a la calle Alcazabilla, pasaréis por la calle Nogales, donde se encuentra la antigua Alcazaba de la ciudad, que hoy alberga también el Museo Arqueológico. Digna no ya de ver, sino de detenerse sin prisas para ello. Numerosos historiadores la califican como la obra militar histórica de la época musulmana mejor conservada en España.

Una vez ya en Alcazabilla, la siguiente parada del recorrido debe ser el teatro romano. Utilizado hasta el siglo III, y descubierto en 1951, su estado no es el mejor que se puede esperar, dado que muchos de sus sillares se levantaron en época nazarí para emplearlos en la construcción de la Alcazaba. Pese a ello, una visita que merece, y mucho, la pena.



La siguiente cita de nuestra ruta por Málaga es la Catedral, que se encuentra en la calle Molina Larios. Construida entre los siglos XVI y XVIII, es conocida popularmente entre los ‘boquerones’ –uno de los gentilicios de la gente de Málaga- como ‘La Manquita’, dado que le falta una de las torres que deberían coronarla. Junto con la seo, se antoja prácticamente indispensable una parada en el Museo Catedralicio.

Para ir reponiendo fuerzas, que imagino que el cansancio irá haciendo mella en los mochileros a estas alturas, justo en frente de la Catedral se encuentra la Plaza del Obispo, pequeña pero muy fotografiada, y con más de una terraza en la que poder disfrutar de una cerveza bien fría. Yo que vosotros, lo haría.

El recorrido de esta zona de la ciudad no sería completo sin un vistazo al Palacio Episcopal, hoy empleado como Sala de Exposiciones. Una vez visitado, la calle Salinas, que desemboca en Marqués de Larios, nos llevará hasta la que los malagueños llaman simplemente ‘la plaza’. La Plaza de la Constitución, durante mucho tiempo centro neurálgico de la ciudad. Pese a que numerosas construcciones históricas se arremolinaban en torno a ella, hoy muchas se han trasladado, aunque aún queda mucho que visitar.

Tras ello, un recorrido por el que hoy sí es el centro estratégico de la ciudad, la ya mencionada calle del Marqués de Larios, que desemboca en el monumento al propio marqués, que modernizó en gran manera la ciudad.

No podéis dejar sin visitar el Museo del Vino, dedicado especialmente al zumo de uva dulce producido por estas tierras, conocido como ‘Málaga Virgen’, y elaborado con uvas de la variedad Pedro Ximénez. Cuidado, que sube con facilidad…

Y, como no podía ser de otra forma, el que por muchos es considerado como pintor español universal, Picasso, malacitano de nacimiento, y que cuenta con un museo mucho más que digno de ver. Os recomiendo la visita, sobre todo si os gusta la obra del autor de ‘Las señoritas de Avignon’.

Vamos despidiendo ya la sección hasta la próxima semana. ¿Dónde iremos? Nadie lo sabe…

Ah, si os acordáis de vuestro guía, me traéis, por ejemplo, una racioncita de pescaíto frito. Regado con vino dulce. Ciertamente, suena mejor que bien, ¿no?

Disfrutad de la visita. Hasta la próxima semana.





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