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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

Otra vez por estos lares, confiando en que, aunque no se deje constancia de ello, hay quien gusta de leer esta sección. La semana pasada, la chincheta se posaba sobre un lugar bastante próximo a mi domicilio. Y hoy tampoco me voy a ir relativamente muy lejos, aunque sí me moveré de comunidad autónoma. Si habitualmente ya digo que nadie se arrepentirá de visitar los sitios que propongo, esta vez aseguro que menos aún:


ALBACETE
14 de noviembre de 2003


Calle Tesifonte Gallego de Albacete, más conocida como calle Ancha.
Foto: http://www.panoramio.com/photo/11682355. Autor: Radamantiss.


Albacete es una de esas ciudades que, como el hermano del medio de una familia numerosa, tiende a ser injustamente ignorada por todo el mundo. El paradigma del lugar de paso, que pilla de camino pero en el que nadie se detiene más que para llenar el depósito o vaciar la vejiga en alguna gasolinera. Azorín la definió como "la Nueva York de La Mancha", intuyo que porque sus edificios, sin ser demasiado altos, emergen en medio de la nada que la rodea.

Tampoco es que le hubiera hecho yo mucho caso a Albacete hasta el otoño de 2003. Pero decidí acudir al llamado V Encuentro de Investigadores del Franquismo, coorganizado por la Universidad de Castilla-La Mancha y la Fundación de Investigaciones Marxistas. Un encuentro de expertos en historia contemporánea y aficionados al tema, dispuestos a divagar sobre aspectos diversos de la dictadura. Para criticarlos, sobre todo, por aquello de tratarse en la práctica de una convención de rojeras.

Apenas 140 kilómetros separan Albacete de mi casa, por lo que decidí ir en coche. En una hora y cuarto ya estaba callejeando para buscar el campus de la Universidad de Castilla-La Mancha y, ya, primera buena impresión: la de una ciudad armónica, ordenada, sin demasiado tráfico y donde el visitante no encuentra serias dificultades para llegar a su destino. La misma sensación tuve cuando me adentré al volante por las calles del centro buscando mi hotel. Un hotel que, por cierto, me sorprendió por ser baratísimo: apenas 25 euros la noche una habitación individual en pleno cogollo de la ciudad. No se encuentra esto todos los días, la verdad.

El turismo congresual es una práctica que recomiendo muy vivamente, porque te permite enriquecer tu formación académica al mismo tiempo que conoces un lugar nuevo (o lo redescubres) y haces vida social. Claro que esto último suele ser una vez que el curso se ha iniciado: entretanto la conversación no fluye, queda la opción de pasear solo, que no tiene por qué ser frustrante en absoluto. Me llamó la atención de la arboleda del Paseo de la Cuba, lugar por donde hasta la década de 1960 pasaba la vía del ferrocarril; o la quietud del Paseo de la Libertad, también arbolado pero más pequeño y coqueto; o la elegante sobriedad de las casas bienestantes de las calles Marqués de Molins y Tesifonte Gallego. Sin ser algo espectacular, llaman mucho la atención.

Tuve la sensación de que era fácil adaptarse a Albacete, porque su centro no guardaba muchos secretos. Puede que el más oculto sea el bello Pasaje de Lodares, y quizá por eso no lo vi. Pero en la tarde del 13 de noviembre de 2003, cuando ya había hecho buenas migas con otro congresista y nos íbamos a cenar, se sorprendía de lo bien que me manejaba con el coche por la ciudad. Pero en ese trayecto también llegué a la conclusión de que el vehículo no me hacía ninguna falta para ir del hotel a la Universidad y volver. Así que al día siguiente cambié los cinco minutos en coche por el cuarto de hora andando.

Esa decisión fue la que me hizo toparme con otros tres congresistas
en una esquina cercana al parque de Abelardo Sánchez ("ese parque tan grande que hay de camino a la Universidad", coincidimos en llamarlo). Una casualidad que dio pie a pasar el resto del día juntos, hablando de la vida, obra y milagros de cada uno de nosotros entre conferencia y conferencia. A fin de cuentas, para eso son los congresos.

Para eso, y para lo que vendría después. Un grupo de congresistas había convocado una cena, abierta a todo el que se quisiera apuntar. La cita era a las 22.00 en la Plaza del Altozano, centro neurálgico de Albacete, y que todos conocíamos ya porque la noche anterior el Ayuntamiento había servido un cóctel de bienvenida en la antigua Casa Consistorial. Así que allí nos citamos... y nos juntamos casi 30 personas. Y hala, todos en manada hasta la cercana calle de Gaona, para meternos en una taberna cuyo nombre no recuerdo pero que por lo bien que jalamos bien merecería la publicidad... Y si el comercio fue exquisito, no digamos el bebercio... Más hectómetros cúbicos de cerveza que agua va por el trasvase Tajo-Segura, hasta el punto de acabar cantando el Himno de Riego en el restaurante, los más intelectuales con su letra verdadera, la mayoría con la versión de Si los curas y frailes supieran..., que nos resultaba más fácil.

Todo eso no fueron más que los prolegómenos de una de las mejores noches de farra, juerga, jarana, fiesta, sarao, añádase cualquier sinónimo, que he tenido hasta la fecha. Se suponía que iba con gente culta (en el grupo había hasta algún catedrático de universidad), pero cuando toca desmadrarse, no se pierde la convocatoria ni el Tato. Hasta las seis de la mañana de tugurio en tugurio, aunque en el primero pasamos como dos horas, dándole placer a los oídos con un impagable repertorio de pop español añejo (¡¡hasta pusieron Huesos, de Los Burros!!) que me mantuvo todo el rato en pleno éxtasis pagano. Aquella vez pude decir más que nunca lo de "que me quiten lo bailao"...

Al día siguiente, en cambio, creo que empecé a fastidiarme el estómago con toda la metralla que le metí a base de mezclar RedBull para mitigar el cansancio y Almax para calmar los ardores. Además, al ser la última jornada de congreso, tuvo el momento siempre algo triste de las despedidas, pero con la sonrisa del buen rato pasado. A algunas de esas personas las he vuelto a ver, y hemos vuelto a comentar aquella antológica fiesta en Albacete. No es para menos.

Desde entonces, no he vuelto a ver Albacete otra vez más que de paso. Eso sí, más tarde o más temprano tendré que volver a dar una vuelta por sus calles, tan plácidas y serenas de día y tan efervescentes de noche. Mucho más que esas navajas que tanta fama le dan y que, cómo no, tienen su lugar para la honra:


Monumento al cuchillero, en la Plaza del Altozano de Albacete.
Foto: http://www.panoramio.com/photo/5455841. Autor: Luispaterna.



No sé si se considerará que me he extendido demasiado, pero en ocasiones resulta imposible explicar detalles con pocas palabras. Y esta sección se compone precisamente de eso, detalles que no pasan desapercibidos. Además, lo que siempre digo: la lectura es libre.

La semana que viene, si puede ser, más. Saludos y hasta la próxima.

12 de diciembre de 2008

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