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Con la mochila a cuestas

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Con la esperanza de que le hayamos dado todos lo justo a los polvorones, turrones y demás, vuelve esta sección nuestra de cada jueves en la que tenéis la ocasión de echaros la mochila al hombro, y de desgastar suela de las zapatillas, disfrutando a la vez de los destinos a los que este vuestro guía os manda. En esta ocasión cogemos el Regional Exprés, para desembarcar en…

Madrid

El rompeolas de las Españas. La capital de este nuestro país. Ciudad enorme, mastodóntica en ocasiones, donde el tráfico puede llegar a sacar de quicio hasta al más pintado, pero en la que también tienes la opción de desplazarte debajo de tierra, gracias al Metro.

Pero Madrid –Madriz según numerosos autóctonos, y otros cuantos que no lo somos- esconde numerosos tesoros entre las multitudes y los edificios que la componen. Y en esta ocasión nos vamos a desplazar a una zona concreta de la ciudad, que a vuestro guía le encanta. La zona quizá más histórica, aunque nuestra capital tiene historia para dar y tomar.

Para empezar, vamos a coger el Metro. Las líneas 1, 2 ó 3, que nos dejarán en el que mucho tiempo se creyó centro exacto del país, aunque en realidad tan sólo sea el kilómetro 0 de las carreteras y el lugar donde cientos y miles de personas dan la bienvenida cada año al siguiente. Nos referimos, como ya habréis deducido, a la Puerta del Sol, plaza mítica de Madrid, desde donde se abren numerosas posibilidades de visita. Podéis adentraros por la calle Preciados, por ejemplo, o por Carretas, para llegar hacia la zona de Callao. O, en la otra dirección, hacia la plaza de Pontejos, que también merece una visita. Si seguís callejeando un poco en este sentido, podréis llegar hasta la Cárcel Real, hoy Ministerio de Exteriores, donde la anécdota ocurrida el 2 de mayo de 1808 merece la pena no ser olvidada.

Volviendo sobre nuestros pasos hacia Sol, tenemos dos opciones principales para continuar la senda. O bien por la calle Arenal, recientemente peatonalizada y donde os podréis encontrar con el primer hotel de la capital, hoy transformado en viviendas. O bien por la calle Mayor, a la que también se puede llegar desde la paralela. En resumen, nuestro destino, por cualquiera de ellas, será la Plaza Mayor. De gran belleza, con un conjunto sólo comparable a la de Salamanca, y la Casa de la Panadería dominando el panorama, junto con la estatua ecuestre del centro. Punto de reunión de los madrileños, merece la pena que paréis en alguno de los bares de la zona a por un bocadillo de calamares. Regado con su correspondiente caña de cerveza, como no podría ser de otro modo. Una experiencia única, os lo garantizo.

Una vez visitada y disfrutada la Plaza Mayor, mi recomendación es que sigáis subiendo. Por ejemplo veréis a vuestra diestra el edificio desde el que se atentó el día de su boda contra Alfonso XIII. Tras unos metros, os encontraréis de frente con la catedral de la Almudena, probablemente de las más nuevas de toda Europa. Merece la pena visitarla, así como la antigua catedral, donde reposan las tumbas de numerosas familias de rancio abolengo.

Una vez visitada la seo madrileña, os recomiendo gastar un buen rato en su vecino de enfrente, el Palacio Real. Antes de Oriente, pese a que está totalmente en Poniente. Quizá sea mejor comenzar la visita rodeados de reyes godos petrificados, como ocurre en los jardines de alrededor, conocidos como de Lepanto y del Cabo Noval. Para relajarse, de lo mejor que podéis hacer.

Cuando hayáis terminado, pasad a Palacio. Deleitaos con la Plaza de Oriente y la impresionante fachada principal del edificio. Si os gusta la historia, antes del propio Palacio os podéis acercar hasta la Real Armería, o hasta la Real Farmacia, muy interesantes para su visita. Y, cuando entréis en el propio edificio, ya me contaréis vuestras impresiones. Algo más que recomendable es también asomarse por el lado opuesto al del la entrada en la plaza, y observar la gran extensión verde que se extiende a los pies del que en su tiempo fue el centro del mundo. Por cierto, que aunque los franceses lo nieguen, es más grande que Versalles. Y si no, que vengan a medirlo

Y, si aún os quedan ganas de ver jardines, el Campo del Moro, justo detrás del conjunto, o Sabatini, donde en verano se realizan numerosos conciertos. Desde allí, podéis encaminar vuestros pies hacia la Plaza de la Marina Española, cercana a todo este conjunto monumental, y ver la sede histórica del Senado español. Justo a su lado, la nueva sede se alza como una mole de tiempos modernos, pero que también merece la pena conocer.

Tras ello, la visita puede finalizar con una puesta de sol en el Parque de la Montaña, con las piedras egipcias del Templo de Debod dominando las vistas, y recordando también que allí estuvo en su día el Cuartel de la Montaña, de triste recuerdo en la guerra para nada civil.

Espero que os haya gustado esta visita por nuestra capital. Que, aunque algunos se empeñen en decir que no, es una auténtica maravilla.

¿La próxima semana? Como siempre, quién sabe…

¡Hasta entonces, mochileros!

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