Con la mochila a cuestas
Con la esperanza de que le hayamos dado todos lo justo a los polvorones, turrones y demás, vuelve esta sección nuestra de cada jueves en la que tenéis la ocasión de echaros la mochila al hombro, y de desgastar suela de las zapatillas, disfrutando a la vez de los destinos a los que este vuestro guía os manda. En esta ocasión cogemos el Regional Exprés, para desembarcar en…
Madrid
El rompeolas de las Españas. La capital de este nuestro país. Ciudad enorme, mastodóntica en ocasiones, donde el tráfico puede llegar a sacar de quicio hasta al más pintado, pero en la que también tienes la opción de desplazarte debajo de tierra, gracias al Metro.
Pero Madrid –Madriz según numerosos autóctonos, y otros cuantos que no lo somos- esconde numerosos tesoros entre las multitudes y los edificios que la componen. Y en esta ocasión nos vamos a desplazar a una zona concreta de la ciudad, que a vuestro guía le encanta. La zona quizá más histórica, aunque nuestra capital tiene historia para dar y tomar.
Para empezar, vamos a coger el Metro. Las líneas 1, 2 ó 3, que nos dejarán en el que mucho tiempo se creyó centro exacto del país, aunque en realidad tan sólo sea el kilómetro 0 de las carreteras y el lugar donde cientos y miles de personas dan la bienvenida cada año al siguiente. Nos referimos, como ya habréis deducido, a
Volviendo sobre nuestros pasos hacia Sol, tenemos dos opciones principales para continuar la senda. O bien por la calle Arenal, recientemente peatonalizada y donde os podréis encontrar con el primer hotel de la capital, hoy transformado en viviendas. O bien por la calle Mayor, a la que también se puede llegar desde la paralela. En resumen, nuestro destino, por cualquiera de ellas, será
Una vez visitada y disfrutada
Una vez visitada la seo madrileña, os recomiendo gastar un buen rato en su vecino de enfrente, el Palacio Real. Antes de Oriente, pese a que está totalmente en Poniente. Quizá sea mejor comenzar la visita rodeados de reyes godos petrificados, como ocurre en los jardines de alrededor, conocidos como de Lepanto y del Cabo Noval. Para relajarse, de lo mejor que podéis hacer.
Cuando hayáis terminado, pasad a Palacio. Deleitaos con
Y, si aún os quedan ganas de ver jardines, el Campo del Moro, justo detrás del conjunto, o Sabatini, donde en verano se realizan numerosos conciertos. Desde allí, podéis encaminar vuestros pies hacia
Tras ello, la visita puede finalizar con una puesta de sol en el Parque de la Montaña, con las piedras egipcias del Templo de Debod dominando las vistas, y recordando también que allí estuvo en su día el Cuartel de
Espero que os haya gustado esta visita por nuestra capital. Que, aunque algunos se empeñen en decir que no, es una auténtica maravilla.
¿La próxima semana? Como siempre, quién sabe…
¡Hasta entonces, mochileros!
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