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El vuelo de la gaviota

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Dando candela a árbitros chulos

En primer lugar, debo pedir disculpas a los lectores, dado que esta semana en las previsiones iniciales estaba que el arriba firmante publicase la prometida segunda parte de “¿Y cómo titulo yo esto?”. Pero los hechos que el mismo sujeto ha vivido en las últimas horas me llevan a cambiar radicalmente de tema para la parrafada dominical de este primer día de febrero. Vamos a ello.

Situación: un polideportivo de la ciudad de Valladolid. Dos equipos de Tercera división provincial dispuestos a enfrentarse en el encuentro de la 12ª jornada. Sin rivalidades de ninguna clase entre ellos. Siquiera entre algunos jugadores determinados, que así podría haber sido. Nada de nada. Y el partido que comienza, puntual, con el aludido en el título dirigiéndolo. Hasta ahí, todo bien. Incluso hasta el descanso. Exceptuando los típicos errores que todos podemos cometer, pero sin más.

La situación se torció a la vuelta al terreno de juego. El equipo local se había ido perdiendo por 0-3, y en apenas 7 minutos consiguió igualar el partido. Quizá al hombre de negro le pareció que no podía ser, y que iba siendo hora de cobrar protagonismo por encima de los 10 que estaban en la cancha dispuestos a jugar lo más limpio que les era posible.

Con las mismas, cada protesta se convertía en amenazas y discriminaciones personales hacia quienes osaban poner en duda su –al parecer- incuestionable autoridad. De ahí al siguiente paso, que fue el mostrar una tarjeta amarilla a cada protagonista que se atreviese a abrir la boca, transcurrieron apenas un par de minutos. Pero antes de pasar a este fragmento de la historia, veamos –por aquello de que su excelentísima señoría quizá se puede mosquear- qué definición da el DRAE sobre chulo. Y si le retrata o no:

chulo, la.

(Del mozárabe šúlo, y este del latín sciŏlus, enteradillo).

1. [adj.] Que habla y obra con chulería. (vaya que si obró con ídem)

2. rufián (que el mismo DRAE define como Hombre sin honor, perverso, despreciable. Y es que cuando alguien no muestra honor, es lo que es. Un perfecto rufián).

Dios santo. Ya sabía que el DRAE es exacto, pero no que lo era en tal modo. Una nueva razón para amar esta lengua que me sirve para dirigirme a todos vosotros cada domingo.

¿Es motivo de expulsión el llamar a alguien ‘mentecato’? Quizá, dado que se convierte en muy probable que este inepto personaje desconociese el significado de una de las palabras que, a mi juicio, conforman el capítulo de las más bellas de entre las descalificaciones. Por si acaso, estimadísimo chulo, te muestro qué es lo que significa ese término, recurriendo nuevamente a la que limpia, fija y da esplendor al español:

mentecato

(De mentecapto).

1. [adj.] Tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón. 2. [adj.] De escaso juicio o entendimiento.

Nuevo acierto para el DRAE. Porque el entendimiento mostrado por semejante personaje, una vez se sintió insultado, fue absolutamente nulo. Probablemente estableciese un nuevo récord en cuanto a rapidez de amonestaciones. Siete (sí, siete) en apenas cuatro (sí, cuatro) minutos. Fíjese el avispado lector si quien le llamó mentecato tenía razón: hasta tal punto se ofuscó que no recordó que una doble amonestación se convierte en expulsión. Qué cosas, oigan.

Lo más grave, pese a todo, llegó a la conclusión del encuentro. Agresiones inventadas. Supuestos impedimentos para redactar el acta igualmente fruto de la imaginación de nuestro estimadísimo chulo. Secuestro de documentación del partido, porque al personaje en sí le apeteció, llevado a cabo. Enfrentamientos ¡con los espectadores! del encuentro, también. En estas, que llegó la Policía. Y el chulo se salió con la suya, saliendo incluso escoltado. Lástima que no ocurriese como en la historia que narra el maestro Pérez-Reverte en el artículo que ha inspirado el título de esta parrafada (“Estrangulando a capitanes chulos”) y no estuviese por allí el alcalde de Zalamea para poner las cosas en orden.

Porque el chulo no hizo sino lo que sabe: abusar de la supuesta autoridad que el puesto de presidente de la ¿federación? ¿casa de lenocinio? que organiza la competición le confiere. Sí, han leído bien. Hasta el presidente arbitra. Quizá es que, con aquello de que las sanciones deportivas tienen su reflejo en cantidades monetarias, ha decidido maquillar los resultados, para que la crisis se note un poco menos. O para lo que a nuestro árbitro chulo le apetezca.

Ah, una cosa para finalizar, querido chulo. Una advertencia, en principio, aunque si te llevas estas líneas a la vista tendrás la desfachatez –que de esa te sobra, te lo garantizo- de decir que amenaza: no vuelvas a llamar al arriba firmante hijo de mujer pública. (no con palabras educadas, sino como lo hiciste). No vaya a ser que salgamos en los papeles, en lugar de en un blog. Te lo digo, simple y únicamente, por si acaso.

Hasta el próximo domingo, estimados lectores.

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