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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

Un viernes más, aquí va la sección geográfica, como siempre, confiando en que a alguien le parezca de interés. Si la semana pasada hablaba de un lugar tan lejano a mi domicilio como es Salamanca, hoy va a ser todo lo contrario, y es que a veces lo más cercano puede resultar tan sorprendente o más que lo que tenemos a centenares o miles de kilómetros. Además, esta chincheta tiene un punto diferente a todas las anteriores. Subid al coche, que os llevo hasta


BENIFALLIM
22 de febrero de 2008


Foto: http://www.panoramio.com/photo/4389545 . Autor: J. A. Ruiz Peñalver.


Según el padrón oficial a 1 de enero de 2007, en la provincia de Alicante residían 392.907 personas extranjeras, un 21,53% del total de habitantes de la demarcación. Pero uno de los 141 municipios alicantinos llevaba la contraria al resto; se trataba de Benifallim, una pequeña localidad de 125 vecinos en la que no había ni un solo extranjero empadronado. La única de toda la provincia donde esto ocurría. Uno, que está muy pendiente de esos datos, pensó que ahí podía haber noticia, así que lo propuso ante las autoridades competentes en materia laboral. Y la idea tuvo buena acogida, con lo cual, tras concertar una cita con el alcalde, una fotógrafa y un servidor nos pusimos en camino para hacer un reportaje.

Benifallim es uno de esos lugares recónditos que, en un momento dado, han aparecido en los medios de comunicación por hechos desagradables: en el verano de 1999 tuvo lugar en una finca rural de este municipio un triple crimen. Por ello, la coincidencia de que ahora fuera el único pueblo alicantino sin extranjeros y la realización de un reportaje fue también muy bien recibida por su alcalde, quien se alegró de que se acordaran de la localidad por algo simpático y para reflejar en un periódico algo que casi siempre se ignora por completo: el tranquilo devenir diario de un pueblo de poco más de 100 habitantes. Se podría decir que este reportaje era una forma de hacer justicia con sus vecinos.

Está en mi misma comarca, y a sólo 20 kilómetros de mi casa, pero hasta el 22 de febrero de 2008 yo no había puesto un pie en Benifallim. Sí había pasado bastantes veces, pero de largo, camino de otros pueblos de la zona. Pero todo tiene su primera vez. Aparqué el coche en la calle de entrada y me acerqué hasta la plaza principal, donde ya me esperaba mi compañera. Era la una de la tarde y estaban desmontando un par de tenderetes. En el pueblo no hay ni una sola tienda, ni siquiera un estanco, con lo cual, el único comercio existente es el de los vendedores ambulantes que, con el permiso del Ayuntamiento, se instalan cada día en la plaza; el viernes era el día de los productos de alimentación.

Los escasos vecinos habían ido ya a comprar. Tan sólo vi, al final de un callejón que salía de la plaza, a una mujer que se alejaba con una bolsa de la compra. Primera vecina que se ponía a tiro, periodísticamente hablando. Llego hasta ella y, tras explicarle en valenciano quién era yo y qué hacía yo, me responde en castellano y con acento manchego. Parecía extremadamente difícil a priori, pero lo había conseguido a la primera. Había dado con una de las 8 personas del pueblo que, según los datos oficiales, han nacido fuera de la provincia de Alicante. Esta señora dejó una zona rural de Albacete para irse a un lugar aún más campestre y apartado del mundo como es la montaña alicantina, pero llevaba ya 40 años viviendo en Benifallim, encantada de la vida que ha llevado con el cultivo de almendros y olivos. Una respuesta bastante sorprendente, con lo devaluado que está ahora a nivel social el trabajo agrario.

Cuando volví a la plaza, mi compañera hablaba con otro vecino, también de bastante edad como la mujer anterior. Éste recelaba un poco de la prensa; se acordaba del verano de 1999, cuando el pueblo se llenó de periodistas por un motivo bien distinto. Cambió la actitud tras una pregunta tan inocente como la de qué le parecía vivir en Benifallim. Esta respuesta sí fue ya en el valenciano cerrado que no esperaba dejar de oír aquel mediodía, comentando entre risas que él en el pueblo estaba de maravilla. Nos contó que tenía familia en Madrid, y que la primera vez que había ido allí, hacía pocos años, tuvo la circunstancia de llegar a la estación de Atocha en plena hora punta, con una marabunta de gente yendo a toda prisa de un sitio para otro, y que menudo agobio... Me lo imaginaba reía para mis adentros, pensando en esta especie de versión remozada del personaje del anciano rural que inmortalizara en el cine Paco Martínez Soria.

Este hombre (que acabó hasta contándome que tenía familia en Ibi cuando le dije de dónde era yo) nos señaló también la puerta del bar, que estaba al final de la calle donde nos encontrábamos, en otra plazoleta. Se felicitaba de que acababa de volver a abrir después de estar cerrado varios meses porque no había nadie dispuesto a hacerse cargo de él. El Ayuntamiento había tenido que pedir la mediación de un órgano comarcal para lograrlo. El vecino nos comentaba que ahora la gente del pueblo no tenía que pillar el coche para ir al pueblo más cercano (a seis kilómetros) a tomar un café y jugar a las cartas. Volvía a haber algo que hacer sin moverse de Benifallim. Volvía la vida, se puede decir.

El alcalde apareció cuando aún hablaba con este hombre y mi compañera lo fotografiaba. Con él nos recorrimos todo el pueblo, hablando de la curiosa circunstancia de que no hubiera extranjeros, que él achacaba a que no había viviendas vacías. Fuera o no ésa la razón, se notaba que todas las casas estaban ocupadas de forma permanente o temporal, muy arregladas, con algunas calles dignas de postal y otras en pleno proceso de remodelación gracias a una subvención de la Diputación. El primer edil, ufano, nos explicaba de la curiosa ubicación de Benifallim, al resguardo de la sierra, que lo hace un lugar muy umbrío (era verdad, apenas daba el sol pese a ser mediodía y estar despejado, y se notaba bastante frío) y le confiere un toque de algún modo especial. Algo que después nos corroboraría un pintor local en cuya casa estuvimos, y cuyas palabras sirvieron también para ilustrar el reportaje.

Podría contar más cosas, pero no es cuestión de eternizar el artículo. Sólo diré que me fui de Benifallim con la sensación de haber descubierto un lugar con bastante encanto al mismo lado de mi casa. Y es que, como decía, a veces lo que más nos sorprende nos pasa más desapercibido hasta que nos percatamos de su existencia. Aquel pueblo no tenía, salvo la ubicación umbría, grandes diferencias con los de su alrededor a simple vista. Pero la forma de conocerlo, sin duda, permitió conocer todas sus particularidades y convertirlo en único.

Lamento no tener fotografías de aquel reportaje y tener que poner una extraída de internet. No obstante, quien quiera ver aquel reportaje (publicado un mes más tarde de la visita), puede hacerlo en este enlace:

http://www.diarioinformacion.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2008032100_15_735750__Alcoy-Todos-aqui

Por lo demás, nada más por hoy, esperando volver a encontrarnos la semana que viene.

Saludos y hasta la próxima.

13 de febrero de 2009

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