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Vlad el Empalador: 2ª Parte.



Una vez situado al personaje en su época y haber relatado sus andanzas y tramas políticas es interesante ver las numerosas atrocidades, torturas, asesinatos y crueldades varias llevadas a cabo por este personaje histórico, que gobernó Valaquia con mano de hierro, en la actual Rumania, a mediados del siglo XV.

Muchas historias y leyendas hablan sobre este personaje y se hace una tarea muy difícil saber hasta que punto estas historias y leyendas se ajustan a la realidad o si han sido invenciones o mitos posteriores propios de este tipo de personajes.




Aquí se relatan una serie de anécdotas y hechos curiosos acerca de Vlad III, también conocido como Vlad Tepes, “el empalador”.

Vlad Tepes castigaba duramente tanto a su enemigos como a sus propios súbditos. Su principal forma de ejecución fue el empalamiento, en ocasiones se producía de forma masiva para dar un escarmiento a la población de un lugar. También realizaba otras prácticas de tortura no menos atroces en sus famosos castillos, repartidos por todo su reino, como la amputación de miembros, narices y orejas o la extracción de los ojos con ganchos, además de la castración. Del mismo modo también era aficionado a la hoguera, el desollamiento o a la exposición de sus prisioneros a las inclemencias del tiempo y a las fieras salvajes.

Eliminación de pobres y gitanos.

Otra de sus obsesiones fue la eliminación de pobres y mendigos así como la persecución a los gitanos.

En una ocasión Vlad el empalador invitó a un festín a la población desfavorecida y hambrienta en una gran casa a las afueras de la ciudad, allí acudieron gentes de todos los lugares pobres, tullidos, enfermos de todo tipo etc. En un principio se les ofreció comida y bebida en grandes cantidades pero estas gentes desconocía el verdadero propósito de su príncipe. Una vez saciados y borrachos Vlad se presentó con parte de su guardia y preguntó a todos los allí reunidos si querían una vida sin privaciones ni preocupaciones y que todos los días se dieran festines como aquel, a lo que los mendigos y demás personas respondieron que sí y que había sido el mejor día de sus vidas. Tras esto Vlad les sonrió y sus soldados prendieron fuego a la casa muriendo todas las personas que allí se encontraban. Esta práctica se podría haber repetido en todas las comarcas de su reino. Por lo tanto para acabar con la pobreza acabó con todos los pobres.

Otro de los grupos que sufrió su ira y con el que quiso acabar es el de los gitanos. Vlad le obligó a que se alistaran en su ejército para combatir contra los turcos una vez liquidados todos los patriarcas gitanos.


Los Mensajeros turcos.

Se cuenta que en cierta ocasión se presentaron ante Vlad una serie de mensajeros enviados por su enemigo el Sultán de Estambul. Vlad les preguntó que por qué llevaban la cabeza cubierta, los mensajeros llevaban los turbantes típicos turcos, éstos le respondieron que era tradición en su país ir así vestidos a lo que Vlad respondió que para él se trataba de una ofensa presentarse así ante él. Por lo que decidió que para reforzar su tradición los mensajeros regresarían a Estambul con los turbantes clavados a sus cráneos, para que nunca se les pudiesen quitar.

El Comerciante.

Un día un comerciante que procedía de florencía acudió al castillo de Vlad para denunciar el robo de una bolsa que contenía monedas de oro. El príncipe le instó a que volviese al día siguiente. Cuando este mercader volvió al castillo los ladrones y sus familias habían sido empalados en el mismo patio del castillo y se le devolvió la bolsa robada con su contenido íntegro. El soberano le pidió al mercader que contara las monedas de oro, este lo hizo y dijo que sobraba una, quizás demasiado asustado como para mentir. Vlad le contestó que si hubiese mentido para quedarse la moneda sobrante habría acabado igual que los ladrones.

El monje empalado.


Se encontraba el príncipe Vlad paseando junto a un monje, en un caluroso día de verano, cerca de un bosque que tenía la característica típica de los bosques de su reino ya que se trataba de un bosque de empalados. El monje hizo una observación sobre el ambiente que les rodeaba y comentó que el hedor era insoportable. Vlad poseído por una ira incontrolable y tremendamente enfurecido ordenó que empalaran al monje en el bosque, en el palo más alto que hubiese. Una vez que el monje se encontraba empalado Vlad le preguntó si allí arriba olía mejor.

La amante.

Las amantes del príncipe Vlad se cuentan por decenas probablemente porque no le duraban demasiado. Como demuestra el trágico final de una de ellas. Un día que el empalador se encontraba de mal humor una de sus amantes le dijo para complacerle que esperaba un hijo suyo. Vlad envió a una matrona para que confirmase si era cierto que se encontraba embarazada, la matrona dijo que no existía tal embarazo por lo que Vlad le rajó literalmente el vientre a su amada gritando que quería ver el fruto de su entrañas.

La copa de oro.

Otra de la anécdotas que mejor refleja el temor y el respeto que infundía el príncipe Vlad entre sus súbditos es la que cuenta que en una fuente de un lugar de Valaquia se había puesto una copa de oro para que los habitantes del lugar bebiesen de ella. Era tal el miedo de la gente que nadie la robó jamás, incluso varios años después de la muerte del príncipe.



Estas historias son solo un pequeño extracto de las prácticas de represión y castigo que llevaba a cabo Vlad el empalador que reinó en Valaquia entre (1456 y 1462).

Para algunos historiadores este personaje histórico es tan solo un tirano y un loco que disfrutaba con el sufrimiento ajeno y con la muerte hasta extremos impensables pero para otros historiadores que le defienden Vlad es un héroe nacional argumentando que en aquella zona y aquella época el reinado del terror era la única forma de mantener controlados tanto a los enemigos internos como a las enormes fuerzas extranjeras que presionaban Valaquia por uno y otro lado, ya que este territorio suponía la entrada entre Asia y Europa. Sus defensores también argumentan que sus prácticas y su moral estaban acordes a un hombre de su tiempo y destacan su sentido de la justicia y su patriotismo, también que pudo contener de la invasión de su patria a los grandes ejércitos extranjeros.

También llama la atención en este sentido que en 1976 el gobierno comunista de Nicolae Ceauşescu lo declarase Héroe de la nación al cumplirse el quinto centenario de su muerte. Por lo tanto cada uno puede sacar sus propias conclusiones acerca de este personaje histórico al que se le ha dedicado este espacio.

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