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Reflexiones a Pilot Rojo

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DEJEMOS DE SER “FRANCOS”

Dando una vueltecilla por las entrañables y acogedoras calles de mi pueblo, en una de esas tardes en las que te ausentas de todo, no ves a nadie pero a la vez observas y, como no, con los auriculares de mi rockero mp3 siempre pegados a mis oídos, me sentí de repente rodeado en una misma zona de lo que en los periódicos últimamente crea polémica y no entiendo por qué: los símbolos fascistas.

Salía de la Calle Larga, anteriormente llamada General Franco y que solo este equipo de gobierno socialista cambió de nombre, continué mi camino girando hacia la derecha y luego hacia la izquierda moviendo la cabeza mientras las guitarras eléctricas reventaban mis lóbulos y fui a dar a un banco cigarrero, de esos donde te sientas, fumas y miras. Girando la cabeza en dirección a la Cámara Agraria de mi pueblo observé que esa plazuelita donde se encontraba además la antigua panadería, todavía se lee en un cuadro azul con letras blancas el nombre de un fascista, Onésimo Redondo. El pieza, uno de los fundadores de las JONS y líder de la formación en Valladolid, azuzó durante la preguerra para que la juventud adoptase la política de los puños y las pistolas y así uno tras otro el terror rojo fuera cayendo. Esa era la política de José Antonio Primo de Rivera, fundador oficial y presidente de Falange Española, que poco después se fundiría con esas Juntas Sindicales de extrema derecha para así mover a las masas y crear un bando civil fascista. Este último, al que dicen le traicionó el propio Franco, tiene “a su nombre” una de las principales calles de Torrecilla de la Orden, pueblo vecino al mío, que, si no lo he dicho, es Fresno el Viejo. Es lo primero que se me vino a la cabeza tras leer el nombre del juntista Redondo, el recordar lo de aquella calle, la cual ha sido delante de mis propios ojos cantada y amenizada con el “alzad los brazos” de Pemán y el “Cara al Sol” de un mal poeta. No hacía falta explicar ni poner el nombre y los apellidos al completo: parecía que con un José Antonio a secas era un personaje familiar que, seguramente, cene en todas las casas de los fascistas que le cantaban.

Paranoias y recuerdos aparte, seguí el camino sin aún consumirse mi cigarro, pues un escalofrío recorría mi cuerpo que vivía un momento de separación de mi cabeza. Dejé de lado el Ayuntamiento y tiré por la calle de la derecha, bordeando algunas manzanas y pensando en, quizás, ir a tomar unas cañas. Pero en esa manía que tengo de mirar hacia todos los lados, sentí de repente como si la Historia se me echase encima al volver a leer, y esta vez en alto, el letrero que describía el nombre de esa calle: General Sanjurjo. Evidentemente sabía de la existencia de todas esas calles, es un pueblo pequeño, pero no eran muchas las veces que me había parado a pensar en ello. Sí en Madrid o Santander, pero no en Fresno el Viejo, donde hermanos se odiaron y amigos se mataron.
Sanjurjo, otro fascista más y del que hablan las malas (o buenas) lenguas que también Franco se convirtió en partida, destino y muerte, murió en accidente de avión justo al comenzar la Guerra Civil. Se erigía por momentos como el Caudillo de España por Gracia de Dios, título que después le fue entregado a Franco.

Y como de todos es sabido que la Iglesia Católica fue muy “franca” durante el período del tirano y todavía busca su sitio, a veces consideran que las cosas pasadas, bien pasadas están. Utilizando ese bien en todos los sentidos, sin cambiar una sola coma. Los mártires franquistas seguirán siendo mártires por Dios y sus placas seguirán colgadas de las iglesias junto a oraciones que ruegan por su muerte. Mientras la Iglesia rece por ellos, yo no iré a la Iglesia y la única Salve que entonaré será la que me enseñó Evaristo.
Todo va unido. Hay quien reza a diario y peca cuando sale de casa y considera al dictador como un hombre de paz y parte buena e importante de la historia. No ven en él como al asesino de hermanos y amigos, como el que trató a la mayoría de españoles como una auténtica basura. No ven el por qué de limpiar el fascismo de una vez por todas y siguen exaltando a sus grandes ídolos y ejemplos franquistas. Ejemplos como el de la beata que un día, con toda su confianza, me afirmó: “mi hermano sí que era bueno, un ejemplo a seguir. Era cura y capitán del ejército”. Vaya un ejemplo señora.

3 comentarios:
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Antonio dijo...
domingo, octubre 14, 2007 11:46:00 p. m.  

Me ha gustado bastante esta entrada. Yo soy partidario de retirar todo vestigio franquista de los callejeros de ciudades y pueblos. Se me podrá decir que el franquismo es historia de España, y será cierto, al igual que el nazismo es historia de Alemania y no creo que haya muchas calles dedicadas a Adolf Hitler en el país germánico.

Me cuesta comprender que tras 30 años de democracia siga habiendo calles dedicadas a Franco, Mola, Sanjurjo, Varela, Queipo de Llano, Millán Astray, Goded y demás cuadrilla levantada contra un régimen democrático. Con las carencias, fallos y desmanes que todos conocemos, pero salido de las urnas. Un levantamiento que dio lugar a tres años de guerra y otros 36 de dictadura. De falta de libertades, en suma.

Que en 1975 toda calle principal estuviera dedicada a Franco me resulta obvio, pero que en 2007 aún las haya me parece una sandez. Más aún en el caso de las localidades pequeñas, donde cada rincón tiene su nombre popular. Prefiero una vía pública dedicada al Horno, al Portal o a algún personaje local, antes que a los citados con anterioridad. Seguro que esas calles de Fresno el Viejo que citas tendrán sus nombres populares, que a lo mejor eran oficiales antes de 1936.

En mi pueblo, por suerte, la dictadura desapareció del callejero en 1985, y aún así me parece una fecha tardía. La calle General Mola pasó a tener el tradicional nombre de "Carrer Empedrat", la del Generalísimo se convirtió en la de la Constitución y la del 18 de Julio pasó a honrar al 9 d'Octubre, la fiesta autonómica. Por suerte, los tiempos cambiaron.

Que el ejemplo que citas de la "calle Larga" se extienda a todo el casco urbano de Fresno el Viejo.

Saludos.

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Patino dijo...
viernes, octubre 19, 2007 12:49:00 p. m.  

Pues yo soy de los que dicen que es parte de nuestra Historia. Que no lo justifico -faltaría más- ni me parece tan bueno como lo pintan unos ni tan malo como lo pintan otros, pero que está ahí.

¿Para qué andar ahora con esto? ¿Se pretende olvidar la Historia? El único modo de evitar que se repita es aprendiendo qué pasó, y no ocultándolo. ¿Para qué remover mierda ahora? No, no merece la pena.

Recordemos todos la polémica que se produjo en la calle de al lado de Correos hace nada: Unos cuantos se empeñaron en quitar la placa de la calle José Antonio Primo de Rivera. Vale que no les guste José Antonio. Pero, ¿molesta que esa calle se llame así? A mí, no. Creo que a ellos tampoco.

La mierda, cuando se remueve, huele mal. Eso se dice por mi pueblo. Y es verdad...

Un saludo, Karny.

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Antonio dijo...
sábado, octubre 20, 2007 12:03:00 a. m.  

Pues a mí, particularmente, sí me molesta que las vías públicas estén dedicadas a personas que representan un régimen dictatorial. El caso concreto que citas de José Antonio también, pero no ya por él mismo, que a fin de cuentas fue una víctima de la sinrazón de una guerra, sino por quienes lo ensalzaron como un mártir cuando no era más que un agitador de masas, seguro que injustamente asesinado, eso sí. En otros tiempos, probablemente se le habría enviado a la cárcel como instigador de un golpe de estado y punto, nada de 'ajusticiamientos' desmedidos.

Decir también que, por supuesto, también repudio todo nombre que haga referencia a dictaduras 'de izquierdas' (por llamarlas de alguna forma), con origen distinto a los regímenes militares pero el mismo final. Creo que hay muchos personajes públicos que merecen mucho más esas placas. Y en el caso de las localidades pequeñas o los cascos históricos, insisto que prefiero un nombre popular a cualquier otro.

La carne putrefacta huele tan mal o peor que la mierda removida, y pienso que el régimen franquista y toda su parafernalia no son más que eso, carroña, que hace falta enterrar para evitar que siga hediendo. Eso sí, teniendo claro lo que dices, Patino, que es necesario conocer siempre lo más sórdido de la historia (la Guerra Civil lo fue, tanto en un bando como en otro, y los 36 años siguientes también) para aprender de ello y hacer que no se repita.

Saludos y, a Patino, decirte que por supuesto todo esto es sin acritud alguna. Estaría encantado de que alguna vez pudiéramos confrontar posturas, o tal vez acercándolas, quién sabe. Que las discusiones pueden ser enriquecedoras y de ellas también se aprende. Lo dicho, salud.

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