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LA MÁQUINA DEL TIEMPO

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NI DIOS PODÍA HUNDIRLO

Belfast, abril de 1912. El barco de los sueños de Bruce Ismay, vicepresidente de la Withe Star Line, en el cual se invirtieron muchos millones, muchas jornadas laborales y más de quince mil obreros, se preparaba para zarpar y hacer el papel de gran hotel flotante. El optimismo se hacía en ocasiones fanfarrón; Mr Andrews, arquitecto del barco, se felicitaba con Mr Ismay antes de la partida; la acogida del Titanic fue bestial, los periódicos del mundo se quitaban el sombrero ante tamaño lujo y los pasajeros creían estar viviendo un sueño. El capitán del barco, Mr John Smith culminaría su larga carrera y pasaría a la jubilación ya que su trayectoria le merecían unos años de tranquilidad junto a su hija y su esposa. Entre todos ellos, una clase asquerosamente rica y despreocupada, con cientos de negocios por todos los rincones de la tierra a los cuales apenas prestaban atención (tenían esclavos suficientes que se ocuparan de ello).
En el otro lado, una serie de profesionales, médicos, abogados, dedicados a trabajos “nobles” que viajaban en segunda clase, ya no tan lujosa pero bastante emergente en las sociedades industrializadas del Reino Unido y gran parte de Europa.
Entre ratas y durmiendo en camarotes ridículos y cochambrosos, una tercera clase aplastada por los que viajaban en primera, una clase obrera que buscaba algo distinto en EEUU, que vivía un viaje retrato a su propia vida, sin derechos, con muchas limitaciones y aplastados por los más fuertes.

Los veintidós nudos a los que navegaba el Titanic preocupaban a su flamante capitán, pero no al ideólogo del trasatlántico, el loco soñador hermanado con los ricachones de negocios que se empeñó en llegar a Nueva York un día antes de lo establecido. Del día 10 al 13 de abril el trayecto fue normal, con aguas tranquilas y un viaje bastante cómodo y sin contratiempos, hasta que los avisos de hielo hicieron que el capitán desviase el acuoso camino unos grados hacia el sur. Sin embargo, la noche del 14 de abril los vigías avistaron un robusto bloque de hielo, un fantasma en toda regla, blanco y difícil de esquivar, a tan solo medio kilómetro de la proa. El mini timón no giró lo demasiado y el enorme buque chocó con el iceberg provocando en estribor una enorme brecha de más de diez metros. Un choque frontal hubiese evitado el trágico final.

Increíble, impensable, el gran sueño se convertía en pesadilla. Sobre todo cuando el arquitecto, Mr Andrews, afirmó que el barco se hundiría entre dos y cuatro horas. La ceguera de Ismay y la fanfarronería de los dirigentes de la White Star Line recibieron 1500 golpes como víctimas hubo: de los 40 botes salvavidas que debieron zarpar subidos en cubierta solo salieron 16 de la ciudad irlandesa de Belfast. El gigante de casi trescientos metros de longitud y que portaba dos mil doscientas personas perecería en las frías aguas del Atlántico Norte a eso de las dos y media de la madrugada del 15 de abril dejándose en el fondo del mar 1500 almas.

Momentos de angustia, de tensión, cuyo fondo era acompañado por gritos y por una larga melodía, la que Wallace y su banda no dejaron de tocar en las dos horas mas largas que vivieron los pasajeros y tripulantes del barco que “Ni Dios podía hundirlo”. La máquina de cuatro chimeneas se alzaba a 10 kilómetros de Terranova hundiéndose por proa y levantando la popa hasta casi tocar el cielo, resquebrajándose después y dividiendo el trasatlántico en dos mitades, como muchos de los corazones de los que consiguieron salvarse, dejando la mitad de sus vidas en el barco. El oro se hundía en el profundo mar, que acogía en sus extensos brazos los cuerpos de millar y medio de personas, la mayoría pertenecientes a la clase explotada.


Después de 95 años, la historia “titánica” sigue viva. Películas, vídeos, musicales, teatros...han sabido recrear algunos mejor que otros la horrible tragedia que se vivió en alta mar a dos grados de temperatura.

Y ante todo ello, comenzaron a surgir una serie de casualidades muy curiosas respecto al drama. Morgan Robinson escribió 14 años antes la historia del Titán, gran trasatlántico que se zambullía en aguas del Atlántico norte una noche de abril después de haber chocado con un iceberg. Un barco lujoso y de similares características al Titanic se hunde en la novela Futility. O lo que un tripulante del buque decidió, que fue el no embarcarse en el Titanic por un sueño que tuvo días antes que le daba mala espina.
El caso es que el gran buque se tenía que estrellar. Cinco segundos separaban a todas esas personas de la muerte: si el iceberg se hubiese avistado 5 segundos más tarde, el choque hubiese sido frontal, con lo cual el barco no se hubiese hundido; si hubiese sido detectado 5 segundos antes, la colisión se hubiese evitado.
La cadena de fatalidades fue inevitable, una tras otra, nimiedades que causaron la segunda mayor tragedia marítima reconocida legalmente.


El capitán, Edward John Smith y el diseñador, Thomas Andrews, prefirieron vivir la tragedia desde dentro morir valientemente mirando a los ojos al imprevisible, al fiero, al mar. Se dieron cuenta de que por mucho que el hombre haga e intente, por mucho que el hombre quiera mutar a superhombre, siempre habrá alguien por encima de él, y esa es, sin duda, la madre naturaleza.

3 comentarios:
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Sara Parque dijo...
viernes, noviembre 23, 2007 9:08:00 p. m.  

Me ha gustado mucho rememorar ese momento de la historia, reflejado de forma emocionante, romántica, espectacular, apasionante y un sin finde adjetivos en la película TITANIC. Me ha gustado como has narrado la historia, y recordar como la prepotencia de algunos hicieron a muchos perder su vida. Tragedias que hoy en día siguen y seguirán pasando por desgracia.
Un saludo

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Patino dijo...
domingo, noviembre 25, 2007 6:23:00 p. m.  

Ciertamente, como bien dice Parque, a todos nos ha venido a la mente la dicapriana película. En ella se ve maravillosamente la división entre las clases (magnífica fiesta irlandesa en tercera) y se reflejan muy bien las personalidades. Si tenéis ganas y tiempo, en el museo marítimo de Liverpool hay un gran apartado dedicado a este barco. Por cierto, que decían que iban a intentar sacarlo a la superficie. La verdad, no sé cómo. Pero si lo dicen, dicho está. Buen relato, Karny(cero).

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Unknown dijo...
domingo, noviembre 25, 2007 11:09:00 p. m.  

Me encantan todas las historias y datos que aparecen sobre el titanic. Creo que fue una catástrofe casi impensable en nuestros tiempos. Seguramente, cuando pasen los años en la sección "La maquina del tiempo" Karny tendrá que hablar del 11S o el 11M. Una pena: Bastantes desastres hay sin buscarlos...como para que vengan unos descerebrados a engordar la historia...

Un saludo Karny y enhorabuena
MERAYO

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