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EL RINCÓN DEL ROJO

Era raro que mi menda escribiese de los primeros en el blog, al tratarse de, el pobre chaval, el campeón de Europa de despistados en su categoría, la categoría de despistes pesados.
Dentro de la subjetividad me gustaría ser objetivo, o dentro de la objetividad subjetivo para poder mostraros mi visión del mundo refiriéndome a lo que ocurre en el desquiciado planeta cada semana, dándole un toque pintoresco y poco leído en los periódicos y nada escuchado en las radios. Bueno, igual en lo último me equivoco, pero eso, que así le hago frente a Jiménez Losantos.
Intentaré que todas las semanas os llegue un trocito de mi humilde pensamiento, con el cual no intento ni extorsionar ni manipular ni tan siquiera convencer de cómo hay que mirar el estado de las cosas, si no mostrar la opinión de alguien que ve la vida pintada de fuerte rojo y que no usó palas ni rastrillos, sino la hoz y el martillo. Así pues también me gustaría que alguien mostrara el punto de vista contrapuesto, porque en el mundo no solo existe la opinión de mi lado. Si no es posible, imaginadla jeje.
Es duro vivir en un sistema contrario a tus ideas, pero quizás es lo que le da vidilla a las protestas de los jóvenes, los que cambiamos el mundo emborrachándonos tres veces a la semana pero que no nos gustan las normas establecidas del sistema. Y dirán que así es muy bonito hablar y que poco se hace. Y yo diré, cuanto menos caso le hagamos a esta sociedad de consumo la cual se mueve a doscientos kilómetros por hora mejor, cuanto menos confiemos en los diez magnates del país y dejemos de acudir a sus megatiendas mejor, cuanto menos ovejas seamos, menos pastor será el que nos guía. Pero esto es, ya digo, una simple opinión. Es solo mi carta de presentación, pues de momento veo las cosas desde un ángulo escorado a la izquierda. Ahora me gustaría comenzar, ya que no preparé ninguna noticia de actualidad, comentando un fenómeno que ocurre en Valladolid, más que un fenómeno, una gran putada.

Cuatro borregos y ningún destino

Una nueva especie de insecto se ha afincado en Valladolid contagiando a base de hostias un odio hacia sus personas, y ya hay que ser ignorantes. Cuatro cabezas rapadas rellenas de nada pisan nuestras calles sembrando el pánico que se fabricó desde el más amplio concepto de cobardía. Suelen ir en grupo, soñando con intensos polvos con Hitler y el mariscal Rommel, y esperando que la genética resucite a Franco. Van dando palizas de forma gratuita (solo te piden la voluntad) a cualquiera que se cruce por su camino. Eso sí, el momento lo escogen ellos, ya que todo corre de su cuenta: tienes que ir solo y cruzarte con más de tres. Si eres rojo o inmigrante mejor, pero si eres una niña de catorce años que se va a casa a las once y media no pasa nada. No serán ni puñetazos ni patadas, pero sí una obra de arte nazi clavada en tu espalda a fuego, la cual no te podrás quitar en mucho tiempo, y escocerá, vaya si escocerá. Suelen alzar el brazo derecho, parece que los chavales se han tragado muchas películas de gladiadores y romanos, y suelen cantar incluso en verano un tal “cara al sol”. Hombre en invierno que hace frío vale, puedes añorar el sol, pero en verano a cuarenta grados a la sombra… ya hay que estar volado.
Lo que una y otra vez me pregunto es qué querrán conseguir con esto, cuáles son sus objetivos, si es que tienen alguno. Lo malo es que quien yo me sé vuelve la cara, y solo se acuerda de multar a los que mean en la calle, a los que hacen botellón y a los que se están fumando sí, por qué no decirlo, un porro de marihuana y no están haciendo daño a nadie. Mientras estos hijos de… a saber quién siguen dándose paseos por su Reich intentando que ningún intruso les haga la Revolución y destroce sus cráneos afeitados.
Después de opinar sobre el fascismo que habita hoy en Valladolid, solo me queda decir una cosa: ahora sí, Salud y República!!!