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Aprovehando el estreno de El diablo viste de Prada y que el Pisuerga pasa por Valladolid, vamos a hablar un poco sobre la revista de moda más famosa del mundo, Vogue. Si París y Milán son consideradas como la meca de la moda, la revista Vogue es sin duda la biblia del buen vestir. Vogue lleva guiando a millones de personas desde su nacimiento en 1908 en la gran Manzana de Nueva York, y así empieza la historia: Había una vez en una gran bandeja dos millones de agujas, de las cuales 150 mil tenían puntas de oro. Estas últimas eran el premio para el joven creativo que consiguiera inventar un imán que separase el oro del metal común. Hasta el día 23 de junio de 1909, nadie lo había conseguido. Sin embargo, al día siguiente, un hombre de 37 años, que usaba pince-nez, cuello almidonado desprendido de la camisa y un buen casimir inglés, presentó el material perfecto y lo denominó Vogue.El hombre de 37 años, de pince-nez y cuello duro, era Conde Nast, nuevo propietario de la revista. Conde Nast describió el tipo de público al que deseaba dirigir la revista Vogue -un público especializado, "educado, sofisticado, de alto poder adquisitivo".
El presidente Nast no se contentó con menos... Nast era el publicista mejor pagado de la antigua revista Collier's; a los 35 años su salario era casi el mismo del presidente de los Estados Unidos y él ciertamente no conquistó esa fama por el hecho de ser reticente ni tampoco por su condición de novato. Antes que nada, Nast era un profesional que entendía el asunto en forma muy distinta a los dos jóvenes columnistas Arthur B. Tunnure y Harry McVickar, que fundaron originalmente The Vogue Company en 1892, con el propósito, entre otras cosas, de "exhibir el aspecto exquisito de la vida" y "documentar los acontecimientos del mundo elegante". Mientras tanto, sin exagerar, la revista apenas sobrevivió durante los primeros 17 años de vida bajo la dirección de los dos propietarios, que recibían ayuda económica de la familia Vanderbilt, de la familia Van Rensselear, de la Señora Stuyvesant Fish y de otros miembros del Club Four Hundred. La revista publicó fotografías de la residencia de la familia Vanderbilt en la quinta Avenida, en Nueva York, logro periodístico que no podía haber sido realizado por ninguna otra revista. Además de ésto, la revista hizo del golf un deporte más difundido y del bridge un pasatiempo al alcance de todos. Publicó reportajes sobre modas y campeonatos de polo. Todo indicaba que la revista tenía una base sólida y que podía crearse una reputación. Lo que no tenía, evidentemente, era alguien como director que sacara partido de la situación. Es ahí justamente que entra Conde Nast. En los años que siguieron a su toma del poder, la circulación aumentó, la publicidad se dobló, triplicó, cuadruplicó, y lo que hasta entonces era sólo un vehículo informativo de tiraje limitado, pasó a ser una fuerza editorial, primero nacional y, más tarde, internacional.
El editor, o mejor dicho, editora, porque se trataba de una mujer, se llamaba Edna Woolman Chase. Provenía de una pequeña ciudad en Nueva Jersey y tenía el don innato e instintivo de la persuasión.
Fue durante 14 años la jefa indiscutible de la compañía antes de que adquiriera la editorial Conde Nast, quien se dio cuenta inmediatamente, sin dudarlo un sólo momento, de la mercancía extremadamente valiosa que llegaba a sus manos.
Después de 3 años de trabajo espléndido, Edna fue promovida al cargo de editora en jefe de la Revista Vogue. Esto aconteció alrededor de 1914. En los doce años siguientes, Vogue ocupó la segunda posición entre las revistas nacionales de mayor tiraje y circulación de los Estados Unidos. En ese tiempo Nast y Edna iniciaron la publicación del Vogue Inglés, en 1916, y del Vogue Francés en 1920.

Vogue tiene incentivos actualmente para las jóvenes de talento, con un énfasis dirigido hacia el profesionalismo -las novatas deben mostrar la misma dedicación por el trabajo que las actrices de teatro que se presentan en el escenario en su primer papel importante. Con el fin de estimular los valores jóvenes, se fundó el Premio de París en 1935. Se trataba de un concurso en el que estudiantes respondían preguntas sobre modas, además de escribir una tesis de 1500 palabras para dar una idea de su "criterio en los valores de la moda". El primer premio consistía en un contrato de un año en la revista Vogue, y la mitad de este período debía pasarse en los escritorios de la revista en París. Los vencedores de estos concursos están actualmente entre los principales editores de las revistas femeninas. La ex-primera dama Jacqueline Kennedy-Onassis ganó uno de estos concursos pero optó por otro destino. Podemos imaginar que debía ser una experiencia
fascinante para una joven de poco más de 20 años trabajar en el cuerpo editor de Vogue y asistir a algunas sesiones de fotografías de moda con los fotógrafos más famosos de la época.
La historia de Vogue es fascinante y muy interesante pero a la vez es sumamente larga asi que vamos a dividirla en dos partes para que no os agobieis mucho.
Ahora nos trasladamos al siglo XXI, Vogue sigue en su esplendor y parte de ese esplendor es gracias a Anna Wintour su directora, de la cual se ha escrito un libro posteriormente plasmado en el cine.
Es la reina Midas de la moda, la que dicta las tendencias y por la que diseñadores y modelos son capaces de besar el suelo que pisa. Todos la quieren, todos la odian. Es la editora del Vogue americano, que está, paradojas de la vida, más de moda que nunca. Por mucho que le pese.
Cientos de leyendas y rumores pululan sobre el "insecto glamuroso", como llaman a Wintour en los medios estadounidenses. El picotazo de ésta británica de 56 años -al frente de Vogue desde hace 18 años-, puede ser mortal. A través de su revista, el mayor referente de moda del mundo, ha lanzado a la fama a decenas de diseñadores, pero también ha acabado con la carrera de muchos otros.
Para empezar, con su propia jefa. Cuentan que en 1982, con 33 años, Wintour consiguió una cita con Grace Mirabella, la entonces directora de la cabecera estrella de Condé Nast. "¿Y si viniese a trabajar en Vogue, qué puesto le gustaría?", preguntó Mirabella. "El suyo", respondió la interpelada. Seis años después, Mirabella fue despedida. El puesto fue para Wintour.
El diablo viste de Prada, una adaptación de la novela que bajo ese mismo nombre escribió en 2003 Lauren Weisberger, la misma que trabajó de asistente personal de Wintour durante seis meses. No terminó su beca de un año.
Su jefa, explica en su libro, era el diablo vestido con las mejores galas, pero diablo a fin de cuentas.para que su mito prevaleciese vivo y para demostrar que tiene sentido del humor, se vistió de Prada de los pies a la cabeza y acudió al estreno. Más de uno se quedó boquiabierto.

Cuidarse por dentro y por fuera es el objetivo de Wintour, mujer disciplinada donde la haya, que cada día se levanta a las 5:45 de la mañana para jugar al tenis y no tener una caloría de más.
"No asumiría estar gorda ni aunque fuera la mejor periodista del mundo", ha dicho en varias ocasiones. Tal es su obsesión con el peso, que ya le ha hecho una advertencia a la famosa presentadora norteamericana Oprah Winfrey: "Si quieres salir en mi portada pierde diez kilos".

Y más avisos, esta vez a Hillary Clinton: "En mi revista sólo sales si cambias ese estilo tuyo tan clásico". Lo que está claro es que todas las personas que empiezan a trabajar para Wintour se ponen a dieta.

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