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LISBOA

Pues no creo que haya sitio mejor para empezar mi andadura en este nuestro blog que mi adorada Lisboa.

Es cierto que hay que pensárselo un par de minutos antes de decidirse a ir a la capital de nuestro país vecino. Pero deciros que en coche las carreteras dentro de Portugal están en un gran estado de conservación y se llega bastante bien. También está el tren, que puede merecer la pena. Total, un desplazamiento de unas 6 o 7 horas calculo yo.

Pero, ¿qué ver en Lisboa?. Esa pregunta os la haréis nada más llegar, ya que os encontraréis con una ciudad abierta al siglo XXI, pero que ha sabido conjugar a las mil maravillas la tradición heredada ante todo del siglo XVIII, ya que la ciudad fue destruida por un terremoto en noviembre de 1755, y reconstruida gracias al empeño de, sobre todo, el Marqués de Pombal. De ahí que tantos lugares de la ciudad tengan su nombre.

He de recomendaros ciertos lugares para visitar, claro está. Y es lo que voy a hacer:

• No os podéis perder el Castelo de Sao Jorge. Sobre todo si la subida es en autobús urbano, la adrenalina tardará poco en aflorar, porque las piedras de las paredes pasan tan cerca… . Dentro del recinto del castillo tendréis una inmejorable panorámica de la ciudad, y lo más antiguo que queda, lo poco que resistió el terremoto.
• Más tarde os deberíais acercar al barrio de La Alfama. Es el barrio más típico de la ciudad, en el que se encuentra entre otras, la catedral, que atesora una enorme belleza dentro de lo que podríamos definir como sobriedad. Haced el favor y coged el tranvía (que allí veréis anunciado como eléctrico) para trepar por las cuestas de La Alfama.
• Otra parte imprescindible es la zona reedificada por Pombal, la Baixa Pombalina. Allí encontraréis la Praça Dom Pedro IV, y a su lado la Praça da Figueira; Desde aquí podéis cruzar el corazón de la Baixa Pombalina, por la Rúa Aurea o por la Rua da Prata, hasta la plaza Terreiro do Paço, o Praça do Comércio, según la queráis llamar (inigualable vista al estuario del Tajo, perded el tiempo en ella)

• Sin salir de la Baixa Pombalina, si no tenéis demasiado vértigo (no se pasa mal, que conste) subid al elevador de Santa Justa, al lado del Rossío. Y, cuando el cuerpo os pida un respiro, tomaos un café en A Brasileira al lado de la estatua de Pessoa.

• Debéis, más tarde, dirigir vuestros pasos al barrio de Belém. Os encontraréis con el más que maravilloso Monasterio de los Jerónimos, con una talla de piedra que recuerda al más bello plateresco. Dentro de Belém está también la propia Torre de Belém, encarada al estuario y al Atlántico. Merece la pena pasar una tarde en el parque cercano a la Torre, y visitar tranquilamente estos dos monumentos, junto con el realizado en 1998 en homenaje a Vasco De Gama y los descubridores portugueses, a la orilla del estuario .
• Una vez visitado esto, os queda lo más nuevo: el complejo de la Expo’98. Los pabellones, entre los que destaca el Pavilhao Atlántico hoy contienen un precioso oceanario, y una serie de galerías. El teleférico os llevará por las alturas para dar otro vistazo diferente a la capital de Pessoa y tantos otros.
• Y, si aún os queda marcha en el cuerpo, y hace bueno, coged el tren en la estación de Cais do Sodré a Estoril y Cascais para pasar un día inolvidable de playa y costa, sin masificaciones, y respirando mar por los cuatro costados. También podéis cruzar el estuario del Tajo por cualquiera de los dos puentes, para ir al otro lado. Si lo hacéis por el puente 25 de abril, las vistas desde lo alto del Cristo de Almada os aseguro que tardarán en borrarse de vuestras cabezas.

Y esto es todo. Tenéis una maravillosa ciudad, desgraciadamente poco conocida por el gran público, pero al lado de casa como quien dice. Disfrutadla como se merece.