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Qué monos somos todos...

Está claro: el hombre es un animal, un poco especial, porque piensa (algunos son más especiales que otros...) y razona, pero no deja de guiarse por su instinto de supervivencia. Y ¿existe algo más instintivo que la perpetuación de la especie? Los métodos anticonceptivos han hecho que “hacer hijos” se quede en “hacer como si hacemos hijos”, lo cual lo hace todo mucho más divertido, ¿no? De ahí esa expresión popular: “que Dios te lo pague con pocos hijos y muchos intentos”. Pues que nos lo pague.
Sin embargo el acto sexual no es sino algo completamente natural e instintivo. Y, a menos que nos vaya el onanismo, que nunca está de más quererse un poquito, necesitamos a alguien para nuestro “intento”. La naturaleza es sabia, y nos ha dotado del famoso deseo, vamos, que unas personas nos “ponen” más que otras. Ojo, estamos hablando aquí solamente del aspecto físico, los aspectos psicológicos son mucho más variados.
Y es que, realmente, a todos los hombres les atrae el mismo tipo de mujer, y a todas las mujeres el mismo modelo de hombre. Y lo que nos atrae del otro es, ni más ni menos que su capacidad para reproducirse. ¿Aún dudas?

Empezamos con ellos: en Marte las prefieren con un cuerpo atlético, mejor un poco grueso que excesivamente delgado, pechos voluminosos, piernas largas, cadera redondeada, cintura estrecha y nalgas redondeadas. Sin darse cuenta, están mirando a una mujer como una especie de incubadora: el cuerpo atlético indica salud y fuerza para criar y defender a la camada. El gusto por los pechos voluminosos, aunque parezca que tienen que ver con la lactancia, viene en realidad de los tiempos en que éramos cuadrúpedos. Cuando nuestros ancestros andaban a cuatro patas, el macho montaba a la hembra por detrás, lo que explica la atracción masculina por las caderas anchas y las nalgas redondeadas. Sin embargo, en el momento en que los humanos comenzaron a caminar erguidos, los pechos aumentaron de tamaño para con ello atraer a un macho que se acercara a la hembra por delante.

Chicas, nosotras no nos salvamos. Para nuestro inconsciente, un hombre atractivo es un potencial papa de nuestros hijos. ¿Y qué nos gusta? Al igual que a ellos, nos encantan los cuerpos atléticos, en forma de “V”, pues es señal de buena salud e indica el potencial del hombre para cazar alimento con éxito y derrotar a los enemigos . Incluso en nuestra época, en la que se supone la igualdad de sexos, donde los bíceps abultados y el pecho ancho no sirven de nada en la práctica , son precisamente esas las señales que siguen estimulando el cerebro de la mujer por ser lo contrario a lo que es ella: el cuerpo de la mujer tiene forma de “V” invertida. Mientras que la mujer es todo curvas y suavidad, el cuerpo del hombre suele tener ángulos y firmeza, y es justamente esta diferencia lo que les proporciona su atractivo. Otro aspecto atractivo para las mujeres es el trasero, que ha de ser pequeño y firme. A todo esto, una curiosidad: el veintitrés por ciento de los fallos que se producen mundialmente en las fotocopiadoras han sido provocados por alguien que intentaba sacar una copia de su culete. El secreto del “magnetismo traseril” (sí, el Word lo ha subrayado, pero me entendéis..) reside en el movimiento de penetración profunda durante el acto sexual, que garantiza mayores posibilidades de embarazo y sólo es posible con un trasero firme y musculoso.

Para terminar, un vídeo que ilustra bastante bien lo dicho hasta aquí, aunque con un final inesperado... Gracias a Alex por el libro “Por qué los hombres mienten y las mujeres lloran”. Besitos y a pasarlo bien!