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El vuelo de la gaviota

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Arremetidas

Y otras lindezas por el estilo. Me refiero, con este palabro –vean el DRAE: aunque parezca mentira, este término existe- que no es tal, pues el Diccionario también lo recoge, a la sarta de perlas diversas que nuestros oídos –los míos, los suyos y los de todos- sufren con ciertos programas televisivos, a los que las gaviotas tenían ganas de dedicarle una columna desde hace ya un tiempo.

Lo han adivinado. De fijo. Los asiduos a estas parrafadas semanales, sin demasiado esfuerzo. Los que me conocen, sin esforzarse demasiado tampoco. Los no asiduos, manténganse a la expectativa. Sí, mi artículo de hoy va dirigido, sin demasiado cariño ni admiración –no vaya a ser que haya malentendidos luego: las cosas claras desde el principio- a eso que algunos dan en llamar prensa rosa. Que yo llamo telebasura, puesto que este término es más amplio, y recoge más exactamente lo que entiendo por tal.

Y no es que me haya buscado yo el título, sino que me lo han dado hecho. Una presunta periodista, con la que tengo la desgracia de –casi, no me quieran tan mal- compartir apellido: María Patiño. Pues, como decía, resulta que a la individua esta no le han gustado unas declaraciones de Bosé. Miguel de nombre. En el especial que le dedicó TVE –por otra parte, de lo poco salvable, Cuéntame… aparte, que la tele pública nos ha brindado en unas pocas semanas- dijo ni más ni menos que lo que pensaba: que los programas del corazón apestan. No textualmente, pero para entendernos sirve.

Calificaba esta presunta informadora las palabras de Bosé exactamente así, para proceder ipso facto a ponerle a caer de un burro por decir eso. Claro, Miguel. Si es que no te das cuenta de que los paladines de la profesión periodística se dan cita en espacios como los de la amiga Patiño y compañía. Cómo osas. Levantarle tal calumnia, a ella, que sólo está pensando en anunciar el nuevo modelo de plancha antigrasa, que seguro que servirá también para plancharse el pelo.

Pero, por desgracia, no sólo es la amiga Patiño la que anda merodeando por los canales de la tele, de la TDT o de dónde carajo ustedes vean la televisión. Si nos pusiéramos a enumerar, simplemente enumerar, llevaría unas tres columnas. Aproximadamente. Y las gaviotas dicen que ni de coña. Listas que son.

Nada más, enciendan el televisor una mañana cualquiera: un programa matinal del que acaso valdrá la pena una cuarta parte. En ellos, tertulianos que han acabado por ahí con una formación tremenda: Lecquio, la tipa esa que estuvo con Jesulín, Massiel… Para caerse el alma a los pies. Coman, dejen descansar al televisor, que el pobrecillo no tiene la culpa, y vuelvan a encenderlo por la tarde. ¿Qué tenemos? El espacio ese que insiste en plagiar burdamente el famoso cuadro de Warhol y lo que los entendidos –presuntos, no les vamos a negar la presunción. De culpabilidad, claro- llaman talk shows. Traducido del guiri, espectáculos de hablar. Vamos, tertulias de toda la vida. Con la diferencia de que en estos casos está bastante claro que no son adecuadas a cualquier tipo de espectador, ya que por ahí desfila de todo. Como en botica, oiga. Hasta tipos sin escrúpulos que acaban con su mujer tras verle toda España.

Y llegamos a la línea roja: viernes noche. Tres horas, o cuatro, o las que sean necesarias, despellejando a quien haga falta, sacando esqueletos de los armarios, y, eso que no falte, gritando como verduleros. Artículo neutro que engloba a todos los sujetos de ambos sexos –recuerden que esta sección es políticamente incorrecta-. Más de lo mismo el sábado. Y el domingo, debe ser porque les da vergüenza, o porque saben que en España somos futboleros y tendrían menos éxito que un vikingo esta tarde en el Nou Camp, pero ya se cortan. Menos mal.

Propongo, desde aquí, que esto se convierta en cuestión de Estado. La salud mental de un importante porcentaje de españolitos de a pie está en peligro. Un peligro tremendo, gravísimo. Amén de las consecuencias para los tubos de imagen, las pantallas de plasma, los proyectores y demás artilugios televisivos.

Y otra cosa les propongo también: que cambien de canal. Por ejemplo, y sin ánimo de hacer publicidad, vean, en vez de al sujeto ese con nombre compuesto del programa de la lata de sopa, a Patricia Conde y a Ángel Martín riéndose de ellos. Que es más sano.

Antes de despedirme –que esto no ha acabado aún, a ver qué se han creído ustedes- decirle desde aquí una cosa a Miguel Bosé: bravo. Si no te gusta, lo dices. Pero también te tengo guardado un pequeño reproche, ya que provocaste que la Milá, en la cosa esa que presenta –le reservo un artículo en 2008- te aplaudiese. Yo, en tu lugar, me empezaría a preocupar, Miguel. Que eso son amistades peligrosas.

Y ya, para acabar, las gaviotas y el sujeto que se encarga de estas parrafadas, les desean a todos una muy Feliz Navidad y un Próspero año nuevo 2008.

Que nos vamos de vacaciones. Merecidas. ¿O alguien lo dudaba?

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