Ahora Diariodeperiodismo.blogspot.com

Me han dado la columna hecha.

Por desgracia, así ha sido. No quería que hubiese ocurrido, prefería haberme estrujado los sesos para decidir sobre qué escribir este domingo, pero los heroicos gudaris lo han vuelto a hacer. Han vuelto a acabar con la vida de uno de los nuestros. No voy a decir que de la manera más vil, porque ya son ellos suficientemente viles. Pero sí, lo han hecho con su tristemente conocido tiro en la nuca.

Sólo cabe esperar en estos momentos que el otro agente de la Guardia Civil que resultó herido en lo que para los heroicos borregos que aplaudirán la acción, como denominan sus congéneres a los atentados, no quede demasiado mal después de haberle hecho mucho daño. De todos modos, han roto dos vidas, las de dos jóvenes agentes del Instituto Armado, Raúl y Fernando, que sólo cumplían con su deber, y la de sus familias. Y nos han dejado a todos conmocionados.

¡Qué valentía! ¡Atentar con pistolas contra dos guardias civiles desarmados! Seguro que los hijos de la serpiente que lo hicieron, son de aquellos que empezaron quemando autobuses, papeleras, cajeros, o cualquier otra cosa. Heroicos soldados que luchan por la libertad de un pueblo tan oprimido que es el que más libertad tiene de Europa.

Tanta, que hasta el presidente serbio reconoce lo que estos inanes luchadores por una supuesta libertad proveniente del mayor de los racistas que Vascongadas vio nacer, un tal Sabino Arana, se empeñan en negar. A lo que iba, que el presidente de Serbia afirma que, para evitar la guerra con Kosovo está dispuesto a conceder a esa provincia una autonomía de un grado similar a la del País Vasco. Casi nada.

Repasando entre papeles y archivos de ordenador, he encontrado un artículo del que es maestro de este individuo que se dedica a escribiros una parrafada los domingos. Arturo Pérez-Reverte escribió, allá por 2003, un artículo en homenaje de otro valiente miembro de la Benemérita, también abatido por los heroicos luchadores de la causa perdida.

Contaba Pérez-Reverte en ese artículo, titulado El Picoleto, la conversación que escuchó en el bar de su pueblo el día de finales de 2002 en que los cobardes decidieron acercarse hasta Collado Villalba para cumplir con su concepto de justicia. Ese no cayó Raúl, ni Fernando. Ese día fue Antonio. Pero cada día que algo similar ocurre, caemos todos. Aunque debemos dejarles claro a los que se creen héroes que siempre nos levantaremos.

Y no quiero finalizar esta parrafada dominical sin mi homenaje a la Guardia Civil. Al cuerpo de seguridad que te puedes encontrar cualquier día en esos campos perdidos de España, dispuestos siempre a ayudar. Bien es cierto que también está extendido el concepto negativo de ellos, por la Agrupación de Tráfico, pero no me apetece entrar en ello.

Dos de los nuestros han caído, uno para siempre, y esperemos que el otro sólo por un tiempo. Demostrémosles que no podrán con todos nosotros. Que no van a poder. Que no se van a salir con la suya. Que somos más y más fuertes.

Descansa en paz, amigo Raúl. Y la más pronta recuperación deseamos a Fernando. Y a los gudaris, la derrota definitiva. Cuanto antes, mejor.