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Apuntes de Geografía

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¡VIAJEROS AL TREN!

Muy buenas otra vez,

Volvemos con la sección, en un día inhabitual (los Apuntes se toman normalmente los lunes), pero con la sí habitual disposición a comentar curiosidades sobre la geografía española. La semana, al hablar sobre los pueblos distintos llamados de la misma forma, citaba el caso de dos localidades denominadas Castejón, una en Cuenca y otra en Navarra. Pues bien, hoy me centraré en esta última. El Castejón navarro era hasta mediados del siglo XIX era una partida despoblada en un extremo del término municipal de la localidad de Corella, que fue escogido como punto de empalme de las líneas ferroviarias de Zaragoza a Alsasua y de Tudela a Bilbao. Las exigencias del tráfico ferroviario de la época dieron lugar a la formación de un poblado que, con el tiempo, crecería hasta conseguir la independencia municipal en el año 1927. Su crecimiento seguiría después imparable, salvo entre los años 70 y 90 del siglo XX, hasta alcanzar los 3.887 habitantes actuales. A través de vistas aéreas como la que ofrece Google Earth se puede comprobar que su casco urbano es casi una perfecta cuadrícula, que denota su cierta juventud como pueblo.

La cosa va hoy de localidades que deben su existencia o su apogeo al ferrocarril. Porque el caso de Castejón no es único. La historia de Venta de Baños (Palencia) es muy similar, con la sola diferencia de que la Venta (de Baños de Cerrato, pueblo matriz) ya existía antes de la llegada del tren. Pero de ser eso, una venta con alguna edificación dispersa, pasó a convertirse en un núcleo consolidado que no sólo se convirtió en el más grande de su municipio, sino en uno de los más importantes de la despoblada provincia de Palencia. Ya en los años 20 del siglo XX consiguió desplazar a Baños de Cerrato como capital municipal y, finalmente, a finales de los años 70 el municipio pasó a llamarse Venta de Baños. Desde entonces, sin embargo, la localidad ha venido a menos (7.399 habitantes en 1970 y 5.880 en la actualidad), a pesar de la implantación de industrias diversas ajenas al ferrocarril (un destacado grupo alimentario, por ejemplo).

También es de nueva planta la localidad fronteriza de Portbou (Girona). Antes de 1878, no era más que una bahía vacía de ocupación humana, situada al norte del casco urbano de la localidad de Colera. Su creación se debe única y exclusivamente a la construcción de una estación ferroviaria fronteriza con Francia. Esta característica hizo que su crecimiento fuera también rapidísimo: en sólo diez años alcanzaba ya casi 1.800 habitantes, y antes de que terminara el siglo XX consiguió la capitalidad de su municipio, que además pasó a llamarse Portbou inmediatamente (el antiguo pueblo matriz, Colera, volvería a segregarse unos 40 años más tarde). Pero la Unión Europea tuvo malas consecuencias para un pueblo que vivía casi por entero de los trabajos y trasiegos propios de una frontera: los 2.289 habitantes de 1980 se redujeron a 1.913 en 1991, y a 1.347 en 2006. Hoy, Portbou es poco más que un tranquilo pueblo en el extremo norte de la Costa Brava, que imagino intentará sacar partido del potencial que le ofrece esa privilegiada situación.

En circunstancias similares se encuentra Canfranc-Estación (Huesca), cabecera del municipio de Canfranc desde 1944, en que un incendio asoló la mayor parte de la villa homónima y prácticamente la despobló. Desde 1970, con el cierre de esta línea ferroviaria en su parte francesa, su colosal estación internacional se convirtió en punto final de una línea sin apenas tráfico, lo que a los pocos años supuso el abandono del edificio. Una valiosísima joya arquitectónica ha estado abandonada a su suerte durante años, sin que el Ayuntamiento de un pequeño municipio de apenas 500 vecinos pudiera hacer nada por evitarlo. Por fin, ahora parece que el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) ha iniciado la rehabilitación de parte del conjunto.

El ferrocarril también acentuó el crecimiento de un núcleo minero sevillano llamado en principio Villanueva de las Minas, pero que con el tiempo pasó a llamarse Villanueva del Río y Minas, asumiendo también la capitalidad de su municipio, en detrimento del pueblo de Villanueva del Río. Y, en otra frontera, en este caso la portuguesa, tenemos el caso de Fuentes de Oñoro (Salamanca), donde en la misma raya se sitúa una estación de ferrocarril prácticamente sin uso hoy y, a su lado, un poblado más grande que la villa primitiva, situada a aproximadamente un kilómetro de distancia. Algo parecido ocurre en el caso del núcleo conocido como Bobadilla, en el municipio de Antequera (Málaga), que en realidad es Bobadilla-Estación, puesto que la Bobadilla original es otra población, mucho más antigua pero también mucho más pequeña.

Esta especie de suplantación de personalidad se da también con la estación de Sant Vicenç de Calders, en el término municipal de El Vendrell (Tarragona). La estación se llama así porque, cuando se construyó, pertenecía a ese municipio (anexionado a El Vendrell décadas más tarde, en 1946), a pesar de que su casco urbano estaba a unos cuatro kilómetros y sin comunicación directa. Hoy, si se habla de Sant Vicenç de Calders por aquellas tierras, se tiende a pensar más en la estación que en el diminuto pueblo reducido a aldea, que visto desde la distancia no es más que una pequeña hilera de casas desparramadas sobre una loma.

El ferrocarril fue también motor de desarrollo para muchas localidades ya existentes, a las que la ubicación o el puro azar situó como enlaces de varias líneas. Algunos claros ejemplos son Medina del Campo (Valladolid), Alcázar de San Juan (Ciudad Real) o Monforte de Lemos (Lugo), aunque hay bastantes más por toda la geografía española. Por otra parte, otros núcleos surgidos y crecidos gracias al tren también intentaron acceder sin éxito a una independencia municipal que les hubiera podido consolidar, como ocurrió con Castejón, Venta de Baños y Portbou. Es el caso de La Encina, creada al amparo del empalme de las líneas desde Madrid a Valencia y Alicante, en un extremo de esta última provincia donde siempre hace un característico frío que eriza hasta el último vello. En el año 1931, los vecinos de La Encina presentaron varios centenares de firmas al Ayuntamiento de Villena, la localidad a la que pertenecían (distante nada menos que 20 kilómetros) solicitando la independencia, pero la petición fue rechazada, al negarse esta ciudad a perder unas fértiles tierras de cultivos cerealistas, aún en explotación. Décadas más tarde, la mecanización del ferrocarril traería el declive de este enclave: de unos 1.500 habitantes hace 40 años, a apenas 150 en la actualidad. Eso sí, puedo asegurar que este recóndito lugar es un auténtico santuario para todo aquel al que le guste el ferrocarril.

Así que, ahora que es época de vacaciones y probablemente más de uno tomará un tren, si pasa por alguno de los lugares mencionados tal vez sepa más algo de su historia. La mayoría de los casos citados aparecen en el volumen Historia de los Poblados Ferroviarios en España, editado el año pasado por la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Claro que, si podéis, mejor verlos que leer sobre ellos. Y nada más. Decir tan sólo que la sección (y también las Historias de la Precariedad) se toma un descanso de dos semanas. Me marcho a documentarme, pero volveré.

Saludos y hasta la próxima.

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