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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

La sección retoma su ritmo habitual, después del paréntesis provocado por un par de viernes en que me surgieron ocupaciones incompatibles con la redacción de la entrada y la Semana Santa. Quiero mandar, antes que nada, un cordial saludo a Karny y, muy especialmente, a Ángel Muñoz, por mantener la constancia semana tras semana (especialmente este último) e ilustrarnos con interesantes artículos que nos transmiten una argumentada opinión o nos explican ciertas curiosidades de la historia que a menudo han quedado olvidadas. Tengo pendiente aún dejar algún comentario por ahí. Pero eso será más tarde. Ahora, a lo que toca, que es mi sección.

Una de las primeras entregas de Chinchetas en el mapa fue para contar mi estancia en el municipio de Ribas do Sil (Lugo) en agosto de 2001. Entonces dije de pasada que en aquel viaje había visto también otros sitios de Galicia, a los que no pensaba dedicar posteriormente un artículo propio. Sin embargo, un curioso a la par que simpático acontecimiento que me ocurrió hace algunas semanas me dio la idea para retomar aquella escapada a Galicia y contar con algo más de detenimiento cómo una chincheta se clavó sobre la ciudad de


OURENSE

22 de agosto de 2001


Praza Maior (Plaza Mayor) de Ourense, en la mañana del 22 de agosto de 2001. El autor de la foto es el mismo que ahora pone este pie.


Soy de esas personas que, cuando van a un sitio de vacaciones, prefieren no quedarse en un único lugar, sino explorar tanto como sea posible. De modo que, en mis vacaciones de verano de 2001, tenía la esperanza de poder ver algo más que los municipios de Ribas do Sil y Quiroga. Aunque mi amigo y yo no habíamos ido en coche, ni mi amiga catalana de raíces lucenses podía utilizar el de sus padres en todo momento (y tenía además un carácter más calmado que los dos visitantes), la existencia de una estación de tren en el lugar nos podía sacar del apuro. Bastaba con informarse de los horarios y saber qué opciones teníamos de ver algún otro lugar, quizá alguna de las grandes ciudades gallegas.

Reconozco que escogimos Ourense porque era la que nos pillaba más a mano. El tren, procedente de Ponferrada, paraba en San Clodio-Quiroga a las 7.18 y llegaba a la capital ourensana hacia las 8.45. El convoy de regreso pasaba a las 16.35, lo que nos permitía pasar toda la mañana tranquilamente en la ciudad. Además, no es de esos lugares que, a priori, inviten a pensar que te vas a encontrar un porrón de monumentos que tardarás horas en ver.

Era noche cerrada aún cuando subimos al tren. Por el camino fue clareando poco a poco, pero el amanecer tan sólo dejó ver una niebla que, aun desde dentro del convoy, daba mucha sensación de frío. En el tramo final, al lado del Miño, el cielo estaba aún más gris, presagiando que el día podía no ser bueno aun en pleno agosto. Al llegar a Ourense, había bastante humedad en el ambiente; se hubiera agradecido en ese momento una manga corta. Mi amigo, aún más forofo de los trenes que yo, contempló un ratito la estación, a la que yo también eché mi observación: con los andenes haciendo una ligera curva y la extensa playa de vías ocupando una especie de terraza entre el río Miño y la ladera de un monte. El propio nombre de Ourense-Empalme ya evocaba historias de caminos que, tras separarse, llevan a sitios muy dispares. Nosotros teníamos que, fuera de las vías, encontrar el nuestro.

Un cafelito en la cantina de la estación y bajando la cuesta por una calle que veíamos que desembocaba en un puente sobre el Miño. El río separa el centro histórico y buena parte de los barrios modernos del entorno de la estación. Parecía una zona de ensanche, pero de una expansión urbanística lejana en el tiempo; los edificios no eran demasiado modernos y, además, guardaban mucho las formas arquitectónicas tradicionales, cosa que viniendo de la otra punta de la Península nos sorprendía.

El puente que veíamos desde la estación era nada menos que el Puente Romano. Una estupenda forma de cruzar el río Miño con calma y sobre un monumento histórico tan destacado. El segundo cauce fluvial más caudaloso de España se nos mostraba ostentoso, pese a ser pleno verano. Pero tras el majestuoso puente, se nos planteó la duda: "¿Qué hacemos?". Ourense es de esas ciudades de las que poco se conoce en el resto de España. Además, la habíamos escogido como destino de forma totalmente improvisada. No sabíamos qué ver, ni siquiera hacia dónde dirigirnos. Así que la única opción que vimos factible fue seguir en la misma dirección que traíamos del puente, suponiendo que hacia allí estaría el centro histórico.

Creo recordar que aquella era la Rúa do Progreso, y efectivamente, progresamos adecuadamente cuales escolares. Al cabo de unos 15 minutos de caminata, y tras haber pasado junto a la sede de la Diputación (que, como la mayoría, estaba en pleno centro), un rótulo nos indicaba la existencia allí mismo de la "Fonte das Burgas". Me sonaba el nombre como que eran unas aguas termales que manaban dentro de la ciudad a alta temperatura. Comprobé que mi memoria no me engañaba. Recostarse sobre la piedra de la fuente, caliente por efecto del agua, era muy agradable en una mañana de fría niebla.

De forma improvisada habíamos escogido Ourense, y de forma improvisada llegamos hasta su casco histórico. Prácticamente bastó girar una esquina para encontrarnos con su plaza Mayor, en uno de cuyos laterales se erguía el Ayuntamiento. La plaza entera, de apariencia angosta por su pendiente y su forma de rectángulo, era una muestra de esa arquitectura que tan poco acostumbrados a ver mi amigo y yo, y eso llama poderosamente la atención. Todo tenía aires de vetusto, que no de descuidado, ojo. La piedra de aquellos muros daba sensación del paso de siglos, de mudo testimonio de toda la gente que habría pasado por allí en tanto tiempo. El cielo gris y lo temprano de la hora (eran apenas las 9.30) invitaban a contemplar el lugar en silencio. La ausencia casi total de transeúntes lo hacía más fácil.

Una oficina de turismo situada en la misma plaza nos iba a solucionar la papeleta. ¿Qué ver en Ourense? Nos recomendaron que nos diéramos una vuelta por el centro histórico y que, ya que estábamos, viéramos el Museo Etnológico Provincial (creo que así se llamaba), en la sede de la Diputación. Lo teníamos al lado, así que allá fuimos. Recuerdo una gran profusión en la exhibición de piezas arqueológicas, aparte de una explicación exhaustiva de las formas de vida tradicionales, cosa que siempre se agradece que te expliquen.

A la salida del museo, la niebla se había deshecho y el día mostraba la claridad propia del mes de agosto. La plaza parecía más fotogénica y así la inmortalicé, antes de dar unas cuantas vueltas por el casco histórico. La catedral, otro sitio de esos que casi nunca falla cuando vas a una ciudad, estaba muy cerquita, y no dejamos de echarle el ojo también. Acabamos volviendo a la plaza Mayor, desde donde nos dio por seguir una calle de sugerente nombre: Rúa do Paseo.

Era una vía urbana ancha, característico eje comercial del centro de una ciudad y que, además, cumple la función de unir el centro con las zonas más modernas. En este caso, un casco histórico evocador del Medievo con el ensanche propio de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Edificios altos y de aires señoriales, en cuyos bajos sobreviven comercios tradicionales (algunos con visible éxito aún) y se han instalado las grandes cadenas actuales. Fachadas, rótulos y escaparates llamaban la atención, pero iba a haber uno que centraría nuestras miradas más que ningún otro.

Es aquí cuando viene a cuento explicar que Ibi, mi pueblo, tuvo una intensa actividad de fabricación artesanal de helados entre más o menos 1890 y 1930, que se ha mantenido hasta la actualidad aunque sin los grandes niveles de producción de esa época dorada. En aquellos años, fueron muchos los ibenses que se marcharon a diversos puntos de España (también, en menor medida, a algunos países extranjeros) y fundaron sus establecimientos de fabricación de helados. Aquellas heladerías llevaron casi siempre el nombre de "La Ibense" o, también, "Los Valencianos", en honor a los orígenes de sus propietarios. Muchas de ellas siguen hoy en día regentadas por las mismas familias. Otras cambiaron de manos, pero conservaron el nombre. Otras desaparecieron, aunque fueron las menos.

Ignoraba que Ourense era uno de esos lugares donde fue a parar gente de Ibi que se fue a helar, como se decía y se sigue diciendo hoy por aquí. Ver el gentilicio de tu pueblo escrito en un rótulo a 800 km del pueblo produce, más que sorpresa, una total euforia y fascinación. Si alguien se fijó en mi amigo y en mí en ese instante, se debió sorprender de ver a dos tipos alzar los brazos y gritar "¡Qué buenoooooo! ¡Heyyyyyyyyyy, de Ibiiiiiii!". No podíamos dejar de entrar y tomarnos algo y, de paso, enterarnos de si los dueños aún eran de la misma saga que los fundadores.

El granizado de limón refrescaba en un mediodía que bien poco se parecía a la niebla de la mañana. Al ir a pagar, la inevitable pregunta al camarero: "Perdón, es que somos ibenses, como la heladería. ¿Los dueños siguen siendo de Ibi?" Aquel señor nos aclaró que no, que hacía años que los actuales propietarios habían comprado el negocio "a unos alicantinos", pero habían dejado el nombre porque ya era muy conocido en la ciudad. Una satisfacción esto último para dos tipos sorprendidos de toparse con aquella casualidad.

Hace casi ocho años de esto, pero es de esas cosas que te gusta contar, de cómo te encontraste con una referencia tan explícita y tan clara a tu pueblo, tan lejos... Lo único que lamento es no haber caído en hacer una foto al cartel; lo pienso ahora y me arreo cabotazos contra la pared, ya me vale... Al menos, de la jornada conservo un documento gráfico:



El billete de las casualidades, que todo lo permitió. Fue casi puro azar que fuéramos a Ourense, como puro azar fue que una vez allí nos pusiéramos a caminar sin rumbo, que echáramos a andar por la Rúa do Paseo en dirección al Miño, que dos ibenses encontráramos la heladería La Ibense... Puro azar de ese que se retiene en la memoria con grato cariño.

Para estar tres semanas sin escribir, parece que he vuelto con ganas, porque reconozco que me ha quedado una entrada bastante larga. Pero bueno, ya lo he comentado alguna otra vez: internet permite la libertad de escoger qué se lee. En cualquier caso, para la próxima trataré de moderarme más en la extensión. Pero para ésta no quería dejar escapar ningún detalle.

Me despido ya por hoy. Saludos y hasta la próxima.

17 de abril de 2009

2 comentarios:
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Martiño dijo...
lunes, abril 20, 2009 10:27:00 a. m.  

Bien, pues como me considero en parte responsable del suceso curioso a la par que simpático que inspiró este recuerdo hacia la ciudad de Ourense, pues me veo en la necesidad de contestar aquí.

El recorrido que llevasteis a cabo gracias al azar y a la improvisación no os podría haber salido mejor. Paseasteis por la mayoría de los lugares por los que los autóctonos procuramos llevar a los amigos visitantes, cuando se acercan por la ciudad con el tiempo del que vosotros disponíais.

Por cierto, el barrio de la estación fue hasta hace cincuenta años un ayuntamiento propio, pero desde entonces se le conoce como barrio del Puente (mi madre trabaja en el instituto del barrio, y yo estudie allí el antiguo bachillerato y COU).

La Rúa do Progreso es de esas calles históricas, antes conocidas por otras denominaciones. En este caso, General Franco y de la Paz. Visto lo visto, podría haberse quedado con el nombre original...

Por cierto, puede que no tengas una foto para ilustrar tu reportaje sobre tu visita, pero, no te preocupes, que si nos vemos este fin de semana, te llevaré encantado unas fotos de la fachada y del interior del local.

Un saludo.

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Angel Muñoz dijo...
jueves, abril 23, 2009 8:20:00 p. m.  

La verdad es que siempre es una sorpresa y llama la atención cuando estás lejos de casa y te encuentras paisanos o alguna referencia a tu pueblo, como fue tu caso aquel día.

Por cierto me gustan los posts en los que recorres ciudades y pueblos desconocidos para mi, como es el caso de Ourense.

Gracias por los apoyos recibidos, me alegro de que la gente vaya volviendo porque esto ya parecía un blog fantasma. Saludos!!

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