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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

La semana pasada, tal y como dije, falté a la cita, pero ésta sí regreso para no fallar al público fiel. Hace siete días no publiqué entrada por encontrarme de viaje, el cual, sin ser exactamente de turismo, sí me ha servido para decidirme por un lugar sobre el cual clavar la chincheta de hoy. Vayámonos, pues, a


BELMONTE
25 de mayo de 2009

Ayuntamiento de Belmonte (Cuenca), el pasado 25 de mayo a mediodía. A la derecha, busto de Fray Luis de León, ilustre hijo de la villa.


Tenía claro que, al regreso de este viaje de Madrid, quería probar una ruta alternativa. Explorar carreteras secundarias que me apartaran un poco de la monotonía de la autovía y, de paso, ver de cerca unos cuantos lugares nuevos, de esos que parece que sólo existen en los mapas de escala reducida. Además, la ruta proyectada me llevaba por Belmonte, villa conquense donde nació Fray Luis de León en 1527, con lo cual, no me lo pensé dos veces a la hora de dejarme la A-3 y seguir por vías de la red autonómica de Castilla-La Mancha.

Aunque el destino de mi viaje de vuelta era Ibi, había quedado para comer en La Roda (Albacete). Aún así, iba muy mal de tiempo, puesto que había salido tarde y, además, en los alrededores de Madrid había hecho otra exploración viaria que no me había salido tan bien como ésta. Las rectas y el escasísimo tráfico de las carreteras secundarias de Cuenca me hicieron recuperar algo de tiempo, pero no el suficiente. Aún así, tenía claro que, ya que pasaba por Belmonte, la parada era obligatoria, ni que fuera más que para hacerle la visita del médico.

Una vez en el pueblo, me dejé la travesía de la carretera y me adentré por las calles. En una plaza vi sitio de sobra para aparcar, así que allí dejé el coche. Era la una y diez de la tarde y, en teoría, a las dos me esperaban en La Roda, a unos 70 kilómetros de allí. Si quería ver Belmonte, no me quedaba otra que patearme las principales calles a toda prisa, desenfundando la cámara en cualquier rincón que me pareciera susceptible de ser captado. Lo primero que apareció ante mí, ya en esa misma plaza, fue uno de los arcos de entrada al núcleo histórico (si es que hay algo que no pueda calificarse de "histórico" en este pueblo de apenas 2.200 habitantes). No recordaba el nombre en ese momento; luego ya he visto que se trata del Arco del Almudín, que, visto desde el intramuros de la villa, presentaba este aspecto:



Aunque si hay algo que destaque de Belmonte, aparte de Fray Luis de León, es su castillo del Marqués de Villena, levantado durante el siglo XV. Una de las amigas con las que había quedado para comer en La Roda, bien conocedora de la zona, me había indicado que la fortaleza estaba cerrada por obras, por lo que no podría ver más que el exterior. Por ello, no me molesté en recorrer los aproximadamente dos kilómetros que separan el pueblo del castillo (y menos con lo justo que iba de tiempo), sino que subí a la parte más alta del casco urbano, desde donde se divisaba con una nitidez difícilmente mejorable, y contemplar toda su magnificencia:



Con las obras, la grúa también se contemplaba en toda su magnificencia, pero a ver qué iba a hacer. A saber cuándo vuelvo a tener oportunidad de estar en Belmonte. Así que, además, tenía que aprovechar para hacer fotos en las que apareciera yo, de forma que quedara constancia de mi visita. Reconozcamos que no deja de ser un tanto patético que seas tú mismo quien se haga las fotos en un viaje, pero amigos, es que no me quedaba otra opción. Así que alargué el brazo, me puse a un lado del objetivo, intentando que apareciera el castillo, y, entre muchos intentos, uno de los resultados fue éste:



No podía entretenerme haciendo demasiados experimentos, así que seguí mi veloz ruta por el casco urbano. Tenía a escasos metros la imponente Colegiata de San Bartolomé, situada en lo alto de una loma a los pies de la cual se extiende la mayor parte del casco urbano. Ya que estamos hoy haciendo un derroche de fotografías, ahí va una del templo, para que podáis comprobar que es bien bonito, e intuir, como yo, que por dentro probablemente lo será aún más.



Le eché varias fotos y seguí andando a toda prisa por las callejuelas de la parte alta de Belmonte. Muy cerca de allí había un palacio semiderruido, cercado por una verja de obra, donde un cartel indicaba que el edificio había sido del Infante Don Juan Manuel y que estaba siendo restaurado para convertirlo en una venta dentro de la "Ruta de Don Quijote". Lo poco que quedaba era precioso; se observaban varios arcos apuntados, de estilo claramente gótico, que daban fe de lo que había sido en otros tiempos.

Empecé a bajar hacia donde tenía el coche, buscando de paso el antiguo Convento de Jesuitas, los restos de cuyo claustro conforman hoy una recoleta plaza pública que en las fotos que había visto parecía muy interesante. Pero no la encontraba, y mi reloj se acercaba peligrosamente a las 13.30. Maldije haber explorado carreteras del extrarradio de Madrid, tratando de ahorrar kilómetros y evitar atascos y sumergiéndome entre un reguero de camiones en tránsito hacia decenas de polígonos industriales. De no haber sido por esa memez, hubiera podido ver Belmonte con algo de calma. Pero no era así.

Llegué a la plaza del Ayuntamiento, donde seguía sentado el mismo hombre que, unos minutos antes, me había mirado con una mezcla de indiferencia y sorpresa al verme hacer una foto. Está claro que por Belmonte pasan muchos turistas, pero no creo que sean muchos los que van solos y, además, con una velocidad que parece que les hayan introducido un cohete por vía rectal. Pero las prisas no me podían impedir cumplir con un ritual: comprar un periódico. Al lado del Ayuntamiento había una administración de loterías-estanco, donde intuí que tal vez vendieran prensa. No me equivocaba. Pero, una vez ya con mi ejemplar de El Día de Cuenca en las manos, recordé que tenía un reintegro de la Primitiva sin cobrar. Así que eché mi apuesta para el jueves y el sábado, bromeando con la lotera y su hija (bien atractiva era la moza manchega, por cierto) que "si me toca, vuelvo seguro".

Volví a pasar bajo el Arco del Almudín, haciéndole las fotos que no había realizado en el camino de subida, mascullando en un tono audible cuánta rabia me daba ir con tanta prisa. Creo que un senecto vecino que pasaba bajo el arco en el mismo instante se percató de ello, porque me miró brevemente con esa misma mezcla de indiferencia y sorpresa que había mostrado el paisano sentado en el banco de la plaza. Hay que intentar ver Belmonte con calma, señores.

Al subir de nuevo al coche eran las 13.30 clavaditas. Me había recorrido Belmonte en apenas 20 minutos. Ojalá y llegue el día en que pueda hacer como Fray Luis de León a su regreso a la universidad y soltar aquello de "Decíamos ayer", pero aplicado a que "decíamos ayer que visitaba Belmonte". Es decir, ver este espléndido pueblo con la tranquilidad que merece. Si me toca la Primitiva mañana, vaya si lo haré. Porque ayer ya sé que no me tocó. Acerté nada más un número. Uno solo, que de bien poco sirve.

Este 25 de mayo llegué a La Roda bastante más tarde de lo previsto, pero pude contar a mis amigas que había visto Belmonte. Les expliqué también una simpática anécdota que me ocurrió después, pero eso ya se escapa a la temática de la sección, a no ser que la rebautice como "Pon un pastor autoestopista en tu vida"...

La semana que viene, si puede ser más, señores.

Saludos y hasta la próxima.

29 de mayo de 2009

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