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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

Volvemos a clavar la chincheta sobre la piel de toro. Esta noche voy un poco más tarde de lo habitual (bastante más de lo que dice la hora oficial de posteo), por lo que trataré de ser breve. Pero al margen de que la entrada sea más o menos larga, lo que está claro es que os invito a daros un nuevo garbeo, esta vez por


CARTAGENA
3 de enero de 2009

Vista parcial del recuperado Teatro Romano de Cartagena, en la mañana del 3 de enero de 2009. De nuevo, puedo poner una foto mía en la sección.


Había estado una vez en Cartagena, en el invierno de 1995, en un viaje de estudios cuando iba a 2º de BUP (no sé si es necesario aclarar que era el equivalente al actual 4º de ESO). Lo organizaban las profesoras de Latín, con el objetivo de mostrarnos fundamentalmente las huellas romanas en la segunda ciudad de la bicéfala Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Y pudimos ver unas huellas, pero más bien algo borradas. Encontré una ciudad muy degradada, cual enfermo desahuciado, donde los vestigios del pasado eran poco menos que ruinas abandonadas y enterradas. Cartagena padecía en esos años las consecuencias de una dura reconversión industrial, que hacía mella sobre todo en su maltrecho casco histórico, venido muy a menos con el paso de los siglos.

Mis impresiones sobre Cartagena comenzaron a cambiar después de que un amigo se estableciera no muy lejos de allí y me informara de la enorme transformación que había experimentado la ciudad. Recuperación de monumentos históricos importantísimos, saneado integral del casco histórico, revitalización comercial de las principales calles, una vida cultural bastante intensa... Explicaciones que invitaban a desprenderse de añejos recuerdos y de los prejuicios generados por aquéllos. Así que, al ir a visitar a este amigo en los primeros días del año 2009, consideré que valía la pena predisponerse a cambiar el chip sobre Cartagena.

El 3 de enero de 2009 era un día nublado en la antigua Carthago Nova, pero aún así la ciudad me pareció luminosa. Es cierto que, por su ubicación en un puerto natural, no se abre mucho al mar, pero aún así me dio la impresión de que eso no impide que la claridad que refleja el agua llegue tierra adentro. Callejeamos con el coche antes de encontrar aparcamiento en una calle al pie del promontorio donde se alza el castillo de la Concepción. Desde allí se divisaba parte del puerto, que me sorprendió en buena medida recuperado para el uso ciudadano, con una amplia zona de paseo y restaurantes. No era ésa la imagen que tenía yo de aquel lugar en el invierno de 1995.

Catorce años atrás, el histórico edificio del Ayuntamiento podía ser candidato a convertirse en un caserón abandonado. Esa mañana de enero de 2009, en cambio, era un imponente palacio en todo su esplendor, que sorprendía a cualquiera que pasara por su puerta. Muy cerca de allí, el impulso turístico a la ciudad se dejaba sentir en una oficina donde se nos indicó con pelos y señales qué pasos seguir. Y enfrente, la entrada al Teatro Romano, durante siglos sepultado bajo el cerro que creció sobre sus ruinas y las casas que en él se construyeron.

En 1995, aquello no era más que una montaña con una iglesia parcialmente derruida a la que llamaban la Catedral Vieja y casas abandonadas e igualmente a punto de caer. En 2009, las ruinas de la iglesia, restauradas también aunque sin reconstruir el edificio al completo, eran la puerta de entrada al impresionante Teatro Romano. Parecía mentira que todo aquello hubiera estado oculto en el subsuelo durante tanto tiempo. Ahora, no sólo se recuperaba un monumento espectacular, sino también un magnífico recinto para el uso cultural.

El Augusteum, el Decumano o la Casa de la Fortuna son otras huellas del pasado romano de Cartagena que nos dio tiempo a ver, combinando las visitas con el paseo por la calle Mayor (compré lotería para El Niño y la lotera se pasó el décimo por su incipiente chepa, pero no me tocó nada), eje comercial desde el puerto hacia el norte, y donde se veían, al igual que en otras calles próximas, los aires modernistas de otra época de bonanza para la ciudad como los comienzos del siglo XX. Décadas de pujanza antes de la Guerra Civil, una contienda que, como en todos los puntos de España, también dejó su trágico sello en Cartagena, que se recuerda en el refugio antiaéreo recuperado como museo que también visitamos.


Bocana del puerto de Cartagena desde el castillo de la Concepción, 3 de enero de 2009.


Mi reencuentro con Cartagena culminó con la subida al castillo de la Concepción, desde el que había unas magníficas vistas del casco urbano de la ciudad y del puerto. Se veían muchas grúas por el casco antiguo, restaurando fachadas, edificios históricos enteros o monumentos del pasado, como el circo romano que siglos más tarde reciclarían como plaza de toros. Me reafirmé en la sensación de que tenía delante una ciudad que se había reinventado a sí misma en poco más de una década. Si me lo hubieran dicho en 1995, no me lo hubiera creído, pero en esa nublada tarde del 3 de enero de 2009, contemplando Cartagena, pensé que tenía que tragarme las palabras que aticé a la ciudad en un artículo del periódico del instituto donde empecé a desarrollar la vocación por la profesión que ahora ejerzo. Aquel artículo adolescente se titulaba "Ave, Carthago ¿Nova?"; 14 años después, comprendí que sí, que lucía como si fuera totalmente nova.

Hasta aquí la chincheta de hoy. La semana que viene, como siempre, más si puede ser.

Saludos y hasta la próxima.

8 de mayo de 2009

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