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CHINCHETAS EN EL MAPA

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Hola,

La inactividad de esta bitácora se hace cada vez más palpable, y las excepciones de Karny y Ángel Muñoz se hacen todavía más honrosas. Por ellos, y por la gente que pueda quedar que lee esta página con frecuencia, me veo en la obligación de seguir aquí hasta que la persona responsable me indique lo contrario. Además, la semana que viene, casi con toda seguridad, no podré sentarme frente al ordenador en la noche del viernes, con lo cual, me parecía adecuado hacerlo hoy.

También he creído oportuno hacer una nueva incursión en la comunidad autónoma donde radica el domicilio social del blog, a modo de guiño hacia quien le pone empeño a sus iniciativas. Aparte de esto, cómo no, se trata de un lugar la visita al cual no me dejó nada indiferente, y tuvo algún momento de esos que dicen "para la posteridad". Es toda una recomendación, pues, el que conozcáis



RELLO
10 de mayo de 2008




Se podía decir que el día era de perros. Llovía de forma constante, a ratos con intensidad, y la temperatura era bastante baja para esas alturas del año. Pero había que aprovechar la ocasión de estar por aquellos andurriales, que tan lejos quedaban de mi lugar de residencia. Aquel 10 de mayo era la única oportunidad para conocer tierras del sur de Soria hasta quién sabía cuándo, por lo que no había que dejarla pasar sin aprovecharla. Y, en concreto, un par de meses antes había visto un reportaje sobre Rello en televisión, así que decidí que, ya que al poco tiempo haría un viaje por los alrededores, la visita a aquella localidad no podía faltar.

Las carreteras de la zona eran de todo menos alusivas al siglo XXI, y en un día de lluvia, algo peligrosas si no se iba con suma prudencia. Pero al final apareció Rello al fondo. La imagen que había visto en televisión no era nada distorsionada: un recinto fortificado venido muy muy muy a menos y, extramuros, unas cuantas casas más, medio desparramadas. Mucho silencio, mucha casa cerrada y abandonada; el retrato del desolador despoblamiento, reforzado con la intensa lluvia de la jornada. La única persona a la vista era un hombre que guardaba un tractor, materiales de construcción y aperos agrícolas en un garaje, supongo que porque no era día para tenerlos fuera.

Se quedó mirando con detenimiento el coche forastero que llegaba y aparcada a la entrada del pueblo, y a las dos personas que bajábamos de él. "Buenos días", dijo. "Buenos días", respuesta a la cordialidad. "Bueno, buenos días, por decir algo, porque... vaya día han escogido para venir", añadió, con una cierta sonrisa. "Sí, muy malo, pero es hoy cuando estamos por aquí, no podemos otro día", le dije, también medio riéndome. No había otra respuesta posible; no había un mañana para volver a Rello. Además, la lluvia, que en ese momento caía con bastantes ganas, daba a la ocasión un componente melancólico nada desagradable.

La villa de Rello, que como decía antes tiene su casco urbano amurallado, está encaramada en lo alto de una peña rocosa y, vista desde el este y el sur, tiene aspecto de fortaleza irredenta; nosotros llegamos desde el oeste, por donde tan sólo hay que subir una mínima cuesta para acceder al intramuros de la villa. Rello aparece citado en el Poema de Mio Cid, e imagino que en el pasado conocería épocas de un gran esplendor; su trazado urbano es un vestigio de ello. Pero el presente es mucho menos romántico: según el último padrón oficial de habitantes, sólo 27 personas habitan en tan monumental pueblo.

El declive de Rello se evidencia en su propio estado de conservación; las murallas, que uno se las imagina fuertes, consistentes, inexpugnables, están semiderruidas en algunos tramos. Lo mismo se puede decir de muchas de sus casas, sobre las que el tiempo ha dejado caer todos sus males. Pero pese a todo, aquellas callejuelas silenciosas todavía rezumaban, en esa mañana lluviosa de mayo, toda la nobleza de otras épocas. Las piedras mantenían intacto el testimonio de lo que Rello debió ser en el pasado.

Pensé en otros conjuntos monumentales existentes en distintas zonas de España, en cómo han sido mantenidos a tiempo, o bien restaurados o recuperados, aun en casos de poblaciones con pocos habitantes. Pero parece ser que ninguna administración pública superior se ha preocupado por Rello todo lo que debiera; de lo contrario, no hubiera consentido que presentara ese aspecto de semiabandono. Y está claro que el presupuesto de un ayuntamiento con 27 vecinos bastante tiene con llegar para cubrir los suministros básicos. El único espacio público visiblemente cuidado era, además de la puerta principal de acceso al intramuros, la Plaza Mayor, donde se mantiene además una espléndida picota, en la que quién sabe cuántas cabezas llegarían a colgarse en su momento...

No tardaría en verse Rello, si no fuera porque cada rincón invita a detenerse, a la contemplación; desde la vista panorámica que se obtiene desde las murallas hacia el sur y el este, hasta cada uno de los callejones o las piedras que ofrecen datos como el año de construcción de alguna casa. Y la lluvia de ese 10 de mayo no llegaba a ser una molestia, en absoluto; al contrario, invitaba a la calma y, al ser además el único sonido de la mañana en aquel recóndito lugar de Soria, se agradecía su compañía.

Pensábamos que no veríamos a nadie más que al señor que ordenaba su garaje, cuando de repente salió de una casa una mujer muy mayor, que probablemente habría cumplido los 80 hacía ya unos cuantos años. Encorvada y arrugadísima, se protegía de la lluvia con un paraguas totalmente destrozado, que parecía ser más viejo aún que ella. Se sorprendió al vernos, es seguro que no esperaba encontrarse a dos personas casi a la puerta de su casa. Al llegar a nuestra altura se paró a hablar con nosotros. "Buenos días como aquel que dice", dijo, casi riéndose. "Menudo día les ha tocado", siguió.

La típica conversación sobre el tiempo cobraba todo su sentido en Rello, a media mañana de un lluvioso 10 de mayo de 2008. Me fijé en los ojos de la anciana, de un azul intenso, bellísimos. Pensé que aquella mujer debió ser guapa de joven, y en el Rello que ella debió conocer entonces, con bastante más vida que ahora. Al mismo tiempo, le seguía la conversación. Pero, de golpe, la mujer se para y, fijando un poco más su maltrecha vista en mi, exclama: "¡Ay! ¡Pero si ustedes no son los que están alojados en la casa rural! ¡Me he confundido!" Efectivamente, no estábamos alojados en la casa rural que habíamos visto que existía, y cuya chimenea era una de las pocas del pueblo de la que salía humo en esa fría mañana. La mujer parecía sentirse avergonzada por habernos confundido con otras personas, y, al tiempo que se reía, no paraba de pedirnos perdón por habernos entretenido. "¿Pero qué le vamos a tener que perdonar, mujer? ¡Al contrario!" La agradable viejecita seguía riéndose, nos explicó: "Si es que, ¿saben ustedes qué pasa? Que nos encanta que venga gente a ver el pueblo, porque así tenemos alguien con quien hablar".

Nos echamos todos a reír con tan simpática explicación de la anciana. Al margen de que nos hubiera confundido, estaba claro que aquella mujer había visto el cielo abierto esa mañana al salir de casa y ver a dos forasteros visitando Rello, porque podría dirigir la palabra a dos personas distintas a la escasa veintena que componen el universo social de su pueblo. Me pareció una frase magnífica, muy reveladora, pero, al mismo tiempo, también desoladora. Rello, como tantos otros pueblos de España, se está muriendo, y ni siquiera la puesta en valor de su espléndido patrimonio monumental y su conversión en un lugar más o menos turístico ha logrado invertir el dramático proceso por ahora.

La lluvia seguía cayendo sobre los silenciosos callejones cuando nos subimos al coche para seguir haciendo ruta por la zona, en busca de otros pueblos de vida más o menos similar. Me fui de allí con la sensación de haber encontrado aún mucho más de todo lo que ya de por sí esperaba. Es probable que aquella vecina anciana no tuviera estudios, pero su frase había sido digna de la conclusión del más profundo análisis sociológico: a los habitantes de Rello les gusta que vayan a su pueblo para así tener otras personas con quienes hablar.

La semana que viene, como ya he dicho, lo más probable es que no haya entrada, pero posteriormente las seguirá habiendo mientras el barco siga a flote.

Saludos y hasta la próxima.

15 de mayo de 2009

2 comentarios:
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Miguel Ángel Rodríguez dijo...
domingo, mayo 17, 2009 7:37:00 p. m.  

Hola Antonio, en primer lugar muchas gracias por tu comentario, me parece que llega con una sinceridad que a falta estamos en todos los aspectos.
Respecto a la inactividad del blog, yo lo comenté con algunos compañeros, con una mínima parte, y una cosa está clara: hemos hecho intentos, no han funcionado, el blog en su máximo esplendor no funciona pero La Máquina del Tiempo, Chinchetas en el Mapa y Reflexiones a Pilot Rojo, que son las que se actualizan con mayor asiduidad, no tiene porque decaer. No suelo comentar mucho porque el tiempo no me deja, pero si somos tres los que escribimos y creo que, al menos en vuestras ocasiones cosas bastante interesantes, yo no voy a dejar de leerlo. Y como dije en mi anterior post, con que una o dos personas lo lean, estoy satisfecho: sé que mi mensaje, mis emociones e ideas, le llegan a alguien para que esté o no de acuerdo.
Por eso, Antonio, yo te animo a que mantengas la sección porque ya no importa (¿importó alguna vez?) si es mucha o poca la gente que escriba o que lea, sino cómo escriba (de verdad, con ganas) y cómo se lea, con la mayor sinceridad del mundo y no por obligación.
Por cierto, la provincia de Soria, aun siendo castellano de pura cepa, es una gran desconocida para mí y uno de los sitios principales que me gustaría visitar.

En este momento he de decirte que me recordáis a aquellos cuatro revolucionarios que continuaban con sus proclamas en el Chile "democrático" de los noventa sin renunciar a nada, salvando las distancias, claro, como cuenta Luis Sepúlveda en 'La sombra de lo que fuimos', gran libro que recomiendo sin dudarlo.

Salud!!

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Angel Muñoz dijo...
jueves, mayo 21, 2009 8:18:00 p. m.  

Aunque parezca mentira la vida de los habitantes de estos pueblos es así y es lamentable como ninguna administración hace nada por restaurar estos auténticos monumentos. En cuanto a Rello puedo decir que he estado como buen búrlales y buen vecino de Soria. Te recomiendo que si alguna vez vuelves por ahí recorras la ruta del Duero ( El Burgo de Osma, San Esteban de Gormaz, La Vid y otros muchos lugares con encanto)

Yo como Karny también te animo a no abandonar el barco por mucho que haga aguas y se parezca cada vez más a un barco fantasma.

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