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Reflexiones a Pilot Rojo

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¿MERECE LA PENA?

Recuerdo algunas conversaciones que mantuvimos mi cerebro y yo en largas noches esperando al sueño. Recuerdo como si fuera ayer, y lo fue, cuando me preguntaba si todo esto merecía la pena. Si pensar, protestar, escribir, persuadir, partirse la cara con palabras estaba justificado por el simple hecho inocuo de tener unas ideas. A veces para otros la inocuidad no existe; tan solo le llaman la atención las molestias y los ruidos que le llegan a su mesa camilla mientras ve con pasión alguna fantochada televisiva. Mientras vive en su mundo estelar y universal concentrado en la comodidad del no pensar, del que se lo den todo hecho mientras haya un billete que enseñar. Y es que cuanto más avanzaba la conversación, más me iba dando cuenta de que sí merecía la pena.

Hay quien ve ‘ignorancias atrevidas’ en acciones de corazón, hay quien ve delincuencia en panfletos reivindicativos, hay quien ve sin sentidos en cada una de las palabras que con fuerza salen de nuestras bocas; soflamas radicales en un mundo donde el radicalismo no se puede sentar a conversar en aquella mesa camilla con ese pasotismo (que no escepticismo) que observa el Gran Hermano. Un radicalismo (confundido con el extremismo) que habita en aceras, farolas, bancos y paredes, cerebros, brazos y corazones. Ese radicalismo democrático lejos del agua y del mayo -sobre todo del primero de mayo- tapado por la manta de la conformidad hipnotizada, de la invisible autocrítica y del susurro comercial y permanente.

Más sencillo es dedicarse a criticar acciones de edredón sin atreverse a abrir la cama, más fácil es debatir de cara a la galería sobre el color de la colcha y no sobre el si la cama debe estar o no. Y más sencillo es, sin duda, despotricar contra los que, desde abajo, intentan remover pilares con los temblores de su voz, con la ilusión de un nuevo ‘todo para todos’ y dejar perdidas en el tiempo oligarquías, financiaciones y grupos de poder.

Esto no es sentarse en corro y rumiar palabrería entre sorbo y sorbo a la litrona, que también; esto es mover ficha, expresar, difundir y respetar, sobre todo respetar, eso sí, a aquellos que te consideren. Todos sabemos que para algunos esto es una mierda.

Sigue sin ser el llevar y no saber, el mostrar y no compartir, el engañar al reclamar. Y seguirá sin ser el correr sin sudar mientras los haya que anden y tengan la camiseta empapada. Eso no servirá nunca.

La risa delirante de algún holgazán con burro de carga particular debe valernos para envalentonarnos y decir que sí, que merece la pena. Los morrales llenos de verde poder de donde nacen los caprichos deben ser una imagen productora de rabia en un contexto ‘incolérico’ y turbio como éste. Y a aquellos que no les gusta...que no miren.

Estoy plenamente convencido que ahora mismo nos estamos viendo. De que si asomamos la cabeza por la ventana en Rafah nos sonríen y en La Habana nos dan de mano. Estoy seguro de que si abrimos mínimamente los ojos podremos ver a un saharaui tocándose el corazón o a un colombiano gritándole a su presidente.

¿Merece la pena? Yo creo que sí.

1 comentarios:
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Patino dijo...
lunes, febrero 11, 2008 1:28:00 p. m.  

¡Cómo no va a merecer la pena, Miguel! Además de qué te voy a decir yo, que cada domingo pongo la otra mitad de la opinión en esta esquina de la Red.

Si nos callásemos, pues no sé cómo sería el mundo. Sinceramente, prefiero no saberlo, porque no creo conveniente que nos callemos, ni creo que consigan hacernos callar.

Cada uno con sus opiniones, bien es cierto. En muchas ocasiones diferentes, pero en muchas otras ocasiones de acuerdo en muchos aspectos. Gracias a quien inventase los puntos de vista diferentes.

Claro, que tú te refieres al no callar también en otro sentido, que el lector perspicaz me da que ha pillado de sobra. Bien, es lo que hay. Lástima que no nos atrevamos a salir de nosotros y desengancharnos de basurilla diversa, no ya el Gran Hermano, sino otras incluso peores. Pero es lo que hay. No me conformo, pero me da que tendré que conformarme con ser yo el inconformista. Yo, y otros pocos.

Sobre los ejemplos concretos, pues sí, estaría bien abrir esas ventanas. Pero, sinceramente, creo que no fuese tan necesario irse lejos para abrir ventanas necesarias. Con quedarnos en España, y abrir algunas que nos indican lo rica que ha sido nuestra Historia, lo que nos une, y callar a los que tratan de sembrar la semilla de la discordia desde la periferia y desde tantos otros lugares, sería un buen paso para empezar.

Felicidades una semana más por un buen trabajo.

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