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Reflexiones a Pilot Rojo

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DEMOCRACIA UTÓPICA (I)

Hace como 2500 años la Héllade daba a luz una utopía cuya semilla la plantó Pericles en la capital ateniense. Era hora de dar el poder al pueblo a la par que truncar la utopía y dejar todo en un amago. De repente esclavos, extranjeros, libertos y ciudadanos de segunda fila se vieron inhabilitados a la hora de ejercer su derecho al voto. Pronto surgió el deporte de los grandes propietarios y no era otro que meterse en política para engordar el buche. Hasta allí hemos llegado. Todo esto en unos pocos años de Historia: la humanidad ha sido incapaz en 25 siglos de superar esto. Porque la Democracia, ayer y hoy, ni ha existido ni existe; porque es una utopía; porque el hombre ha fraguado tanto otros caminos que la ha convertido en utopía.

Pericles tuvo la hermosísima idea de, mediante sufragio directo, que los ciudadanos eligiesen a sus representantes postulados por ellos mismos o por los electores. El sistema más parecido a este es el que estableció la Constitución Cubana de 1976 en el cual los ciudadanos postulan a los candidatos desde los barrios tanto para diputado provincial como para diputado en la Asamblea Nacional. Se eligen representantes por sus cualidades de gestión, la propaganda electoral está prohibida (salvo una foto con la biografía del candidato) y el sistema no es de partidos. Ningún partido ni colectivo puede presentarse a las elecciones como tal, pues el sistema establece una humanidad democrática sin financiaciones ni grupos de poder y es el pueblo quien elige al pueblo. El sistema cubano forma Gobierno en conjunto, todo el Parlamento es capaz de elegir a los miembros del futuro ejecutivo y Consejo de Estado, es decir, todo el pueblo está representado a la hora de elegir a esos ministros. En las democracias liberales, solo estará representada la gente que votó a un partido y que tan siquiera llega a la mitad del país.

La cosa cambia a la hora de elegir al Jefe del Estado y en este caso también Jefe del Gobierno. La elección no es directa, sino que es la Asamblea Nacional del Poder Popular la que toma la decisión en nombre del pueblo cubano. Puede compararse con la elección del Presidente en la II República Española, en la cual salieron Alcalá Zamora y Manuel Azaña elegidos en el Congreso. Actualmente en la Europa de la Unión las elecciones presidenciales tienen un cariz distinto: En países como Francia o Italia los candidatos están puestos a dedo por sus partidos en “representación” de sus militantes y luego los ciudadanos eligen blanco o negro. Puede parecer una manera a priori más demócrata que la elección en Cuba o en la II República; sin embargo, los que eligen al Presidente en el Parlamento han sido previamente elegidos por el pueblo, con lo cual la representación es casi total y en el caso francés puede representar como mucho al 60 % de los electores (que no del país puesto que por aquí está de moda la abstención). Luego existen otras jefaturas de Estado que se salen de época y mean fuera de tiesto. Es el caso primero de Gran Bretaña, donde nunca hubo una verdadera democracia ya que su Jefa de Estado viene impuesta por sistema. En España ocurre algo parecido, pero todo se agrava cuando se recuerda que nuestro Jefe de Estado fue puesto a dedo por un dictador. La perpetuidad en la jefatura del Estado reservada desde su estancia en la cuna pierde todo intento de hacer funcionar una democracia. Y no sirve el “da igual la figura del Rey” porque Rey es un personaje de cuento que debió extinguirse con la desaparición del absolutismo. Yo, que soy un firme defensor de la elección indefinida, no veo justa la perpetuidad sin sufragio directo o indirecto.

El sistema político cubano es una semilla que ha echado raíz en la isla, pero como todos, no es perfecto. El fervor revolucionario escribió algunas leyes bastante estúpidas que no hacen otra cosa que entorpecer el proceso político que se vive en la isla. Las reformas son imposibles de esquivar porque son imprescindibles, unas reformas dentro de un sistema político denominado Socialismo. Algo que debe criticarse desde la más pura teoría política, desde el más profundo comentario económico pero no desde la mentira (el decir que Cuba es una dictadura porque no es un sistema liberal que además implica el hacer saber que no hay elecciones, cuando son cada dos años, o el informar que en esas elecciones solo se presenta el Partido Comunista de Cuba, cuestión imposible porque es una democracia sin partidos), la descalificación y el irrespeto de la clase política liberal, que ven en su ombligo el modelo a seguir sin dar opción a nada distinto al dólar y al euro.

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