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Historias de la precariedad

19 de noviembre de 2001, lunes

Empleo en busca y captura

Los servicios públicos de búsqueda de empleo son popularmente llamados "el paro". Ahora entiendo por qué. Hace ya prácticamente dos meses que formo parte de ese sector de las estadísticas laborales denominado "parados en búsqueda de su primer empleo". Y no será por las múltiples opciones que le dije a aquella funcionaria avinagrada que me hizo la ficha. De entrada, ya me espetó: "Nosotros no tenemos contacto con nadie que ofrezca trabajo de periodista". Muy bien, y entonces, ¿me puedes explicar el porqué de tu sola existencia, fósil viviente apoltronado en una silla de oficina? ¿Qué me puedes ofrecer? ¿Ni siquiera hace falta un auxiliar administrativo en 50 kilómetros a la redonda? ¿Para qué narices chupas de los presupuestos públicos, si no sirves para nada?

Así que ya puedo esperar sentado a que me llamen del INEM, o como se llame ahora que mi comunidad autónoma tiene las (in)competencias transferidas. Por lo pronto, no he tenido más remedio que ir a pedir limosna al periodicucho local, donde el jefe me ha vuelto a mirar con su jodido careto paternalista y complaciente, antes de decirme que alguna mano podré echarle. ¿Y qué me darás tú, a cambio? ¿Cuánto cuesta tener que aguantar que me encomiendes lo que nadie quiere hacer y que tus asalariados me miren por encima del hombro? ¿Y soportar que me llames "li-cen-cia-do" con retintín? Te mandaría a tomar el viento fresco, pero aún es mejor la ridiculez que me diste al acabar el mes pasado que lo que ganaría quedándome en casa. No tengo más remedio que ir a comer de tu mano, y bien que te aprovechas de ello.

Y mientras, el único rendimiento que te he podido sacar yo es una Guía de la comunicación que vi en un estante y de la que copié como un loco direcciones y teléfonos de todos los medios existentes en un radio de 50 kilómetros. Ya que el servicio ¿público? de ¿empleo? no me ofrece siquiera ese recurso, me lo busco yo. Vivo a 40 kilómetros de una ciudad de 300.000 habitantes, digo yo que algo se podrá rascar. Así que anoche actualicé el currículum, poniendo que ahora colaboro en el periodicucho local (mal que me pese), y hoy, autobús y, en una cafetería y ante un plano, elaboración de la ruta a seguir en la búsqueda de un trabajo. Pero un trabajo serio, no las migajas que me veo obligado a hacer en el panfleto ese.

En la ciudad, las empresas son más grandes, digo yo que podrán permitirse contratar a alguien nuevo en un momento dado. En total, cinco periódicos, dos agencias de noticias y un portal digital. Luego, con la satisfacción que da el pensar que has hecho las cosas bien, ágape de comida rápida y marujeo por la principal librería de la ciudad hasta la hora de salida del autobús. Claro que, al final, de la librería me he acercado a la tienda de discos, y no he podido evitar llevarme un CD de forma casi compulsiva. Que ahora que lo escucho, qué bien suena. Y el libro pinta muy bien, por lo que he podido hojear en el autobús.

Prefiero no pensar en cuánto me he gastado, entre el viaje de ida, el café de inicio, las fotocopias del currículum, los paseos en autobús urbano, la comida, el libro y el viaje de vuelta. Estoy seguro de que habrá valido la pena. He dejado el currículum en ocho medios de comunicación diferentes; en alguno habrá de sonar la flauta. Qué ganas tengo de mandar al carajo al administrador único del folletín local. Soy un licenciado en Periodismo, y eso seguro que alguien con dos dedos de frente lo valorará bastante más que ese imbécil.

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