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ABSORCIONES DE CAPITAL


Hola de nuevo,

Ignoro si las visitas que registra este blog durante el mes de agosto son poco más o menos las mismas que la cantidad de artículos nuevos y la de comentarios que generan los pocos que se colocan, pero aquí vuelvo con mi monotema, esta vez en martes en lugar de lunes por problemillas técnicos. La semana pasada hablaba de los municipios que se habían creado en las últimas décadas; pues bien, hoy me referiré al caso contrario, es decir, a localidades que perdieron su independencia en un momento dado. Pero además, me ceñiré exclusivamente a antiguos municipios que han sido anexionados a capitales de provincia desde finales del siglo XIX, época de la expansión definitiva de muchas ciudades españolas.

Nombres como Hortaleza o Sarrià son de conocimiento casi generalizado. Se trata de dos ejemplos de antiguos municipios que una vez fueron pueblos próximos a Madrid y Barcelona, respectivamente, y que hoy son barrios totalmente integrados en la trama urbana de estas ciudades, pese a lo cual conservan su personalidad. La Ciudad Condal fue bastante más temprana que la capital del Estado en esto de absorber los pueblos de su alrededor. De hecho, el famoso ensanche planificado por Ildefons Cerdà contemplaba, ya en 1859, la llegada del casco urbano de la ciudad hasta la inmediata villa de Gràcia, y preveía que Barcelona creciera más allá de sus fronteras municipales, en terrenos entonces pertenecientes al ayuntamiento de Sant Martí de Provençals (del que también dependían núcleos de cierta importancia como el Clot). Los dos municipios citados fueron anexionados en 1897, junto con Sant Gervasi de Cassoles, les Corts, Sants y Sant Andreu de Palomar). Poco más duraría la independencia de Horta, situado más lejos, ya casi en plena montaña, pero integrado en Barcelona en 1904. La villa de Sarrià aguantó aún algo más, hasta 1921; para entonces, su término comprendía también los antiguos municipios de Vallvidrera y Santa Creu d’Olorda, que le habían sido agregados, respectivamente, en 1892 y 1916. La ciudad de Barcelona aún expandiría sus límites algo más, anexionándose terrenos hasta entonces pertenecientes a l’Hospitalet de Llobregat y Santa Coloma de Gramenet, localidades que, no obstante, conservaron su independencia.

Otro plan de ensanche decimonónico, el de Bilbao, conllevó el crecimiento de la ciudad por tierras que al principio no eran suyas, sino de Abando, hasta que hacia 1890 este ayuntamiento fue suprimido. El mismo camino seguirían Begoña y Deustu (Deusto, en castellano) en la década de 1920, y Erandio unos diez años más tarde. Ya en la segunda mitad del siglo XX, la mayor expansión del área metropolitana de la ciudad, unida a los planteamientos de la época, llevaría a anexionar a la capital vizcaína las localidades de Derio, Loiu, Sondika y Zamudio poco después de 1960. Sin embargo, el proceso se revirtió con la llegada de la democracia; a comienzos de la década de 1980, los últimos municipios anexionados, y también Erandio, recuperaron su independencia. A su favor jugó el hecho de que ninguno de ellos (salvo Erandio) formaran una continuidad urbana con Bilbao.

También Valencia se comió a todos sus municipios próximos entre 1860 y 1900. Primero fueron Beniferri, Benimaclet, Patraix y Russafa; después, Benimàmet y Orriols; más tarde, Borbotó, Campanar, Mahuella, Poblenou de la Mar y Vilanova del Grau; y por último, Benifaraig, Carpesa y Massarrojos, los cuales estaban situados bastante lejos de la ciudad, hasta el punto de que incluso hoy en día son núcleos totalmente separados físicamente de Valencia. También mantienen estas características Borbotó, Mahuella y Benimàmet, que incluso ha intentado sin éxito volver a independizarse. Cabe decir también que Valencia, al contrario que Barcelona y Bilbao, no siguió expandiendo su término durante el siglo XX, pese a que en la actualidad existe continuidad urbana con localidades vecinas como Mislata, Xirivella o Tavernes Blanques.

El caso de Zaragoza es parecido al de Valencia, ya que casi todas sus anexiones fueron también a finales del siglo XIX, pero se trató además de localidades que ni siquiera hoy en día están unidas físicamente a la ciudad, pese a no haber recuperado su independencia. Bueno, una sí lo ha hecho: hay que recordar que Villamayor de Gállego vuelve a ser un municipio desde 2006, tras 95 años como barrio de Zaragoza. Antes, entre 1877 y 1897, también habían sido incorporados a la capital aragonesa los antiguos términos de Alfocea, Casetas, Juslibol, Monzalbarba y Peñaflor. Mucho más tarde, ya en 1959, también se anexionó la localidad de Torrecilla de Valmadrid, pero este caso es totalmente diferente, dado que se trata de un minúsculo núcleo rural (en la actualidad apenas tiene 30 vecinos censados) bastante lejano a la ciudad.

Durante la primera mitad del siglo XX, las anexiones de pueblos en otras capitales de provincia continuaron: se suprimieron los ayuntamientos de Villafranqueza (Alicante), Establiments (Illes Balears), Gamonal de Riopico (Burgos), Santa María de Oza (A Coruña), Astigarraga (Guipúzcoa), Churriana, Olías y Torremolinos (Málaga), y se produjo la gran expansión de Madrid, con la anexión de Aravaca, Barajas de Madrid, Canillas, Canillejas, Carabanchel Alto, Carabanchel Bajo, Chamartín de la Rosa, Fuencarral, Hortaleza, Vallecas y Vicálvaro. Esto último ocurrió en 1949; sólo cinco años después, también se incorporaría a la capital Villaverde. El término municipal de Madrid pasó de 66 kilómetros cuadrados a 607, siguiendo un camino similar al que había realizado Barcelona medio siglo antes. Antes de las anexiones, la ciudad ya se expandía también fuera de sus límites, sobre todo por Chamartín de la Rosa (a él pertenecían populosos barrios como Tetuán) y Vallecas (zona de Puente de Vallecas, conurbada ya entonces con Madrid). Todavía en la actualidad los cascos históricos de antiguos pueblos como Barajas de Madrid, Vallecas o Vicálvaro siguen muy lejos del centro, lo cual contribuye a que conserven parte de su antigua idiosincrasia, de forma también parecida a lo que pasa en otras capitales.

Yéndonos ya a la segunda mitad del siglo XX, unas cuantas capitales más absorbieron a pueblos vecinos hasta finales de los años 70. Es el caso de Tejares (Salamanca), Armunia (León) o la Canonja (Tarragona), localidad esta última que ahora está en vías de segregarse de nuevo, aunque no recuperará las zonas de su antiguo término donde hoy se levantan barrios de la ciudad de Tarragona que hace 40 años no existían. Otro caso muy singular, también en Cataluña, es el de Girona, que históricamente era la capital de provincia con el término municipal más reducido, de sólo 7 kilómetros cuadrados, pero que entre 1963 y 1976 se anexionó las localidades de Palau-sacosta, Sant Daniel, Santa Eugènia de Ter, Salt y Sarrià de Ter, además de terrenos hasta entonces pertenecientes a los municipios de Celrà y Sant Gregori. Con ello, sumado a su propio crecimiento, la ciudad pasó de 32.242 habitantes en 1960 a 86.624 en 1981. Sin embargo, Salt y Sarrià de Ter consiguieron volver a tener sus propios ayuntamientos en 1983, tras una intensa lucha vecinal. Procesos similares se dieron en esta época en Málaga y San Sebastián, con las segregaciones de Torremolinos (ya citada la semana pasada) y Astigarraga, respectivamente.

También recuperó la independencia, en 1999, la localidad de Marchamalo, situada a apenas cinco kilómetros de Guadalajara, ciudad a la que había sido anexionada en 1971. Se trata de un pueblo bastante grande (4.792 habitantes en la actualidad, 2.607 en 1970), cuya agregación se asemeja más a los casos anteriores que a los que cito a continuación, los de los pequeños pueblos rurales incorporados a las capitales, pero no absorbidos urbanísticamente por ellas, como decía que había ocurrido en Zaragoza con Torrecilla de Valmadrid. Pues bien, Guadalajara se merendó los municipios de Iriépal, Taracena, Usanos y Valdenoches; Vitoria, los de Foronda, Los Huetos y Mendoza; Ávila, los de Alamedilla del Berrocal, Aldea del Rey Niño, Bernuy Salinero, Narrillos de San Leonardo, Urraca Miguel y Vicolozano; Cuenca, los de Tondos y Valdecabras; Huesca, los de Apiés, Banariés, Cuarte y Tabernas de Isuela; Ourense, el de Canedo; Pontevedra, el de Ponte Sampaio; Segovia, los de Fuentemilanos, Hontoria, Madrona, Revenga y Zamarramala; Soria, los de Oteruelos y Pedrajas; Teruel, los de Aldehuela, El Campillo, Castralvo, Tortajada, Valdecebro y Villalba Baja; y Zamora, el de Carrascal. En la práctica totalidad de estos casos, la poca población de estas localidades fue el detonante principal de la anexión, como un añadido a la proximidad a la ciudad.

Y hasta aquí por esta semana. Hoy me extendido un poco más de la cuenta, así que pido disculpas si a alguien le ha resultado pesada la retahíla. Si ha sido así, agradeceré que lo diga, aunque se agradecerá aún más que lo haga con buenas formas. La semana que viene, si puede ser, otra nueva entrega. Saludos.

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