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Reflexiones a Pilot Rojo

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Mañana, 10 de mayo de 2008, la Cadena SER de Valladolid emitirá una de estas dos columnas sobre el Primero de Mayo. Aunque hayan pasado ya unos días, desde la cita la gran amiga de diariodeperiodismo y locutora de Radio Valladolid Eva Moreno y con el apoyo de Diego Merayo, decidió dar un espacio al blog en la emisora. No se pierdan mañana de 12 a 14 horas A Vivir Valladolid en la Cadena SER. Gracias en nombre de todo el equipo de diariodeperiodismo.


PRIMERO DE MAYO (I)

Parecía difícil conseguir un poquito de caso tras tanto sufrimiento, pero al final se logró. La plaza de Haymarket se “pervirtió” con “chusma obrera” para reivindicar “un sueldo a cambio de no trabajar nada”, o al menos así lo contaban los periódicos de la época. El Chicago de 1886 era un agujero de explotación venerada que superaba con creces al resto de Estados Unidos. Los sueldos apenas llegaban para comer y las jornadas laborales ascendían en muchas ocasiones a las 18 horas de trabajo. Todos los días eran lunes: ni siquiera existía el sábado de ilusión en el que se trabajaba pensando en el día de descanso. Pero no, no existían los domingos.

Pregonaban el anarquismo; la A dentro de un círculo se erigió en su bandera, pero creo que más que eso, lo que hacían era cantarle a la dignidad y a la justicia, contra el yugo patronal que asfixiaba sus vidas. Y es que vivían para trabajar alejados de aquello más preciado, el tiempo libre.

Un personaje despuntó por su valor y entrega. El periodista Zeitung Fischer utilizó su periódico para imprimir 25 mil octavillas que animaban a continuar la lucha de clases. Con un ¡Tened coraje esclavos! ¡Levantaos! Dirigió a la retaguardia hacia la huelga y a él hacia la horca.

La represión de Haymarket fue tan desinformada como lo ha sido durante toda su historia la clase trabajadora.
El Congreso Obrero Socialista de 1889 encendió una vela en la ciudad de la luz en recuerdo de los Mártires de Chicago que ese Primero de Mayo se habían levantado y que después la policía había asesinado. Desde entonces las plazas y las calles se tiñen de rojo obrero para escuchar los gritos de lucha pidiendo derechos que hoy en día no están bien cosidos en el estatuto del trabajador.

Hay quien sale a la calle con un programa mínimo reclamando los más básicos derechos laborales: un sueldo digno sin ser a costa de horas extras, unas relaciones igualitarias en el contrato y en el despido…y otros muchos soñadores salen con ese programa máximo pidiendo y proclamando el cambio radical: la República de los trabajadores.

Pero el Movimiento Obrero no se ciñe a una calle, a una pancarta y a un megáfono. El Movimiento Obrero es mucho más que eso. Tampoco es una forma de vida: es la vida. Desde que Pancho Villa y Zapata pidieran Tierra y Libertad en el México de inicios de Siglo XX hasta que el Subcomandante Marcos bajara el 1 de enero de 1994 de las montañas junto a sus compañeros zapatistas en busca de lo mismo, en esa Chiapas del mal de ojo y de la explotación.

Hoy en día el poder económico convirtió al obrero en empleado, al patrón en empresario y a la relación capital-trabajo en consumo-consumidor. Ya no se hacen revoluciones, se estudian; aunque siempre queda en corazones inconformistas la bandera de la reivindicación: esa que sacan el Primero de Mayo para recordar que aún queda mucho por hacer y también lo mucho que se ha deshecho.

PRIMERO DE MAYO (II)

Durante toda la Historia hemos visto cómo lo humano se comía el polvo frente al tirano. Nos hemos cargado a miles de millones de personas en los libros de Historia de plumazo en plumazo, como si de un pisotón acabamos con una familia de hormigas. Nos aprendíamos sin fijarnos cómo el más poderoso asesinaba sin lamentarse a los más débiles del planeta. Nos entró por un oído y nos salió por el otro.

Hoy en día el ser humano es más listo. Hemos sido capaces de maquillar, mentir, manipular y esconder las sucesivas repeticiones de esa Historia que estudiamos antaño. Mantenemos la compostura ante los muertos en las guerras, giramos la cabeza con los miles de niños que se evaporan literalmente por la hambruna y renunciamos ya definitivamente a aquellos trabajadores explotados en todas las partes del mundo: los indígenas sudamericanos en los trabajos forzados, los pueblos autóctonos expropiados gratuitamente o eliminados por su rebeldía, las organizaciones multinacionales dueñas de la extorsión explotadora y millones de casos más.

El movimiento del Primero de Mayo lucha con mil objetivos. Ya no solo contra las injusticias que en nuestros países ricos existen, sino contra la criminalidad laboral que asola el planeta de Este a Oeste. Los gobiernos marioneta que hacen oídos sordos a las infrahumanas condiciones de trabajo de sus ciudadanos en favor de las multinacionales son los ejemplos a seguir para el gran poder económico occidental. Todo sea por pillar un buen trozo del pastel, sea cual sea la parte. Sin embargo los movimientos insurgentes que luchan contra todo esto, los partidos políticos que realmente llevan en su programa la Declaración de los Derechos Humanos, son los violadores, terroristas, asesinos y demás lista adjetival no precisamente buena. El rebelarse en busca ya no solo de la dignidad laboral, sino de la propia dignidad humana es considerado parte del terrorismo de hoy día. Las buenas intenciones están en los Parlamentos y no en el extrarradio de La Paz o en los campos del sur de México. Las mejores decisiones a favor del obrero las firman organizaciones dormidas en su conformismo y no la gente que ya no puede más. Esos son los violentos.

Cada Primero de Mayo, como es natural, salen a la calle. Los de allí piden siempre por la mejora de su situación; los de aquí piden por la suya pero también parte de esa marcha cruza el estrecho o el Océano Atlántico. Salen como pobres diablos. Al final así quedarán a los ojos de las masas que habitan la rica Europa. Quizás queden más como diablos pobres: gente mala que quiere expropiarnos a los ricos porque no tienen donde caerse muertos. Vagos les llamaremos. Dictadores, tiranos, violentos...incluso les insultaremos con el término revolucionarios. Esa palabra terrorífica que tanto ha de darnos miedo. Ese vocablo que tiene el aberrante significado de querer un mundo más justo para todos, en especial para aquellos que trabajan 16 horas a cambio de chabolas y comida dos días a la semana.

Pese a quien pese, el Primero de Mayo siempre estará ahí. Si en 1886 los obreros de Chicago luchaban contra esa explotación sobre hambrientos que trabajaban 18 horas diarias, en 2008 en la mayor parte del mundo se sigue luchando por lo mismo. Es la tristeza en la que desemboca la Historia y en la contradicción que cae cuando se habla de un mundo desarrollado. La pregunta es, ¿Desarrollado para quién? Por todo esto, que nunca muera el Primero de Mayo.

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