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Reflexiones a Pilot Rojo

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HOMÓFOBOS

Justo ayer, 17 de mayo, pero 18 años antes, la Organización Mundial de la Salud decidió que ya bastaba de tanto moralismo reaccionario y eliminó de la lista de enfermedades la homosexualidad. Por fin, la ciencia y la razón humana vencían a la estrepitosa voz reaccionaria que durante toda la Historia impuso su criterio de con quién teníamos o no que follar y por qué. Los trasnochados respondieron y siguen respondiendo en contra de la igualdad, en contra de la normalidad, intentado pintarnos una realidad hecha a su imagen y semejanza. Nos venían los viejos argumentos de que la reproducción solo se lleva a cabo entre un hombre y una mujer, que es antinatural y antimoralista y que Dios no hizo a un homosexual pensando en su figura, sino que son caminos que la mente lleva hacia el abismo de la equivocación. Para más señas, de la enfermedad.

Señores reaccionarios y reaccionarias: la naturaleza se ocupa de otras cosas. A la naturaleza la damos igual, ella va a su rollo. No juzga a dos hombres porque mantengan una relación ni a dos mujeres porque hagan el acto sexual bajo la luz de la luna. La naturaleza se encarga de llover, de nevar, de hacer terribles terremotos y también de ofrecernos espléndidos días de sol y playa o de fresca montaña. Como han podido comprobar, señores reaccionarios y reaccionarias, la madre naturaleza (por cierto, ¿quién es el padre?) no está con una cámara oculta en las camas de todos y cada uno de nosotros para ver en que tipo de agujero descargamos nuestro esperma.

Les propongo un juego, señores reaccionarios y reaccionarias: dos personas se conocen, toman un café, se mandan mensajes cutres por la noche, un día se dan un beso, otro echan un polvo y entablan una bonita relación. Cuando pasan unos años, deciden casarse y tener hijos. Él trabaja de fontanero en una pequeña empresa que regenta su cuñado y él es peón de la construcción. Ahora quiero que me digan por qué esto no. Por qué son enfermos y cual es la célula hipocóndrica almorranítica que les impide ser normales. Yo tengo la respuesta: son ustedes. Los reaccionarios y reaccionarias, homófobos y homófobas, son la causa de su “enfermedad”. Ustedes son esa célula cancerígena que les transmite miedo al rechazo, que les rasca en lo más profundo para que se anden siempre con miramientos. Señores homófobos y homófobas, necesito que me expliquen quién es ese Dios que ama a todos como hijos pero a los homosexuales y lesbianas no. Quién es ese Dios que deshereda a la gente normal y enriquece a anormales como ustedes. Quién. ¡Ah! Que no existe. Que son ustedes los quebrantahuesos que dividen y enseñan el odio.

La Organización Mundial de la Salud debería replantearse ciertas cosas. Por ejemplo el estudio de este tipo de personas, que sin duda se les puede catalogar como enfermos. A ellos sí. En el caso contrario, de malvados.
Cuando se les llena la boca con la igualdad, que actúen. Cuando cantan en misa el “todos como hermanos”, que lo demuestren. Cuando por fin se den cuenta de las barbaridades que sueltan por la boca, que pidan perdón.
Mientras tanto, que Dios les tenga en su santa gloria. Traducción: que les den.

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