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El vuelo de la gaviota

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Ay, Dios…

Y con razón titulo así, porque ya ni a las figurillas de los altares dejan tranquilas. A nadie de los lectores habituales de este rinconcillo dominical –esta semana toca en lunes, qué queréis que le haga- le sorprenderá que lo políticamente correcto y un servidor se llevan mal. Pero es que el dar un paso, volver una esquina, o echar una mirada hacia cualquier parte, y ver en lo que nos hemos convertido… Ciertamente, las dosis de aguante que se necesitan van aumentando, cual número de parados en España, sin cesar.

Revisar la Historia no es que sea algo deleznable –que lo es, siempre que sea con ánimo de falsearla de mala manera-, sino que a nadie se le debería pasar por la cabeza. Siquiera con buenas intenciones, como parece que se ha perpetrado la última de las fechorías historiográficas en este lugar que alguien, un iluminado sin duda, dio en llamar primero Hispania, que ahora ya ni el nombre queda seguro. Pero revisada, y de mala manera, al fin y al cabo, ha quedado. Y en los próximos párrafos nos ocuparemos en ello.

Paso a meterme en harina, al hecho consumado en sí. Un cura riojano –concretamente, de un pueblo llamado Nieva de Cameros- ha decidido que una talla que se encuentra en su parroquia representando la figura de Santiago Matamoros –no, no van a conseguir que esta sección sea políticamente correcta, y Santiago conservará aquí su ‘apellido’, básicamente porque me da la gana y porque así se le ha conocido ‘per saecula saeculorum’- era demasiado violenta, y al cura en cuestión le ha dado por el pacifismo, y dice que la espada, mejor a los pies del caballo, “para aplastar la violencia”. Qué bonito, de verdad. Se me llegan a saltar las lágrimas de la emoción.

Dice el sacerdote que es que el santo nunca mató a nadie, en realidad. ¿Y qué? Su figura hizo que miles y miles de personas se arrojaran a la lucha, sin miedo a perder nada más que el pellejo –lo que tenían, a fin de cuentas- para recuperar algo que consideraban suyo, y que no era más que el territorio que, entre otros, pisamos el cura riojano, ustedes o yo mismo. Igual que los gritos ‘Desperta, ferro’ y ‘Aragón, Aragón’ de los almogávares, esos alegres muchachos amantes de la paz y alegría –puestos a revisar…- que ya fueron objeto de mi parrafada de hace unos meses, infundían temor al enemigo, el ‘Santiago y cierra España’ hacía lo propio con los chicos de Almanzor, Miramamolín –a ambos les han revisado el nombre, pero ni me he molestado en buscar o aprender la nueva versión-. Y, simplemente, el hecho de que ese fuese el grito de guerra de las tropas españolas hasta 1492 legitima la figura de Santiago Matamoros.

Porque es cierto. Él nunca mató a un moro con sus propias manos –básicamente debido a lo que algunos serían hoy capaces de achacar a ‘problemas de agenda’ ya que el periodo en que vivió Santiago es unos 500 años anterior a la aparición de Mahoma y compañía- pero muchos hicieron, a base de matar moros y otras acciones diversas, que España sea hoy lo que es. Eso queda dentro del terreno de la Historia. Y tan horrendo me parece que la revisión se pretenda por este lado como cuando el dictador y sus secuaces que hubo por estas tierras hasta hace unos treinta años pretendieron ponerle su camisa azul mahón al santo.

No creo que sea por pacifismo, pero, por ejemplo, las fiestas de ‘Moros y cristianos’ que se celebraban en muchas localidades levantinas –Antonio podrá, seguramente, dar fe de ello- como Alcoy, Elche y otras, se han convertido en poco menos que desfiles de disfraces, en los que no cuenta nada de la Historia, no vaya a ser que nos consideren fascistas o cosas peores.

El vecino del sur todos sabemos cómo se las gasta –Mohamed, Ceuta y Melilla son españolas, hazte a la idea-. Todos sabemos, igualmente –yo lo he dicho ya en unas cuantas ocasiones a lo largo de este texto- que el españolito de a pie –en esa categoría no entran las MPE, mentes preclaras encorbatadas, autoras de cosas como la ‘Alianza de Civilizaciones’ y aberraciones similares por el estilo- tiene el gusto, costumbre, o llámenlo como quieran de referirse a los mencionados del sur como ‘moros’, algo que desde múltiples sectores se tacha como racista, xenófobo y con todos esos adjetivos que tan bien sientan en boca de las MPE que decía antes. Si lo de eliminar la espada a Santiago se debe a tenerles contentos, me parece que es un tremendo error.

Pero es que en la noticia de ayer en la que observé este curioso detalle decidido, según el cura, por los feligreses en la Eucaristía del pasado 25 de julio, precisamente el día de la festividad del santo, otrora Fiesta Nacional, se incluyen argumentos tan peregrinos –curioso juego de palabras, ¿no?- para pretender justificar a favor la decisión como que quitarle la espada a Santiago Matamoros puede servir para acabar con toda la violencia, incluida la de ETA. Será que los heroicos gudaris le tienen respeto a Santiago, a España, o a cualquier cosa que no sea su fanatismo.

Así están las cosas, amigos. Quiero pensar que cosas como esta son producto de aburridas tardes de tedio veraniegas. Porque como no sea así, y queramos que siente precedente, jodidos vamos.

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